12 INVESTIGACIÓN DEL ESTADO DE SALUD

Salud Natural en Línea

Medicina Natural al Alcance de todos

“Ya es tiempo de que dejemos de mirar por ese pequeño agujero del microscopio y elevemos los ojos Hacia la inmensa claridad de todo lo creado” Dr. E. Leonardi

En mi Doctrina Térmica el diagnóstico  médico de enfermedad no sólo es inútil, sino perjudicial, porque desvía  la investigación del único objetivo que interesa al enfermo, que es saber cómo recuperar la salud. El nombre de la dolencia no le sirve para volver a disfrutar de la salud y conservarla, al igual que a quien es atacado no le sirve conocer el nombre de su enemigo, sino tener armas para defenderse.

El diagnóstico médico lleva a actuar sobre el síntoma sin restablecer la salud. El control médico también es inútil y perjudicial, pues sólo el interesado puede determinar el funcionamiento de su intestino, que es la oficina donde se fragua la salud y la vida del cuerpo, según la frase de Cervantes.

El diagnóstico médico corriente sólo es clasificación de síntomas o manifestaciones de alteración de la salud basado en convencionalismos escolares. En la naturaleza no hay nombres, sino fenómenos normales y anormales. La observación del iris de los ojos del enfermo, según mi doctrina, establece como origen del desarreglo funcional del organismo el desequilibrio térmico del cuerpo. Las consecuencias de ese desarreglo son la impureza y la mala circulación de la sangre.

Habiendo caracterizado la alteración de la salud como un desarreglo variable de las funciones orgánicas, la base de toda investigación debe ser la observación del cuerpo y de sus actividades. La clase y calidad de los alimentos que ingiere el enfermo, las condiciones y forma de sus eliminaciones por la piel, riñones e intestinos, la circulación de su sangre y la actividad de su pulso, son los puntos que nos guían para establecer la naturaleza del desarreglo orgánico que hay que remediar.

El examen del iris de los ojos nos permitiría conocer también la calidad del organismo y la vitalidad del individuo. Además, se podrá comprobar el estado de cada uno de sus órganos y el grado de pureza o impureza de su sangre y tejidos. Comprobadas las fallas del organismo enfermo, queda indicado el camino que debe seguirse para restablecer su funcionamiento normal. Este camino, digamos de inmediato es, el Equilibrio Térmico, afiebrando la piel y refrescando las entrañas.

Los medios de diagnóstico que usa la medicina facultativa se dirigen a ponerle nombre a la manifestación  del desarreglo orgánico que la Patología denomina enfermedad. Investigando a través de reactivos y aparatos de laboratorio, el médico anula su observación propia y abdica de su razón.  

Desconfiando de todo lo que se aparta de la “ciencia” adquirida en los libros, siente impotencia para investigar  y  pensar por  sí mismo.  La  observación  de  la presión arterial, de radiografías, exámenes de la sangre, del líquido encéfalo raquídeo, del jugo gástrico, etc., a los más conducen a constatar un fenómeno cuyo origen continuara en el misterio para el médico.

Estos errores se explican por el equivocado concepto de enfermedad que inspira a la medicina profesional. Al atribuir  los desarreglos orgánicos a la obra de microorganismos se precisa de la investigación  del laboratorio.  Pero,  si  nos  guiamos por  nuestro  criterio  de que  todo  proceso morboso muestra un desarreglo funcional, buscaremos la causa de la anormalidad en los actos del enfermo, en los defectos de su nutrición y sus eliminaciones. Para esto es menester investigar en el mismo cuerpo del enfermo y no fuera de
él.

Al haber hecho del cadáver el objeto de los estudios médicos, no es extraño que la medicina ignore  la causa que  produce  la alteración  de  la  salud  en  el  vivo.  Es necesario  estudiar  el organismo vivo, observando sus funciones y estableciendo sus temperaturas.

Según mi doctrina, la falta de salud se investiga mediante el estudio y la observación de la expresión  del rostro  del  enfermo, del  iris  de  sus  ojos  y  de  la  actividad  de  su  pulso. Las revelaciones de estos medios son absolutamente científicas porque obedecen a leyes de la Naturaleza. Los campesinos saben apreciar el estado de salud de sus animales con facilidad y certeza. 

Les basta con observar su aspecto general, movimientos, la expresión de sus ojos y la naturaleza de sus excrementos. Con estos medios también es fácil establecer el estado de salud del ser humano. En general, diremos que toda imperfección en el rostro o el cuerpo del hombre es manifestación de anormalidad orgánica, o sea, dolencia adquirida o heredada.

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El hombre o mujer sanos tienen cuerpo y rostros hermosos, porque salud y belleza son términos equivalentes, ambos significan normalidad, no pudiendo existir una sin la otra. El tipo clásico de salud y belleza está inmortalizado en las estatuas griegas que nos atraen con la armonía de las formas de una Venus o de un  Apolo, cuyo equilibrio externo corresponden a una condición análoga de los órganos internos.

Toda anormalidad de las formas externas del cuerpo acusa también una anormalidad de sus órganos  internos, está comprobado que  en  la  misma  proporción  que  el  cuerpo  se hincha exteriormente, se dilatan los tejidos de los órganos de su interior, lo que degenera su vitalidad y altera sus funciones.

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Sabemos que mientras más gorda es una persona, es más enferma y se puede asegurar que permaneciendo en ese estado no alcanzará una edad avanzada. Las dolencias agudas generalmente  no las resisten los gordos, pues sus órganos degenerados fallan con un mayor esfuerzo, presentándose complicaciones cerebrales, del corazón, los riñones, etc. Las personas muy flacas también denuncian anormalidad orgánica, pues sus órganos sufren de desnutrición y debilidad general. 

El rostro del hombre sano se distingue por la corrección de sus formas, Frente despejada en un  marco de cabellos poblados; ojos brillantes y tranquilos; nariz regular, sin abultamientos ni  congestiones sanguíneas; boca  regular con labios delgados y cerrada para respirar; dentadura sana; barba sin dobleces de la piel laterales ni inferiores y orejas carnosas y sonrosadas. El color de la cara debe ser uniforme, sin manchas ni erupciones y debe transparentar circulación activa de sangre roja.

En el estado de salud, el cuello es cilíndrico sin abultamientos en los músculos y separado claramente del rostro por una línea que marca la mandíbula inferior, partiendo debajo de la oreja y no  detrás de la misma. El punto de unión del cuello con el cráneo debe estar bien definido formando ángulo recto o ligeramente obtuso. 

Si notamos en una persona que la línea del rostro se ha perdido, que hay arrugas u otras anormalidades en la boca, nariz u ojos, seguramente estará recargada de impurezas o materias extrañas en todo el plano interior de su cuerpo, siendo propensa a afecciones de los órganos interiores de la cara, la garganta, la tráquea, los bronquios, el estómago, los intestinos, la vejiga y los órganos genitales. 

El cambio de la forma de la parte posterior del cuello, cuando se pierde la línea de la cabeza, no se indica un estado variable de acumulaciones morbosas en el plano dorsal, que afectará los órganos de esa región, el cerebro, el cerebelo, la médula espinal, los pulmones y los riñones. 

Las hinchazones o abultamiento de los músculos laterales del cuello denuncian recargo  morboso de todo el plano lateral derecho o izquierdo, o de ambos, que implica el desarreglo de los órganos del lado correspondiente. Los recargos laterales desnivelan también los hombros, dejando más levantado uno que otro o elevando ambos al mismo tiempo, al igual que el recargo dorsal en ocasiones eleva la  espalda.

La inspección de la garganta revela el grado de pureza de la sangre, como ya mencionamos antes, y la rojeces de la nariz denuncia inflamación del aparato digestivo, especialmente del estómago.  Anotemos de paso el absurdo, corriente en la medicina convencional que consiste en extirpar las anginas o glándulas amígdalas cuando se inflaman, suprimiendo una sabia defensa orgánica  que  rebela  impureza  de  la sangre. 

La  lengua  es  el  espejo  del  tubo  digestivo, correspondiendo su punta al estómago, el medio al intestino delgado y la base al intestino grueso. En estado de salud la lengua es rosada y limpia. La  suciedad o sarro en su superficie denuncia fermentaciones pútridas en el aparato digestivo y cuando el sarro es cargado y café, hay peligro de úlcera. 

El pulso también nos da valiosas observaciones. La temperatura interna del cuerpo, que es la importante, sólo puede determinarse por el pulso combinado con las revelaciones del iris de los  ojos.  Anteriormente  mencionamos  las  correspondencias  entre  pulsaciones  por minutos  y temperatura interna del cuerpo. 

En estado de enfermedad, el pulso rápido anuncia fiebre o calentura, el irregular es indicio de peligro y cuando es intermitente la amenaza es mayor. Si el pulso se vuelve muy débil denuncia intoxicación peligrosa, sobre todo cuando es rápido y débil con poca temperatura en la superficie del cuerpo. 

Las líneas o surcos de la palma de la mano y las uñas también permiten establecer el estado de salud. Pero el medio más seguro para conocer el estado del cuerpo es el examen del iris de los ojos, ciencia que se conoce con el nombre de Iridiología o Iriología. 
El llamado enfermo ignorando que carece de síntomas agudos sólo puede ser descubierto mediante el examen del iris de sus ojos, observado de acuerdo con mi Doctrina Térmica. 

La Iridiología, nos permite conocer, además del estado actual de salud, la constitución orgánica del enfermo, desde afecciones que lo amenazan hasta los procesos morbosos anteriores, mal curados, sofocados y casi siempre olvidados.

En el iris de los ojos se reproduce como en un espejo toda nuestra constitución fisiológica, mostrándonos no sólo nuestras infracciones a la Ley Natural, sino también la vida que han llevado nuestros padres. Toda alteración de los tejidos o de  los humores orgánicos aparece en el iris de los ojos, debido a que cada parte del cuerpo está representada por los nervios que, directa o indirectamente, tienen sus terminaciones en el disco iridal.

Los signos iridológicos varían desde cambio de color hasta manchas, líneas o puntos negros, indicando procesos inflamatorios agudos,  subagudos,  crónicos  o  destructivos  que  permiten  al  investigar  restablecer  el  punto afectado y la naturaleza de la afección. 

La medicina facultativa desconoce y desdeña  un sistema tan científico y seguro de diagnóstico porque ella se aleja de lo sencillo. Dejando los detalles, cualquier persona puede a simple vista darse cuenta del estado de su organismo observando el iris de sus ojos. Si el tejido es compacto y su fibra regular, sin quebraduras ni desviaciones, podemos estar seguros de poseer buena constitución orgánica y, en caso contrario, será más o menos inferior según las alteraciones encontradas. 

El color también es un signo elocuente: mientras más claro, uniforme y transparente es el color del iris  de los ojos, será más puro el estado de nuestra sangre y humores orgánicos. Los ojos opacos son manifestación de impureza orgánica, vale decir, crónica falta de salud por graves desarreglos digestivos y deficiente actividad eliminadora de la piel del sujeto. 

Si hay zonas con coloraciones más cargadas,  especialmente alrededor de la pupila, se trata de la alteración de los tejidos del aparato digestivo por proceso inflamatorio o acumulación de materias extrañas. Si la línea que delimita exteriormente el iris está borrada o velada por una especie de nubecilla,  podemos estar seguros de que hay poca actividad de la piel con mala circulación sanguínea en ella y  congestión crónica de los órganos internos del cuerpo. Así se revela el desequilibrio térmico crónico. Si  notamos disgregación en el tejido del iris con fondo oscuro, comprobaremos lesiones orgánicas en el órgano correspondiente de la clave. 

Como toda anomalía orgánica puede ser vista en el Iris, este es el acusador implacable de los errores de la medicina facultativa, pues en él aparece afectada la zona del bazo por obra de las medicinas y otros venenos que matan la célula nerviosa. Los tóxicos que en forma de “remedios” se introducen en el cuerpo de manera realmente inconsciente, también cambian el color  del  iris  y  las operaciones  quirúrgicas  quedan  marcadas con caracteres indelebles, denunciando lesiones que permanentemente impedirán la normalidad fisiológica.
Autor: Manuel Lezaeta Acharan

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