23 CASOS DE CURACIÓN

Salud Natural en Línea

Tumor cerebral que no existía

El niño E. M., de siete años de edad, llevaba 22 días en cama víctima de terribles dolores de cabeza y supuración del oído derecho. Las radiografías mostraron a los médicos especialistas un tumor en el cerebro con lesión en el hueso. Resolvieron operarlo al lunes siguiente, pero tuve la oportunidad de verlo el viernes anterior.
Examiné su iris y descubrí la presencia de un proceso purulento bien localizado, debido a putrefacción digestiva, pero ningún tumor ni lesión del hueso.

Siguiendo mis indicaciones se combatió la fiebre del interior del vientre lo mismo que la
inflamación y calentura local en el oído. Cuando los médicos tuvieron junta el domingo, el niño ya no tenía dolores ni fiebre. Clamaron que no creían en milagros y el niño permaneció en observación durante 20 días, hasta que quedó completamente recuperado. Han pasado 20 años y, hoy día, es un joven fuerte y sano.

Hernia descubierta por rayos X y desmentida por el iris

Un caso similar es el de M.G., a quien los médicos estaban por operar de una hernia
diafragmática. Por consejo de unos amigos, este señor vino a verme a última hora, el examen de su iris reveló que no existía la mentada lesión del diafragma. No sin trabajo lo convencí de adoptar mi tratamiento; al cabo de cuatro semanas estaba libre de dolencias y dos años después goza de cabal salud.

Tumor uterino

Una señora iba a ser operada de un tumor en el útero, pero yo le aconsejé evitar la intervención quirúrgica, prescribiéndole un tratamiento para descongestionar profundamente el interior de su vientre y activar la circulación sanguínea de su piel. A las seis semanas de seguir mis prescripciones tuvo fuertes dolores y malestar general, así que llamó a su médico. Este se dispuso a hacer un examen del vientre de la enferma y, con gran sorpresa, no tuvo más trabajo que recibir en sus manos un tumor duro y del tamaño de la cabeza de un recién nacido, que el organismo expulsó por su propia cuenta.

Graves consecuencias de la gripe descuidada

Un joven de 26 años fue víctima de una gripe que descuidó. Tuvo alta fiebre interna que produjo mortal enfriamiento del exterior de su cuerpo. Con todos los órganos internos seriamente afectados por el congestionamiento, estaba al borde de la muerte cuando mi intervención fue solicitada. Para equilibrar las temperaturas era necesario actuar con vapor sobre la piel, pero como el corazón estaba muy débil no se podía aplicar de manera general. Resolví llevar la plétora sanguínea hacia las extremidades. 

Envolvimos las pantorrillas, pies, antebrazos y manos del enfermo con saquitos de semillas de flores de heno, calientes y estrujados, haciendo previamente frotación entera de agua fría. Antes de una hora el enfermo había recobrado el conocimiento y podía respirar libremente. Se aplicaron frotaciones de agua fría a todo el cuerpo cada hora durante el día y cataplasma de lodo sobre el vientre durante la noche, además de dieta cruda de frutas, con todo lo cual recuperó la salud.

Las operaciones quirúrgicas no son necesarias

A R. A., de 30 años, le iban a practicar una operación para extraerle un supuesto absceso del bajo vientre que le causaba terribles dolores y lo mantenía en cama. Momentos antes de la cirugía me pidieron mi opinión y descubrí en su iris la presencia de abundantes materias morbosas, acumuladas en las proximidades de las salidas del intestino y las vías urinarias. 

Comenté que la intervención no sólo era innecesaria sino peligrosa, pues las materias corrompidas, no estaban aisladas en una bolsa, sino impregnando todos los tejidos próximos al ano, buscarían una salida por la herida de modo que podían fácilmente invadir el peritoneo y causar la muerte por intoxicación de la sangre. Mi criterio fue aceptado y a los dos días de seguir mis instrucciones, tras agudos dolores, se le abrieron dos fistulas al enfermo al lado izquierdo del ano, dando salida a más de un litro de materia corrompida. Se obtuvo una operación sin sangre, realizada por la sabia Naturaleza.

Enfermedades de la infancia

En cierta ocasión me trajeron una criatura de siete meses que, después de cuatro de hospital, había sido desahuciada. Su vientre estaba tan abultado como flaco su cuerpo; los ojos ya no se abrían por falta de fuerzas y una respiración fatigada y anhelante denunciaba la calentura que consumía sus entrañas. Tenía una terrible inflamación del intestino y la vejiga daba salida continua a materias fétidas y acuosas.

Como la madre estaba enferma sólo pudo darle pecho a este niño durante tres meses, después de los cuales lo empezaron a alimentar con leche de vaca y alimentos industrializados. Era preciso combatir la fiebre interna y llevar al estómago alimentos frescos y vivos que evitaran putrefacciones. 

Todo esto se logró en pocas semanas, manteniendo al niño con las piernas al sol por largas horas, con el resto del cuerpo a la luz y cataplasma de lodo que envolvía todo el tronco, día y noche, cambiándola cada cuatro horas en el día. Lechadas de almendras dulces sin azúcar, cada vez que quisiera el enfermito y más adelante fruta cruda fueron sus alimentos salvadores. Después de un año, este niño es un exponente de salud.

La maternidad negada por la ciencia es obtenida por el Equilibrio Térmico

La señora García, de 27 años, en tres de matrimonio había tenido dos embarazos que, llegados a término, desembocaron en operaciones cesáreas cuyo producto fue un feto destrozado. Se decía que su pelvis anormalmente pequeña y sus criaturas excesivamente grandes obligaban a extraer, despedazado, el producto de sus entrañas.

Yo descubrí en su iris una grave intoxicación por estreñimiento crónico, del cual surgía una inflamación de todo su vientre. Efectivamente, con un feto hinchado y pelvis de tejidos inflamados, cuya abertura se reducía por la hinchazón de sus bordes, el parto era imposible. Pero, eliminando las causas de toda esa inflamación y descongestionando los órganos del bajo .vientre, se permitiría el libre paso al feto.

Mi punto de vista fue aceptad, esta mujer se sometió a un régimen alimenticio de frutas y ensaladas crudas con nueces y almendras dulces, además de la diaria activación de su piel con frotación de agua fría al despertar, sudoraciones al sol y baños genitales. El parto de esta mujer fue tan normal que casi no tuvo dolores. Veinte años después, es madre de catorce hijos.

Fractura expuesta de una pierna

El obrero Vicente Rojas, al caer de un andamio, se fracturó la pierna izquierda, cerca del tobillo, rompiéndose la piel, por donde salieron los huesos. Hospitalizado durante 20 días, al fin se le notificó que le amputarían la pierna. Entonces me llamaron y comprendí la gravedad del caso, pues había una descomposición gangrenosa en las heridas. Aconsejé al enfermo, que se trasladara a su casa para aplicar mi tratamiento. 

Lo primero .que hicimos fue colocar los huesos en su lugar y dadas sus condiciones de inmovilidad, se le pasaba por el cuerpo frotación de agua fría tres a cuatro veces al día. Al despertar y antes de dormir curábamos las heridas, recibiendo en ellas durante diez o quince minutos vapor de limpia plata con flores de árnica, luego, con una tetera, chorro de esta agua en la parte enferma, aplicando en seguida las mismas hierbas del
cocimiento y cataplasma de fenogreco.

Con las frotaciones de agua fría se despertaba la actividad vital y se ponían en acción las defensas orgánicas; el vapor purificaba la herida; el lavado con el cocimiento de hierbas despertaba los tejidos muertos y favorecía la eliminación de materias extrañas; las hierbas estimulaban la cicatrización y el fenogreco expulsaba la pus impidiendo que pasara a la sangre. La dieta adecuada y la puerta abierta día y noche para que entrara aire puro, colocaron al organismo en condiciones para realizar la curación.

Después de cicatrizadas las heridas, vinieron fuertes dolores en el talón que le impedían andar. Con vapores locales y fenogreco, se logró hacer salir en pocos días una astilla de hueso negro que el organismo expulsó, sin necesidad de ayuda extraña, normalizándose todo definitivamente. A los veinte días, nuestro enfermo anduvo con muletas y, antes de dos meses, pudo caminar solo con ayuda de un bastón.

Envenenamiento por óxido de Carbono

El periódico "La Nación", de Santiago de Chile, publicó el siguiente artículo: Extraordinaria curación por los métodos naturales. "El lunes 18 del pasado mes fueron encontrados moribundos el administrador de mi fábrica y su esposa en su dormitorio, en donde habían dejado la noche anterior un brasero con carbón para temperar el ambiente frío. 

Fueron llevados al hospital en donde se atendió de preferencia a la mujer, pues siendo más joven, 22 años, ofrecía mayores posibilidades de recuperarse. Su marido, de 28 años, casi no daba señales de vida y se le dejó en observación. Los médicos decidieron hacer una transfusión para cambiar la sangre envenenada de la mujer. Primero reaccionó favorablemente, pero en seguida se agravó y expiró a las dos horas.

Tratándose de uno de mis empicados más útiles y merecedores, debía yo agotar todos los medios para salvar su vida, en vista de lo cual solicité la visita de don Manuel Lezaeta Acharan. Aceptada mi solicitud, el enfermo inmediatamente fue trasladado a su domicilio, donde fue sometido al tratamiento prescrito por el señor Lezaeta, con tan buen resultado, que a las pocas horas se notaba una reacción que, a cada momento, se hizo más franca, hasta llegar a ser definitiva y salvadora antes de cinco días, al cabo de los cuales, el enfermo pudo levantarse para volver a reanudar sus tareas ordinarias. 

Testigo de esta curación casi milagrosa, realizada al margen de los prejuicios que existen contra todo lo que no venga del médico cirujano, me hago un deber en exponerla al público, para que pueda aprovecharse de los beneficios de la cura natural y, al mismo tiempo, señalo a los lectores la obra humanitaria en que está empeñado don Manuel Lezaeta Acharan, a quien públicamente doy mis agradecimientos, junto con mi entusiasta felicitación. (Firmado) Domingo Arteaga.

Tumor tuberculoso en un tobillo

El niño Julio Orrego. de 14 años, estuvo durante tres años sometido a tratamiento médico hospitalario por un tumor tuberculoso del peor aspecto en su tobillo derecho. La inflamación de los tejidos era extraordinaria y comprometía la piel, los músculos y el hueso. La situación era tal que se condenó al niño a sufrir la amputación de su pierna. Como último recurso me trajeron al niño enfermo. 

Comprobé en el iris de sus ojos estreñimiento crónico que acumulaba materias corrompidas en la parte afectada por el tumor. Este no era sino la defensa orgánica que no debía sofocarse, como lo habían hecho los médicos. Normalizamos su digestión y eliminaciones, favoreciendo la salida de materia corrompida por las bocas del tumor, evitando la producción de nuevas impurezas mediante una dieta de frutas. Al cabo de ocho meses el enfermo había recuperado su salud completa. 

El tumor desapareció, cicatrizaron las fistulas y la pierna quedó tan buena como la otra. Lo más interesante fue la "operación quirúrgica" realizada por la Naturaleza, pues el largo tiempo que la articulación del tobillo estuvo en contacto con las materias corrompidas pudrió el hueso, que se convirtió en una masa esponjosa y supurante. Con el tratamiento natural, se purificó la sangre y las defensas naturales expulsaron el hueso podrido y formaron hueso nuevo. 

En el curso del tratamiento, cada 8 o 10 días, aparecía periódicamente un cuerpo extraño que, como una espina se levantaba por alguna boca del tumor y salía, de un día a otro, adherida al fenogreco, que a toda hora se mantuvo sobre las lesiones. Conservamos en nuestro poder once astillas de hueso carcomido por la putrefacción, que el tumor expulsó sin auxilio.

Envenenamiento por exicianuro de mercurio

N. N., una señora de poco menos de 30 años de edad, ingirió dos pastillas de oxicianuro de mercurio. Los médicos le dieron contravenenos, practicaron el lavado de estómago, intestinos y riñones, aplicaron sueros antitóxicos y numerosas inyecciones para paliar los diversos síntomas. Desgraciadamente, después de una semana de esfuerzos, ésta se encontraba al borde de la muerte. Como último recurso fui llamado para que "salvara " a la señora.

Me encontré con un cuerpo insensible, sin calor y que respiraba débil y trabajosamente; el pulso era rapidísimo y casi imperceptible. A pesar de todos los esfuerzos de los médicos, la enferma no había logrado sudar, ni orinar ni evacuar en siete días. Era preciso devolver su Equilibrio Térmico al cuerpo, normalizar la circulación de la sangre
descongestionando los órganos internos y congestionando la piel y las extremidades.

Con envolturas calientes de semillas de pasto miel en las piernas y brazos, antes de media hora logramos que la enferma sudara, proceso que se mantuvo por espacio de cinco horas, produciendo abundante eliminación de venenos, con lo que recobró el uso de sus sentidos, antes paralizados. 

La desintoxicación producida por este sudor abundante levantó las defensas naturales y se presentó fiebre externa, lo que permitió hacer a la enferma seis frotaciones de agua fría, una cada hora, estimulando la actividad general del organismo y activando las eliminaciones por la piel y los riñones. 

Durante la noche durmió con fajado de lodo frío alrededor de todo el tronco, con el cual se desinflamaron riñones y órganos del vientre, consiguiéndose eliminar más de un litro de orina, abundante evacuación intestinal y, lo que es más admirable, la expulsión de un feto descompuesto, después de siete días de permanecer muerto en el vientre. Durante el tratamiento la enferma guardó ayuno absoluto, ingiriendo sólo repetidos sorbos de agua fría. 

Equilibrando las temperaturas del cuerpo, en ocho días la enferma pudo abandonar el lecho. Después de dos años, hemos tenido el gusto de recibir su visita, acompañada de su esposo y de un hermoso niño.

Tuberculosis ósea

Algunos años atrás tuve la oportunidad de asistir a un pequeño de apenas seis años de edad. El niño Darío Sierra había recorrido hospitales y soportado dos intervenciones quirúrgicas. Como conocía al administrador del último hospital en donde estuvo internado, pude atender al niño entonces cubierto de llagas del peor aspecto, en la cara, manos y piernas. 

Me llamó especialmente la atención el codo derecho que presentaba un tumor supurante del tamaño de la cabeza del niño, con siete fistulas por donde manaba continuamente humor fétido. Además había otras llagas similares en el pecho y el costado. Resolví encargarme del caso ante la extrañeza de quienes lo conocían. 

Transcurridos dos meses de tratamiento el enfermo tuvo una crisis que lo llevó a la cama con fiebre alta y erupciones generales de todo su cuerpo. Sometido a dieta de frutas, aplicaciones locales de fenogreco, envolturas húmedas, frotaciones y vapores, después de veinte días se levantó en un impresionante estado de flacura. 

Suavizamos el régimen prescrito hasta que luego de ocho meses se restableció completamente, cerraron todas las lesiones y quedó sólo con las cicatrices de las siete bocas del tumor del codo. Poseo dos certificados hechos por médicos que atendieron al niño Darío, habiéndolo dado por incurable y que más tarde reconocieron haber sido testigos de la curación por mis metodos.

Autor: Manuel Lezaeta Acharan

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