El
niño E. M., de siete años de edad, llevaba 22 días en cama víctima
de terribles dolores de cabeza
y supuración del oído derecho. Las radiografías mostraron a los
médicos especialistas un tumor
en el cerebro con lesión en el hueso. Resolvieron operarlo al lunes
siguiente, pero tuve la oportunidad
de verlo el viernes anterior.
Examiné
su iris y descubrí la presencia de un proceso purulento bien
localizado, debido a putrefacción
digestiva, pero ningún tumor ni lesión del hueso.
Siguiendo
mis indicaciones se combatió la fiebre del interior del vientre lo
mismo que la
inflamación
y calentura local en el oído. Cuando los médicos tuvieron junta el
domingo, el niño ya no
tenía dolores ni fiebre. Clamaron que no creían en milagros y el
niño permaneció en observación
durante 20 días, hasta que quedó completamente recuperado. Han
pasado 20 años y,
hoy día, es un joven fuerte y sano.
Hernia descubierta por rayos X y desmentida por el iris
Un
caso similar es el de M.G., a quien los médicos estaban por operar
de una hernia
diafragmática.
Por consejo de unos amigos, este señor vino a verme a última hora,
el examen de su
iris reveló que no existía la mentada lesión del diafragma. No sin
trabajo lo convencí de adoptar mi
tratamiento; al cabo de cuatro semanas estaba libre de dolencias y
dos años después goza de cabal
salud.
Tumor uterino
Una
señora iba a ser operada de un tumor en el útero, pero yo le
aconsejé evitar la intervención quirúrgica,
prescribiéndole un tratamiento para descongestionar profundamente el
interior de su vientre
y activar la circulación sanguínea de su piel. A las seis semanas
de seguir mis prescripciones
tuvo fuertes dolores y malestar general, así que llamó a su médico.
Este se dispuso a
hacer un examen del vientre de la enferma y, con gran sorpresa, no
tuvo más trabajo que recibir en
sus manos un tumor duro y del tamaño de la cabeza de un recién
nacido, que el organismo expulsó
por su propia cuenta.
Graves consecuencias de la gripe descuidada
Un
joven de 26 años fue víctima de una gripe que descuidó. Tuvo alta
fiebre interna que produjo mortal
enfriamiento del exterior de su cuerpo. Con todos los órganos
internos seriamente afectados por
el congestionamiento, estaba al borde de la muerte cuando mi
intervención fue solicitada. Para equilibrar
las temperaturas era necesario actuar con vapor sobre la piel, pero
como el corazón estaba
muy débil no se podía aplicar de manera general. Resolví llevar la
plétora sanguínea hacia las
extremidades.
Envolvimos las pantorrillas, pies, antebrazos y manos
del enfermo con saquitos de
semillas de flores de heno, calientes y estrujados, haciendo
previamente frotación entera de agua
fría. Antes de una hora el enfermo había recobrado el conocimiento
y podía respirar libremente. Se aplicaron frotaciones de agua fría a todo el cuerpo cada hora
durante el día y cataplasma
de lodo sobre el vientre durante la noche, además de dieta cruda de
frutas, con todo lo cual
recuperó la salud.
Las operaciones quirúrgicas no son necesarias
A
R. A., de 30 años, le iban a practicar una operación para extraerle
un supuesto absceso del bajo vientre
que le causaba terribles dolores y lo mantenía en cama. Momentos
antes de la cirugía me pidieron
mi opinión y descubrí en su iris la presencia de abundantes
materias morbosas, acumuladas
en las proximidades de las salidas del intestino y las vías
urinarias.
Comenté que la intervención
no sólo era innecesaria sino peligrosa, pues las materias
corrompidas, no estaban aisladas
en una bolsa, sino impregnando todos los tejidos próximos al ano,
buscarían una salida por
la herida de modo que podían fácilmente invadir el peritoneo y
causar la muerte por intoxicación
de la sangre. Mi
criterio fue aceptado y a los dos días de seguir mis instrucciones,
tras agudos dolores, se le abrieron
dos fistulas al enfermo al lado izquierdo del ano, dando salida a más de un litro de materia
corrompida. Se obtuvo una operación sin sangre, realizada por la
sabia Naturaleza.
Enfermedades de la infancia
En
cierta ocasión me trajeron una criatura de siete meses que, después
de cuatro de hospital, había
sido desahuciada. Su vientre estaba tan abultado como flaco su
cuerpo; los ojos ya no se abrían
por falta de fuerzas y una respiración fatigada y anhelante
denunciaba la calentura que consumía
sus entrañas. Tenía una terrible inflamación del intestino y la
vejiga daba salida continua a
materias fétidas y acuosas.
Como
la madre estaba enferma sólo pudo darle pecho a este niño durante
tres meses, después de los
cuales lo empezaron a alimentar con leche de vaca y alimentos
industrializados. Era preciso combatir
la fiebre interna y llevar al estómago alimentos frescos y vivos que
evitaran putrefacciones.
Todo esto se logró en pocas
semanas, manteniendo al niño con las piernas al sol por
largas horas, con el resto del cuerpo a la luz y cataplasma de lodo
que envolvía todo el tronco, día
y noche, cambiándola cada cuatro horas en el día. Lechadas de
almendras dulces sin azúcar, cada
vez que quisiera el enfermito y más adelante fruta cruda fueron sus
alimentos salvadores. Después
de un año, este niño es un exponente de salud.
La maternidad negada por la ciencia es obtenida por el Equilibrio Térmico
La
señora García, de 27 años, en tres de matrimonio había tenido dos
embarazos que, llegados a término,
desembocaron en operaciones cesáreas cuyo producto fue un feto
destrozado. Se decía que
su pelvis anormalmente pequeña y sus criaturas excesivamente grandes
obligaban a extraer, despedazado,
el producto de sus entrañas.
Yo
descubrí en su iris una grave intoxicación por estreñimiento
crónico, del cual surgía una inflamación
de todo su vientre. Efectivamente, con un feto hinchado y pelvis de
tejidos inflamados, cuya
abertura se reducía por la hinchazón de sus bordes, el parto era
imposible. Pero, eliminando las
causas de toda esa inflamación y descongestionando los órganos del
bajo .vientre, se permitiría
el libre paso al feto.
Mi
punto de vista fue aceptad, esta mujer se sometió a un régimen
alimenticio de frutas y ensaladas
crudas con nueces y almendras dulces, además de la diaria activación
de su piel con
frotación de agua fría al despertar, sudoraciones al sol y baños
genitales. El
parto de esta mujer fue tan normal que casi no tuvo dolores. Veinte
años después, es madre de
catorce hijos.
Fractura expuesta de una pierna
El
obrero Vicente Rojas, al caer de un andamio, se fracturó la pierna
izquierda, cerca del tobillo, rompiéndose
la piel, por donde salieron los huesos. Hospitalizado durante 20
días, al fin se le
notificó que le amputarían la pierna. Entonces
me llamaron y comprendí la gravedad del caso, pues había una
descomposición gangrenosa
en las heridas. Aconsejé al enfermo, que se trasladara a su casa
para aplicar mi tratamiento.
Lo primero .que hicimos fue colocar los huesos en su lugar y dadas
sus condiciones
de inmovilidad, se le pasaba por el cuerpo frotación de agua fría
tres a cuatro veces
al día. Al despertar y antes de dormir curábamos las heridas,
recibiendo en ellas durante
diez o quince minutos vapor de limpia plata con flores de árnica,
luego, con una tetera, chorro de esta agua en la parte enferma, aplicando en seguida las
mismas hierbas del
cocimiento
y cataplasma de fenogreco.
Con
las frotaciones de agua fría se despertaba la actividad vital y se
ponían en acción las defensas
orgánicas; el vapor purificaba la herida; el lavado con el
cocimiento de hierbas despertaba
los tejidos muertos y favorecía la eliminación de materias
extrañas; las hierbas estimulaban
la cicatrización y el fenogreco expulsaba la pus impidiendo que
pasara a la sangre. La dieta
adecuada y la puerta abierta día y noche para que entrara aire puro,
colocaron al organismo en
condiciones para realizar la curación.
Después
de cicatrizadas las heridas, vinieron fuertes dolores en el talón
que le impedían andar. Con
vapores locales y fenogreco, se logró hacer salir en pocos días una
astilla de hueso negro que
el organismo expulsó, sin necesidad de ayuda extraña,
normalizándose todo definitivamente. A
los veinte días, nuestro enfermo anduvo con muletas y, antes de dos
meses, pudo caminar solo con
ayuda de un bastón.
Envenenamiento por óxido de Carbono
El
periódico "La Nación", de Santiago de Chile, publicó el
siguiente artículo: Extraordinaria curación
por los métodos naturales. "El
lunes 18 del pasado mes fueron encontrados moribundos el
administrador de mi fábrica y su esposa
en su dormitorio, en donde habían dejado la noche anterior un
brasero con carbón para temperar
el ambiente frío.
Fueron llevados al hospital en donde se atendió
de preferencia a la mujer,
pues siendo más joven, 22 años, ofrecía mayores posibilidades de recuperarse. Su marido, de
28 años, casi no daba señales de vida y se le dejó en observación.
Los médicos decidieron hacer
una transfusión para cambiar la sangre envenenada de la mujer.
Primero reaccionó favorablemente,
pero en seguida se agravó y expiró a las dos horas.
Tratándose de
uno de mis empicados
más útiles y merecedores, debía yo agotar todos los medios para
salvar su vida, en vista
de lo cual solicité la visita de don Manuel Lezaeta Acharan.
Aceptada mi solicitud, el enfermo inmediatamente
fue trasladado a su domicilio, donde fue sometido al tratamiento
prescrito por el señor
Lezaeta, con tan buen resultado, que a las pocas horas se notaba una
reacción que, a cada momento,
se hizo más franca, hasta llegar a ser definitiva y salvadora antes
de cinco días, al cabo de
los cuales, el enfermo pudo levantarse para volver a reanudar sus
tareas ordinarias.
Testigo de esta
curación casi milagrosa, realizada al margen de los prejuicios que
existen contra todo lo que no
venga del médico cirujano, me hago un deber en exponerla al público,
para que pueda aprovecharse
de los beneficios de la cura natural y, al mismo tiempo, señalo a
los lectores la obra humanitaria
en que está empeñado don Manuel Lezaeta Acharan, a quien
públicamente doy mis agradecimientos,
junto con mi entusiasta felicitación. (Firmado) Domingo
Arteaga.
Tumor tuberculoso en un tobillo
El
niño Julio Orrego. de 14 años, estuvo durante tres años sometido a
tratamiento médico hospitalario
por un tumor tuberculoso del peor aspecto en su tobillo derecho. La
inflamación de los tejidos
era extraordinaria y comprometía la piel, los músculos y el hueso.
La situación era tal que se
condenó al niño a sufrir la amputación de su pierna. Como último
recurso me trajeron al niño enfermo.
Comprobé en el iris de sus ojos estreñimiento crónico que
acumulaba materias corrompidas
en la parte afectada por el tumor. Este no era sino la defensa
orgánica que no debía sofocarse,
como lo habían hecho los médicos. Normalizamos su digestión y
eliminaciones, favoreciendo
la salida de materia corrompida por las bocas del tumor, evitando la
producción de nuevas
impurezas mediante una dieta de frutas. Al
cabo de ocho meses el enfermo había recuperado su salud completa.
El
tumor desapareció, cicatrizaron
las fistulas y la pierna quedó tan buena como la otra. Lo
más interesante fue la "operación quirúrgica" realizada
por la Naturaleza, pues el largo tiempo que
la articulación del tobillo estuvo en contacto con las materias
corrompidas pudrió el hueso, que
se convirtió en una masa esponjosa y supurante. Con el tratamiento
natural, se purificó la sangre
y las defensas naturales expulsaron el hueso podrido y formaron hueso
nuevo.
En el curso del tratamiento, cada 8 o 10 días, aparecía periódicamente un cuerpo
extraño que, como una espina
se levantaba por alguna boca del tumor y salía, de un día a otro,
adherida al fenogreco, que
a toda hora se mantuvo sobre las lesiones. Conservamos en nuestro
poder once astillas de hueso
carcomido por la putrefacción, que el tumor expulsó sin auxilio.
Envenenamiento por exicianuro de mercurio
N.
N., una señora de poco menos de 30 años de edad, ingirió dos
pastillas de oxicianuro de mercurio.
Los médicos le dieron contravenenos, practicaron el lavado de
estómago, intestinos y riñones,
aplicaron sueros antitóxicos y numerosas inyecciones para paliar los
diversos síntomas. Desgraciadamente,
después de una semana de esfuerzos, ésta se encontraba al borde de
la muerte. Como último recurso fui llamado para que "salvara " a la
señora.
Me
encontré con un cuerpo insensible, sin calor y que respiraba débil
y trabajosamente; el pulso era
rapidísimo y casi imperceptible. A pesar de todos los esfuerzos de
los médicos, la enferma no
había logrado sudar, ni orinar ni evacuar en siete días. Era preciso devolver su Equilibrio Térmico al cuerpo, normalizar la
circulación de la sangre
descongestionando
los órganos internos y congestionando la piel y las extremidades.
Con
envolturas calientes de semillas de pasto miel en las piernas y
brazos, antes de media hora logramos
que la enferma sudara, proceso que se mantuvo por espacio de cinco
horas, produciendo
abundante eliminación de venenos, con lo que recobró el uso de sus
sentidos, antes paralizados.
La
desintoxicación producida por este sudor abundante levantó las
defensas naturales y se presentó
fiebre externa, lo que permitió hacer a la enferma seis frotaciones
de agua fría, una cada hora,
estimulando la actividad general del organismo y activando las
eliminaciones por la piel y los riñones.
Durante
la noche durmió con fajado de lodo frío alrededor de todo el
tronco, con el cual se desinflamaron
riñones y órganos del vientre, consiguiéndose eliminar más de un
litro de orina, abundante
evacuación intestinal y, lo que es más admirable, la expulsión de un feto descompuesto,
después de siete días de permanecer muerto en el vientre. Durante
el tratamiento la enferma guardó ayuno absoluto, ingiriendo sólo
repetidos sorbos de agua fría.
Equilibrando
las temperaturas del cuerpo, en ocho días la enferma pudo abandonar
el lecho. Después
de dos años, hemos tenido el gusto de recibir su visita, acompañada
de su esposo y de un
hermoso niño.
Tuberculosis ósea
Algunos
años atrás tuve la oportunidad de asistir a un pequeño de apenas
seis años de edad. El niño
Darío Sierra había recorrido hospitales y soportado dos
intervenciones quirúrgicas. Como conocía
al administrador del último hospital en donde estuvo internado, pude
atender al niño entonces
cubierto de llagas del peor aspecto, en la cara, manos y piernas.
Me
llamó especialmente la
atención el codo derecho que presentaba un tumor supurante del
tamaño de la cabeza del niño, con
siete fistulas por donde manaba continuamente humor fétido. Además
había otras llagas similares
en el pecho y el costado. Resolví
encargarme del caso ante la extrañeza de quienes lo conocían.
Transcurridos dos meses de
tratamiento el enfermo tuvo una crisis que lo llevó a la cama con
fiebre alta y erupciones generales
de todo su cuerpo. Sometido a dieta de frutas, aplicaciones locales
de fenogreco, envolturas
húmedas, frotaciones y vapores, después de veinte días se levantó
en un impresionante
estado de flacura.
Suavizamos el régimen prescrito hasta que luego
de ocho meses se
restableció completamente, cerraron todas las lesiones y quedó sólo
con las cicatrices de las siete
bocas del tumor del codo. Poseo
dos certificados hechos por médicos que atendieron al niño Darío,
habiéndolo dado por incurable
y que más tarde reconocieron haber sido testigos de la curación por
mis metodos.
Autor: Manuel Lezaeta Acharan
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