Medicina Natural al Alcance de todos
Existen remedios para toda clase de Enfermedades, menos para tener salud. El Autor
Hemos vistos que la ley de la vida involucra
la defensa. De aquí que nuestro organismo tiende siempre a la normalidad y las
llamadas enfermedades son reacciones o crisis curativas que, favorecidas en su
tendencia purificadora, mantendrán la vida normal del individuo, es decir, su
salud integral.
Pero la Naturaleza no siempre cura, como lo
demuestran las defunciones de personas en las diversas edades de la vida. Pues
bien, este vacío lo llena mi doctrina, agregando: “La Naturaleza cura, o sea
restablece la salud, siempre que coloquemos al cuerpo en Equilibrio Térmico”.
El cuerpo restablece su normalidad funcional
con temperatura uniforme de 37 grados tanto en su interior como en su
superficie. Porque salud es buena digestión, que precisa de esa temperatura; porque
salud es normalidad respiratoria que sólo es posible con 70 pulsaciones por
minutos en el adulto; porque salud es trabajo activo de la piel que exige
también 37 grados de temperatura.
Nadie cura a nadie, ni existe remedio con
virtud curativa porque salud y enfermedad son resultados de nuestros propios
actos de cada día, cometidos o no contra la Ley Natural. La enfermedad que se
gestó con régimen anormal de vida, sólo puede alejarse mediante régimen de vida
sana, que mantenga el Equilibrio Térmico.
De aquí que el primer agente de salud sea la
propia voluntad del individuo. Si el enfermo carece de la voluntad decidida de
actuar por sí mismo en el restablecimiento de su salud fracasará el mejor
tratamiento.
Además, se ha ido tan lejos en el camino de la
medicina de farmacia que es frecuente descubrir, por el examen del iris de los
ojos, una enfermedad generalmente no considerada: la intoxicación medicamentosa.
Este mal en el que insensible e
inconscientemente caen muchas personas es tan grave que frecuentemente hemos
visto el iris de buena contextura en un organismo más o menos paralizado en su
funcionamiento por obra de la acción depresora de la vitalidad orgánica que
caracteriza a todo tóxico.
Puesto que la vida es actividad nerviosa,
cualquier agente que deprima y limite esta actividad, como el veneno de las
drogas, los antibióticos y las medicinas, no es el elemento de la vida, sino de
muerte.
Pero, así como los enemigos más peligrosos
para desarrollar su acción nefasta empiezan siempre por halagar a su víctima,
igualmente los venenos de las drogas y medicamentos engañan y traicionan a los
enfermos con un pasajero bienestar que, tarde o temprano, se transforman en mayor
desdicha, hasta limitar la vida misma.
Ninguna enfermedad es tan peligrosa y rebelde
como la intoxicación medicamentosa. Aunque obviamente la mutilación quirúrgica
aleja definitivamente de la salud, al igual que es imposible normalizar el
trabajo de un reloj sacándole una pieza.
La enfermedad artificial que producen los
tóxicos, lejos de suponer una reacción defensiva de la naturaleza, se traduce
en debilitamiento de su fuerza vital. Por ejemplo, en caso de dolor de cabeza,
la persona afectada recurre a la aspirina u otro analgésico e, ingiriendo el
“medicamento”, al poco rato nota la desaparición de su dolor.
¿Se ha “curado” la enfermedad de la cabeza?
No, porque no se ha removido la causa, que siempre es interna y su origen está
en el vientre; pero el dolor, que era reacción defensiva de la naturaleza, ha
desaparecido por el envenenamiento de la célula nerviosa, cuya actividad
manifestada en el dolor, ha sido paralizada por la acción depresora del tóxico
inyectado o ingerido.
En este caso los nervios sensitivos han
perdido sus funciones, como le ocurre a un borracho que se incapacita para
andar, ver, hablar y sentir normalmente, por intoxicación alcohólica. A medida
que se recurre a las drogas, el organismo se va haciendo menos sensible a la excitación
del veneno, cuya dosis es preciso aumentar cada vez e, imperceptiblemente, se
va cayendo en la intoxicación medicamentosa que arruina la vitalidad del
organismo.
Si la enfermedad aguda representa una activa
defensa de la naturaleza y la enfermedad crónica significa impotencia defensiva
por debilitamiento de la fuerza vital, se comprende que las drogas, medicinas,
antibióticos, etc., aniquilan la energía orgánica, suprimen los síntomas
activos que caracterizan los estados agudos de la enfermedad, con lo que, sin removerse
la causa del mal, por el contrario se profundiza en el organismo
transformándose de aguda curable en crónica incurable.
Si consideramos la gonorrea como una
enfermedad, veremos que los médicos tratan de sofocarla paralizando las
defensas orgánicas por medio de medicamentos. Se suprime el flujo uretral o vaginal
y el médico y el enfermo se regocijan del triunfo de la ciencia.
Pero cuando se sofoca la obra defensiva de la
naturaleza, al hacer desaparecer la expulsión de las materias corrompidas a través
de sus supuraciones, esas substancias desarrollan su obra corrosiva,
intoxicante y destructora en el interior del organismo, produciendo depresión
general de la energía vital y generando trastornos variables en todos los
órganos.
Al cabo de un tiempo mayor o menor, según la
vitalidad del enfermo, llega el momento en que ésta agota su resistencia
orgánica, produciéndose la muerte prematura y violenta, casi siempre por
derrame cerebral, ataque anginoso o afección renal. Pero nuestro joven paciente
no murió de gonorrea y aquí está el triunfo del médico.
¿Qué cargo se puede hacer a éste si el antiguo
cliente gonorreico, algunos años después muere del corazón o del cerebro...?
Hombre ignorante, te conformas con apartar de
tu vista la dolencia, efecto de la obra que cada día realizas con una vida de
errores y dolencia, recurriendo al médico para que con las medicinas estimulantes
o calmantes habilite nuevamente tu cuerpo para continuar una existencia en
conflicto constante con la Ley Natural. Pero a la Naturaleza no se le engaña con
recursos artificiales, ni se le vence sino sometiéndose a sus leyes inmutables.
No se necesita insistir mucho para que el
lector se dé cuenta que si un órgano o miembro de nuestro cuerpo es extraído o
mutilado es porque no se le ha sabido curar. Sin embargo, dado el medio en que
se desarrolla la acción del médico-cirujano, justificamos los procedimientos operatorios
pues, las personas que no quieren cultivar la salud contrariando gustos y
placeres, deben librarse de achaques de cualquier manera.
Nuestra crítica va contra el sistema y no
contra los médicos; éstos hacen lo que el público les paga y éste público tiene
lo que merece. Es preciso convencerse de que la salud es el tesoro más valioso
que podemos poseer y que sólo lo puede adquirir y conservar el interesado,
llevando una vida consciente y sometida a la Ley Natural.
Una vez que se produce la enfermedad, sólo hay
un recurso para recuperar la salud: deshacer el camino extraviado y volver a la
vida juiciosa y ordenada de la Ley Natural.
El fanatismo médico imperante y el culto a las
medicinas de toda índole junto con la cirugía deben desaparecer, se necesita
abrir los ojos del ser humano a la luz de la lógica y de la razón que no dicen
que la salud no puede ser el resultado de agentes mortíferos externos.
Pongamos un ejemplo para diferenciar los
criterios que se pueden usar para curar. Supongamos una casa plagada de bichos
como cucarachas, moscas, chinches, etc. Su dueño, empeñado en concluir con esta
verdadera infección busca un técnico de la escuela alópata, el cual, siguiendo
la teoría microbiana, instala en dicha casa un laboratorio de venenos para con
ellos hacer diarias y repetidas fumigaciones e irrigaciones de pisos, paredes y
techos.
Al principio parece probado el éxito del
método, pues por todas partes aparecen cadáveres de los incómodos huéspedes,
pero antes de los esperados vuelven a presentarse los enemigos, que periódicamente
reaparecen.
El propietario, que ha constatado deterioros
en pinturas, paredes y maderas del edificio, sin que se haya vencido
completamente la infección, resuelve cambiar de sistema y entrega la
responsabilidad a un técnico naturista.
Este, que sabe que el microbio no vive sino de
impurezas y suciedades, sin atacar directamente a los insectos enemigos, hace
un aseo esmerado de pisos, techos, paredes y rincones de las habitaciones y
dependencias, consiguiendo en breve tiempo dejar la casa permanentemente libre
de los bichos y sin producir deterioros en el edificio.
La medicina alópata se empeña en perseguir al
microbio que considera como causante de las enfermedades y, por destruirlo,
arruina y mata al organismo donde aloja. En cambio, mi doctrina, que sólo ve al
microbio como efecto de la enfermedad que está constituida por acumulación de inmundicias
en el cuerpo, procede a limpiar el organismo, quitándole al microbio el terreno
favorable a su desarrollo, con lo que desaparecen tanto dolencia como su
efecto.
No olvidemos que el mejor “remedio” es una
buena digestión, la cual requiere del Equilibrio Térmico del cuerpo.
Autor: Manuel Lezaeta Acharan
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