02 DEPURACIÓN CORPORAL

Salud Natural en Línea

LOS EMUNTORIOS

EL HÍGADO

Si hubiese que optar por un único emuntorio para estimular, sin dudas habría que   ocuparse de  él.  Del  correcto  funcionamiento  hepático  depende  el organismo todo. Situado bajo el diafragma, en la parte superior derecha de la cavidad abdominal, el hígado es el órgano de la vitalidad, la asimilación y la desintoxicación.   Tiene  gran  cantidad  de  tareas  (digestivas, depurativas, hormonales, etc.), habiéndosele inventariado casi seiscientas funciones orgánicas.

El hígado cumple un papel primordial en todas las funciones vitales, a tal punto  que es el productor de la albúmina. Esta sustancia es la base de nuestra  materia viva y sobre todo de la inmunología. Ahora se comienza comprender que las células cancerígenas son degeneraciones que tienen que ver con albúmina  defectuosa, consecuencia directa del mal funcionamiento hepático.Pero dado el contexto de este trabajo, nos ocuparemos principalmente de sus funciones depurativas.

El hígado no sólo filtra y elimina desechos, sino que también se ocupa de neutralizar venenos, toxinas, microbios y sustancias cancerígenas. Mata virus y  microbios,  desactiva  y  evacúa las  sustancias  tóxicas  que  ingresan  al organismo por diferentes vías, purifica la sangre de residuos del metabolismo celular y elimina desechos de fermentaciones y putrefacciones intestinales. O sea que debe  lidiar con todas las problemáticas del modernismo... ¡¡¡y al mismo tiempo!!!

A nivel farmacológico, es bien conocida la importante función del hígado en los procesos que tienen que ver con el mecanismo de acción de las drogas. La mayoría de ellas deben pasar por el hígado: algunas se activan allí y otras son desactivadas  por  él, pues le resultan tóxicas. Por esta razón se prescriben dosis elevadas de  ciertos fármacos, a fin de compensar este mecanismo de desactivación. 

Sabiendo esto, es sencillo imaginar qué sucede en un paciente medicado, cuya función hepática está comprometida (algo bastante frecuente y hasta lógico, considerando  que  este órgano es generalmente el primero en acusar los desórdenes corporales): algunos fármacos no le surten efecto (aún en altas dosis) y otros lo intoxican gravemente (aún en bajas dosis).

El hígado posee una temperatura de funcionamiento más alta que el resto del organismo (entre 39 y 41°C), por lo cual siempre le resulta benéfico el aporte de calor, elemento que facilita su trabajo. Aplicar una bolsa de agua caliente en  la   zona  hepática  apenas  después de  una  comida  copiosa, es  un procedimiento  que  por  simple,  no  deja  de  ser tremendamente efectivo  e inocuo.

Otra de las tareas hepáticas es la secreción continua de bilis. Esta sustancia, luego almacenada y dosificada oportunamente por la vesícula biliar, tiene múltiples   funciones: digestión  de  grasas,  estimulación  del  peristaltismo intestinal  (ciertos  estreñimientos se deben  a  su  carencia),  evacuación  de toxinas  y  excesos  (entre   ellos,  el  colesterol) desde el  hígado  hacia los intestinos, etc.

El funcionamiento de la vesícula biliar se ve afectado por varios factores: la relentización del funcionamiento hepático por agotamiento, el espesamiento de la bilis por sobrecarga de desechos y los espasmos por tensión nerviosa. Esto, más  allá  de  dificultar  el  proceso digestivo,  genera  un estancamiento  y espesamiento de la bilis; los desechos presentes en ella comienzan a formar arenillas y luego se convierten en cálculos. 

La habitual práctica de extirpar la vesícula,  además  de   generar  problemas digestivos  por la  ausencia  de dosificación en los momentos  de necesidad, no resuelve la causa que ha generado la pérdida de tonicidad (consecuencia). Como de costumbre, estamos confundiendo causa con efecto.

SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN HEPATOBILIAR

Si todo anda bien, no tenemos motivo para darnos cuenta de su trabajo y la digestión  se realiza  sin  problemas.  Por  el  contrario,  los  inconvenientes digestivos  en  general,  nos advierten  que  algo  anda  mal  en  el  sistema hepatobiliar. La medicina oriental clasifica a hígado y vesícula como órganos pares, es decir que se afectan mutuamente: si está mal uno, también está mal el otro y viceversa.

Dado que el hígado interviene en gran cantidad de funciones corporales, los síntomas  de malfunción  son  muy  variados.  Dificultades  para  asimilar alimentos (sobre todo grasas, huevos, fritos, lácteos, salsas, etc.), inapetencia, dolores  de  cabeza  luego  de  comer,  boca pastosa,  lengua blancuzca o amarillenta, sabor amargo en la boca, hinchazón de vientre, acumulación de gases, nauseas, vértigo, piel amarillenta, cutis graso, granos, catarro.

estreñimiento, heces en forma de confites o poco consistentes y de color amarillento, insomnio en las primeras horas de la noche y dificultades para despertar por la mañana, picazón de piel, caspa, caída del cabello, migrañas, dolor  en  la  nuca,  fatiga  muscular, edemas,  calambres,  mala  circulación venosa, fobia a la luz, problemas de visión; he aquí un repertorio parcial de síntomas que anuncian la necesidad de ocuparse del hígado.

A  nivel  emocional,  el  hígado  desempeña  un  gran  papel.  Ya  vimos  su importancia  en  el manejo  de  la  energía  vital.  Los  antiguos  griegos  lo consideraban la base de las emociones. Su mal funcionamiento genera una característica muy marcada: la ira, acompañada con ganas de gritar o pegar. En  general una perturbación funcional del hígado aporta una sensación de agobio y depresión; incluso la alternancia de euforia con depresión.

Dado que el hígado es responsable de la formación de la albúmina y las hormonas, su malfunción repercute directamente en los sistemas inmunológico y hormonal. Una alergia está indicando que algo no marcha bien a nivel  hepático. Ya nos referimos a la relación albúmina defectuosa células tumorales, por lo cual un cáncer no es más que el reflejo de un hígado en mal estado.  En  general  puede  afirmarse que  todas las  enfermedades  crónicas reflejan el mal estado hepático o bien son su consecuencia directa.

LAS HIERBAS

Si bien se habla de plantas hepáticas y plantas biliares, no hay en la práctica una  línea que divida ambas funciones, o mejor dicho, es muy difícil acertar qué es más importante favorecer. Por ello pueden usarse indistintamente, con la certeza que la mejora de uno repercutirá en el otro ámbito. Esto no hace más que confirmar la validez del concepto oriental que los considera como un único órgano. En general  todos los sabores amargos son benéficos para el funcionamiento hepatobiliar.

Las hierbas más habituales y efectivas son: diente de león, cardo mariano (reconstruye  las células  hepáticas  y  desinflama  los  tejidos  de  sostén), carqueja, canchalagua, genciana, nencia, boldo, achicoria, romero, alcaucil, pájaro bobo, áloe vera, etc. De la medicina oriental surge una infusión muy efectiva: té banchá, una ciruela umeboshi disuelta en la infusión y unas gotas de jengibre rallado (se obtienen exprimiendo la ralladura). 

Tres componentes del  Tónico  Herbario  son  claves  para  el  buen funcionamiento  hepático: bardana,  acedera  y  ruibarbo.  A  nivel  del Botiquín  Homeopático  podemos auxiliarnos con Baccharis y Chelidonium.

LOS ALIMENTOS

Como órgano de la vitalidad corporal, los alimentos vivos favorecen el trabajo del hígado; por el contrario, los alimentos muertos son una carga tóxica. Por alimentos  vivos entendemos frutas y verduras frescas, semillas germinadas (brotes)  o  fermentaciones  (chucrut,  miso, salsa  de  soja,  kéfir,  pickles en salmuera).  En  las  fermentaciones, es  fundamental  que  no se encuentren alteradas por conservantes o procesos de pasteurización, en cuyo caso pasan al bando opuesto: alimentos  muertos. 

En este grupo están los refinados de todo tipo (azúcar blanca, sal refinada, harina blanca, aceites industriales), el alcohol  y  las  sustancias   sintéticas   (margarinas  o  aceites hidrogenados, vitaminas, saborizantes, colorantes, conservantes). No resulta difícil imaginar el daño que genera, sobre todo en los niños, la abundante y periódica ingesta de  gaseosas  y jugos industriales,  compuestos  totalmente  por  sustancias muertas (azúcar, edulcorantes, acidificantes, colorantes, conservantes, etc.).

El  tema  de  los  conservantes  es  gravísimo  en  la  función  hepática,  pues precisamente el poder inhibitorio que los hace útiles para la preservación de los  alimentos,  interfiere seriamente  en  los  numerosos  y  vitales procesos enzimáticos  que  debe  realizar  el hígado. Además,  los  conservantes  son ingeridos en cantidades elevadas y con gran regularidad, pues están presentes en  todos  los   alimentos  industriales  de  consumo  masivo.  Por lo tanto es muy importante el efecto benéfico de las enzimas, localizadas en vegetales crudos, fermentaciones y germinados.

Una sustancia útil para el hígado es el ácido láctico, elemento resultante de muchos procesos ancestrales en la elaboración de alimentos. Los encurtidos en sal son un ejemplo. Un gran generador de ácido láctico es el repollo blanco y su forma  más conocida es el tradicional chucrut de la Europa fría. Sin embargo hay una  forma más sencilla de generar ácido láctico a partir del repollo: el llamado yogurt de repollo. Se pica finamente el repollo blanco, se lo coloca en un recipiente de vidrio cubierto de agua y se lo deja macerar durante tres noches. Al cabo de ese período, se licúa y se bebe, pudiéndoselo mezclar con jugo de frutas para mejorar su sabor.

Además del repollo, las mejores hortalizas para el hígado son: zanahoria, alcaucil, escarola, endivia, apio, rabanito, bardana, nabo, remolacha y las hojas verde oscuras (diente de león, achicoria, perejil, berro, espinaca). Como vimos en las hierbas, preferir siempre los sabores amargos que benefician al hígado. Entre las frutas favorables a la función hepática podemos citar: uva, ciruela, manzana (sobre todo las verdes), palta, cítricos (limón, lima, naranja, pomelo) y frutos de bosque  (frutilla, arándano, frambuesa, mora, cereza). El azúcar de las frutas, la fructuosa, se metaboliza y depura la función hepática.

Otro alimento benéfico para el hígado es la miel de abejas, por su poder depurativo  sobre este  órgano.  La  miel  se  utiliza  en  la  recuperación  de cirróticos  y  alcohólicos;  asimismo se  aconseja  luego  de  haber consumido mucho alcohol, para mitigar la resaca. Para el hígado también son importantes los alimentos ricos en cromo (levadura de cerveza, azúcar integral de  caña), por ser un mineral clave en la función hepática y carente en la moderna alimentación refinada.

El rubro grasas es clave en la función hepática, por ser el órgano que comanda su  metabolismo.  Si  bien  el  tema  lo  profundizamos  en  otra  publicación, digamos  aquí que el hígado depende de la provisión externa de los ácidos grasos esenciales, así llamados por no poder ser sintetizados en el organismo. Estos ácidos  grasos (omega 3 y 6) están presentes en los pescados de agua fría, en las semillas de girasol, lino, soja, sésamo y chía, y en los aceites de ellas obtenidos por simple presión en frío y sin proceso de refinación. Párrafo aparte para las aceitunas y el aceite de oliva de primera presión en frío, base de un antiguo tratamiento purificador del hígado.

Siguiendo con las grasas, veamos aquellas inconvenientes para su normal funcionamiento y decididamente desaconsejables en el proceso depurativo. Ya nos referimos a las nefastas margarinas (aceites vegetales hidrogenados) como producto sintético, absolutamente privo de vitalidad e intoxicante del organismo todo. 

Luego debemos citar a las grasas saturadas, sobre todo las provenientes de animales de cría industrial, que incluyen alto contenido de antibióticos, hormonas sintéticas  y  metales pesados.  En este rubro  se encuadran  los lácteos  y  sus  derivados, que además  reciben  el aporte  de conservantes y aditivos químicos de síntesis. Por último debemos citar las frituras, generalmente realizadas  con aceites de pésima  calidad  y  escasa renovación.

Además de citar alimentos claves para el hígado, debemos tener en cuenta que este verdadero laboratorio central de la química corporal, depende de una adecuada y variada disponibilidad de nutrientes para poder llevar adelante su compleja alquimia: producción de hormonas, redistribución de nutrientes en el organismo, filtrado y eliminación de toxinas, etc. Precisamente, conocer el proceso de desintoxicación hepática, nos permite entender la importancia de una nutrición equilibrada.

Resumidamente, podemos decir que este procedimiento consta de dos fases: preparación y eliminación propiamente dicha. Inicialmente el hígado convierte las  sustancias de desecho en compuestos muy tóxicos, a través de ciertos procesos  que requieren entre otros nutrientes, la presencia de cinc, cobre, selenio, magnesio y vitaminas del grupo B. Inmediatamente viene la segunda fase, durante la cual otros procesos generan compuestos más inocuos, que así pueden ser evacuados sin  problemas por otros órganos. 

Esta última fase también depende de la presencia  de nutrientes claves como azufre glicina, glutatión y vitaminas del grupo B. Por  lógica, ante carencias de las citadas sustancias, o bien se genera dificultosamente la primer fase, o lo que es más grave, se malogra la segunda. En ambos casos el organismo se autointoxica por la incrementada presencia de sustancias venenosas.  O sea que es fácil comprender  cómo  la  carencia  de  nutrientes  termina  por incrementar  la toxemia corporal.

Finalmente y visto que el hígado es un gran operador de toxinas, por sentido común  es absolutamente  aconsejable  evitar  el  consumo  de  dicho órgano proveniente, tanto de animales de cría industrial (el popular paté de hígado), como de pescados de aguas contaminadas (aceite de hígado de bacalao).

OTRAS RECOMENDACIONES

La estimulación de la zona refleja de hígado y vesícula en la planta de los pies, es un mecanismo coadyuvante en todo tipo de problemática hepática, sin contraindicaciones  y sinérgica  con  cualquier  otra  línea  de  acción  que se adopte.  Al  final  encontrará  una ilustración  para  individualizar  las zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica. 

Como vimos, la bolsa de agua caliente, colocada a la derecha del estómago, 10 a 30 minutos, después de una comida copiosa, ofrece un significativo beneficio al   funcionamiento hepático,  sobre  todo  en  caso  de sobrecargas o mal funcionamiento. También ayuda la posición del descanso nocturno: recostados sobre el lado izquierdo, dejaremos sin comprimir el lateral derecho donde se aloja el hígado, facilitando su flujo circulatorio.

Otro factor positivo para el hígado, es atender sus necesidades depurativas, especialmente en  primavera,  época  clave  para  este  órgano,  según  los postulados de la antigua medicina china y de la simple observación de las crisis que todos sufrimos en dicho período. Transcurrido el invierno, el hígado intenta desembarazarse de todos los excesos acumulados en la época de los alimentos densos y calóricos. 

Por ello la necesidad de estar atento y facilitar los mecanismos de evacuación. Una técnica que permite remover y expulsar los residuos grasos es la cura de aceite de oliva. Consiste en ingerir durante 15 días, dos cucharadas de aceite en ayunas (una sola cucharada en casos de cálculos vesiculares), pudiendo agregarse unas gotas de jugo de limón.

Otra técnica casera que ayuda a la desintoxicación hepática por su enérgica acción colerética, es el enema de café. Una sustancia presente en el café (el ácido  palmítico) estimula espectacularmente la producción de una enzima (glutatión  s-transferasa), lo cual se suma a otros principios activos del café. Resumidamente digamos que esta práctica:
  • estimula la actividad y la regeneración celular
  • mejora el equilibrio sodio/potasio en las células
  • capta radicales libres
  • incrementa el flujo biliar
  • dilata los vasos sanguíneos y los conductos biliares
  • relaja la musculatura
  • elimina toxinas cerosas de la sangre
  • alivia depresión, tensión nerviosa, alergias y dolores

El enema de café se prepara con 2 cucharadas soperas de café en grano recién molido  y cuarto litro de agua. Se hace una infusión bien cargada, se cuela bien y se aplica con una cánula. Se retiene 10/15 minutos y luego se evacúa. Dado que en pocos minutos toda la sangre del cuerpo pasa por el hígado, esta práctica  equivale  a  una   diálisis  de  nuestro fluido  sanguíneo.  Es  muy recomendable en enfermedades degenerativas.

LOS INTESTINOS

Son nuestros órganos de relación primaria con el alimento. Á través de estos conductos, los nutrientes que ingresaron al estómago (bolo alimenticio), sufren el  necesario proceso de degradación y asimilación. Por esta misma vía se excretan  los desechos resultantes de todo el acto digestivo. El recorrido se inicia  en  el  intestino delgado (entre 5  y  6  metros de longitud  y  unos  3 centímetros de diámetro) y culmina en el intestino grueso o colon (1,5 metros de largo y hasta 8 centímetros de sección). Si bien se considera que el primero absorbe  nutrientes  y  el  segundo  elimina  desechos,  en  la práctica ambos cumplen las dos funciones, y ambos son importantes en términos de toxemia corporal; por ello los trataremos como un único órgano.

En primera instancia, debemos tomar conciencia que no se trata de metros de conducto inerte. Los intestinos de un organismo vital están formados por tres estructuras complejas e inteligentes: la mucosa, la red de capilares y la flora. Es  importante detenernos un momento para comprender sus características principales, a fin de obrar de acuerdo a sus leyes y así cooperar con su tarea. Lamentablemente  nuestro  moderno  estilo  de  vida  olvida  esta realidad  y perjudica  su  actividad,  sufriendo  las  consecuencias  el  organismo  en  su conjunto. No exageramos afirmando que la gran mayoría de los modernos problemas  de salud,  en  el  fondo  se  generan  como  consecuencia  de  los desórdenes intestinales.

LA MUCOSA INTESTINAL

Es  el  medio  por  el  cual  las  sustancias  nutritivas  provenientes  del  bolo alimenticio, pasan a una compleja red de capilares sanguíneos para llegar al hígado,  órgano  encargado  de transformar  y  redistribuir  los  nutrientes  a través de la sangre. En estado normal, la mucosa, que ocupa unos 300 metros cuadrados de  superficie, funciona como un filtro inteligente, dejando pasar sólo  las  sustancias  bien  digeridas.  Los  alimentos  mal  degradados  y  los residuos tóxicos se ven  obligados a permanecer en el conducto intestinal, hasta ser finalmente evacuados  como materia fecal. 

Pero este principio de funcionamiento  tan  sencillo,  en  la  práctica  se  ve obstaculizado  por gran cantidad de factores que trataremos de resumir seguidamente.

En primer lugar, el delicado sistema de microfiltros que conforma la porosa pared   intestinal, sujeto  a  constante  agresión  (alimentos  mal  digeridos, fermentaciones, putrefacciones, sustancias químicas de todo tipo, antibióticos, venenos, medicamentos, etc.), termina por sufrir cantidad de microlesiones y aumenta su porosidad. Debido a ello, el filtrado se hace defectuoso y logran pasar nutrientes mal degradados y sustancias tóxicas, que llegan rápidamente al hígado, con el consiguiente impacto nocivo para dicho órgano.

Originariamente,  las  mucosas  están  diseñadas  para  soportar  sustancias indeseables, pero es la cantidad y la continuidad de agresiones, lo que termina irritando  y  dañando  su estructura.  Pensemos  por  un  momento en las agresiones  de  todos  los  días:  gaseosas (ricas  en  ácidos  y colorantes), agroquímicos, azúcares industriales, refinados, pésimas combinaciones alimentarias, medicamentos... Un solo dato: se sabe que la aspirina destruye la  mucosa estomacal y sin embargo nuestro país consume diariamente seis millones de unidades!!!

Otra cuestión que afecta a la mucosa intestinal es la relentización del bolo alimenticio, fenómeno conocido como estreñimiento o constipación. Esto se debe a tres causas principales: alimentación carente de fibra (y por tanto de capacidad estimuladora del peristaltismo), sedentarismo (que genera atrofia de los músculos peristálticos), y desórdenes del sistema nervioso (que provocan bloqueos energéticos).

Cuando el alimento se frena en el intestino, hay dos problemas principales: por un  lado se generan mayores fenómenos de fermentación y putrefacción (con la consecuente producción de desechos tóxicos), y por otro se incrementa la reabsorción de sustancias nocivas (los desechos citados y los que deberían ser  evacuados  rápidamente).  

Además  se  forman  costras  en  los  pliegues intestinales (causa de divertículos), lo cual provoca inflamaciones, falta de tono intestinal, incorrecta absorción de nutrientes y caldo de cultivo para el desarrollo  tumoral.  Otra consecuencia  no  menor  del  estreñimiento  y el desarrollo  de  flora putrefactiva,   es  la  proliferación  de  microorganismos nocivos,  como  la escherischia  coli,  causantes  de  infecciones  urinarias  a repetición.

Un aspecto poco conocido de la mucosa intestinal, es su función inmunológica. En la práctica es considerada la primera línea de acción del sistema defensivo, secretando inmunoglobulina A, frente a la presencia de antígenos y alérgenos en el bolo alimenticio. Dicha actividad es proporcional a la presencia de  estos elementos en el alimento, razón por la cual podemos entender el agotamiento inmunológico que provocan alimentos cargados de alérgenos  y antígenos  (el caso  de  los  productos  lácteos),  sobre  todo  en organismos débiles.

LA FLORA INTESTINAL

Pero llega el momento de hablar de la flora intestinal, ese magnífico conjunto de unos cien billones de individuos que puebla y vivifica nuestras mucosas. Sin  este   complejo  mosaico de  criaturas,  pertenecientes  a  cuatrocientas especies  distintas,  los  intestinos serían  un tubo  inerte  y  desde  luego no podrían   realizarse   todos  los  fenómenos  bioquímicos necesarios  para  la correcta asimilación y evacuación de lo ingerido. Muchos ignoran la existencia de este verdadero nicho ecológico que llevamos dentro y muchos más ignoran las reglas   con   las  cuales  funciona  el  equilibrio  de  esta  simbiosis  de microorganismos.  En resumen:  no  sabemos  que  están,  no  sabemos  qué necesitan y no sabemos qué los afecta.

La relación con estos imprescindibles “huéspedes”, debe ser de colaboración recíproca: debemos garantizarles la supervivencia, a fin que nos proporcionen una serie de funciones (esencialmente enzimáticas) que posibilitan la digestión de los  alimentos. La simbiosis natural es perfecta: ellos obtienen energía y sustento de los procesos de desdoblamiento de hidratos, grasas y proteínas, procesos que sólo son posibles gracias a las enzimas que aportan. 

Pocos saben que la degradación inicial de los alimentos (por ejemplo las fibras vegetales) la realiza,  en  muchos casos, la  flora y no los jugos intestinales. Una parte importante de los nutrientes que  ingerimos sirven para alimentar la flora, existiendo por ellos una cierta competencia entre los microorganismos y la mucosa.

Una  función  muy  importante  de  la  flora  normal,  es  su  capacidad  para desdoblar cuerpos grasos, como los ácidos biliares y el colesterol. Al hablar del hígado, vimos que la bilis transporta toxinas y excedentes hacia el intestino. Entre dichos excedentes está el colesterol, con el objeto de ser luego evacuado 

por los  intestinos.  Para  que  esta  evacuación  sea  posible, es  necesario el trabajo  de ciertas bacterias intestinales que lo “digieren” (desdoblan). Si esa población de bacterias no existe o es muy reducida, el colesterol permanece íntegro; debido a ello es reabsorbido por la mucosa intestinal y va rápidamente al flujo sanguíneo.

Esto nos permite entender dos cosas: por qué hay vegetarianos con colesterol elevado y por qué es relativo el efecto de las medicaciones para el colesterol. Mucha gente gasta tiempo, dinero y esfuerzo en el inútil y obsesivo control del índice de colesterol, en lugar de atender las mínimas necesidades de la flora, que, gratuita y naturalmente se ocuparía de ello.

La flora genera un ecológico equilibrio dinámico, gracias al cual se evita el desarrollo de enfermedades en el organismo. Si se mantiene prevalente la población  de  microorganismos normales,  éstos  impiden  que  pobladores peligrosos (otras bacterias o levaduras) puedan afincarse en el medio y les roben  su forma de sustento habitual. Además, la flora normal genera una especie de cobertura de la mucosa digestiva, cubriendo ciertas porosidades, en las cuales  podrían  depositarse microorganismos patógenos; con ello están cumpliendo otra importante tarea de defensa corporal.

Los fluidos digestivos (saliva, jugos gástricos e intestinales) determinan las condiciones para el desarrollo de la flora benéfica e impiden el crecimiento de la flora nociva. Desde hábitos nefastos del modernismo nutricional conspiran en gran forma contra la calidad de dichos fluidos: la mala masticación y el uso de antiácidos.  Es  de  fundamental  importancia la  lenta masticación  y buena ensalivación de los  alimentos, al generarse allí sustancias (como la lisozima) con cierto efecto  antibiótico  contra microorganismos perjudiciales.

Por otra parte,  el  uso  y  abuso  de  antiácidos  estomacales,  al  disminuir la acidez estomacal, anula esta  verdadera  barrera contra bacterias indeseables, que luego  colonizan los  intestinos,  convirtiéndose en huéspedes  crónicos.  Los antiácidos son otra demostración de cómo atacamos efectos y no resolvemos las causas que generan el problema.

El tipo de alimentación que hagamos, determinará la calidad de flora que tengamos. Si bien el tema nutricional lo tratamos aparte, aportaremos aquí algunos conceptos básicos en función a las necesidades de una flora benéfica. Si bien los microorganismos intestinales se benefician de la presencia de fibra, hay tipos y tipos de fibra. Frente a la carencia absoluta de este elemento en la moderna dieta refinada (el proceso industrial la elimina por completo de los alimentos.), se recurre habitualmente a la adición de salvado de trigo, en el intento por compensar la escasez. 

Esta sustancia aislada (similar a la viruta de madera)  resulta agresiva (irrita) y desequilibrada (aporta mucho fósforo, mineral peligrosamente abundante en la actualidad y antagonista del calcio). En contraposición a esta fibra insoluble (no se disuelve en agua), nuestra flora benéfica requiere fibra soluble; mucílagos, pectina, alginatos. Fuentes de fibra soluble son frutas (cáscaras), verduras y específicamente ciertos alimentos como el lino, las algas y la algarroba.

Otro factor que condiciona la flora benéfica es el exceso proteico, algo tan habitual  en  la opulencia  occidental.  Esta abundancia tiene dos  aspectos: cantidad y calidad. Mucha gente no toma consciencia de la suma proteica a lo largo  de  la  jornada:  carne,  pollo,  pescado, lácteos,  fiambres,  picadillos, semillas, legumbres... todo suma a la hora del conteo. Por otra parte, poco se piensa en la digestibilidad de las mismas, existiendo gran diferencia entre las de origen animal (las de pescados resultan las más fácilmente asimilables) y las que provienen de vegetales (cereales, legumbres y semillas).

La consecuencia del exceso proteico es el anormal desarrollo de microorganismos de putrefacción, que se nutren básicamente de este tipo de sustancias. Más allá  de otros mecanismos  de detección del  problema, el olor  de  las deposiciones, como veremos luego, es el mejor termómetro diario para conocer cómo estamos al respecto: una dieta y, por consiguiente, una flora equilibrada, deben generar evacuaciones sin olor.

Si los nutrientes inciden en gran medida sobre el balance ecológico de nuestra flora,  no menor  es  la  influencia de  las  sustancias  químicas  (la  mayoría, sintéticas)  que  por distintas vías  ingresan al  tubo digestivo  y  afectan su equilibrio. Por un lado están los agroquímicos presentes en los alimentos que ingerimos y los aditivos que se utilizan para conservarlos. 

El caso del exceso de fósforo, tema que abordaremos al hablar de los riñones, es un buen ejemplo de la sumatoria de cantidades de un elemento que, en dosis elevadas altera muchos equilibrios, como el de la flora intestinal. Estas sustancias, además de intoxicar la sangre, por su acción  inhibidora de los procesos enzimáticos básicos de la flora, impiden su normal desarrollo.

Pero sin dudas la influencia más grave sobre la flora la ejercen los antibióticos, que nos llegan por variadas vías y en altísimos concentraciones, dada nuestra posición en la cadena alimentaria... y nuestra dependencia de medicamentos.

Obviamente, y como se desprende de su mismo nombre (anti-vida) no hay nada más incompatible y agresivo para los billones de microorganismos que pueblan nuestros intestinos, que la diaria ingesta “goteo” de antibióticos.

Principalmente encontramos antibióticos en los productos animales de cría industrial. Inicialmente  se  inyectan  para  prevenir  y  curar  infecciones, causadas  por  el  sistema antinatural de  crianza. Residuos  de  antibióticos pueden permanecer en tejidos animales hasta 47 días en la zona de inyección y hasta 75 días en ciertos órganos depuradores como los riñones. 

Otra dosis importante de antibióticos se usa a titulo preventivo en el alimento balanceado de los animales: en estos casos los tejidos se saturan de antibióticos y es más difícil  su eliminación  orgánica.  Finalmente  están  los antibióticos  que  se adictivan a los alimentos, sobre  todo en la industria láctea. En diferentes análisis de leches se han llegado a detectar... hasta 29 antibióticos diferentes!!!

Otro gran aporte de antibióticos proviene del exagerado consumo de medicamentos, prescriptos o auto recetados. Gran parte de ellos (no sólo antibióticos, sino también antiácidos, laxantes o drogas inmunosupresoras) se consumen por vía digestiva (superior o inferior) y provocan graves alteraciones en  la  flora  intestinal. 

La más importante es la disbacteriosis (mortandad bacteriana), que además de generar una severa intoxicación hepática (sencillo de comprobar cuando nos recetan un antibiótico), provoca un vacío en el nicho  ecológico  de nuestra  flora.  Ese  lugar  es  rápidamente ocupado  por gérmenes resistentes y  microbios oportunistas. Si bien la medicación nos afecta visiblemente por las altas dosis, se cree que es mucho más nocivo el efecto de las pequeñas pero continuas cantidades que ingerimos con los alimentos.

LA CANDIDIASIS CRÓNICA

Los antibióticos son también responsables de un problema mucho más grave y casi inadvertido en la medicina actual: la candidiasis crónica. Del tema nos ocupamos en otra publicación que analiza detalladamente causas y soluciones; aquí nos referiremos sólo a sus consecuencias sobre la toxemia corporal.

En estado de equilibrio, la misma flora intestinal se ocupa de controlar el desarrollo de una levadura integrante de la misma, la cándida Albicans, útil por cierto en condiciones normales: mantiene el PH intestinal, alimenta la flora,  absorbe materiales pesados, degrada carbohidratos no digeridos, etc. Pero   el   ingreso  cotidiano  de  antibióticos  a  los intestinos, elimina  los microorganismos encargados de controlar su desarrollo y como consecuencia de su  anormal proliferación, la levadura muta forma y se convierte en un hongo que se  adhiere por medio de rizoides a las vellosidades intestinales.

Estos pliegues,  encargados de absorber los nutrientes, se ven cubiertos por cándidas enraizadas;  por ello se hacen difíciles de eliminar y provocan gran cantidad  de  problemas  a todo  el  organismo.  Para  ayudar  a  entender  la magnitud del problema, reproducimos a continuación un listado de síntomas y enfermedades generadas por la candidiasis crónica.

SÍNTOMAS
• Deseos de carbohidratos (pan, azúcares, gaseosas).
• Intolerancia al humo, perfumes y químicos inhalantes.
• Fatiga o somnolencia.
• Depresión.
• Mala memoria.
• Sensación de “irrealidad” o de “flotar”.
• Incapacidad de concentrarse y/o tomar decisiones.
• Sensación de quemazón, hormigueo o entumecimiento.
• Dolor de cabeza o migraña.
• Dolor muscular y/o abdominal.
• Debilidad muscular o parálisis.
• Dolor o inflamación de las articulaciones.
• Estreñimiento y/o diarrea.
• Distensión abdominal o gas intestinal.
• Quemazón, picor o flujo vaginal.
• Falta de deseo sexual.
• Irregularidades y/o calambres menstruales.
• Tensión premenstrual.
• Ataques de ansiedad o llanto.
• Manos y pies fríos y/o sensación de frío.
• Irritabilidad y frecuentes cambios de humor.
• Insomnio.
• Mareo o pérdida del equilibrio.
• Sensación de presión en los oídos.
• Sensación de resaca por la mañana.
• Picores o sarpullidos crónicos.
• Entumecimiento u hormigueo.
• Indigestión.
• Acidez estomacal.
• Intolerancia (alergia) a ciertos alimentos.
• Mucosidad en las heces.
• Picor anal.
• Boca o garganta seca.
• Ronchas o costras en la boca.
• Mal aliento.
• Persistente mal olor corporal que no elimina el lavado.
• Congestión y picor nasal.
• Afonía y/o dolor de garganta.
• Laringitis, tos o bronquitis recurrente.
• Dolor o presión en el pecho.
• Ahogo o dificultad al respirar.
• Necesidad frecuente de orinar.
• Retención de líquidos.
• Infecciones crónicas.
• Puntos en la visión o visión errática.
• Picor, lagrimeo o sensación de quemazón en los ojos.
• Frecuentes infecciones de oído o supuración de oídos.
• Problemas de uñas.

ENFERMEDADES ASOCIADAS
• Celiaquía.
• Enfermedad de Crohn.
• Colitis.
• Diabetes.
• Síndrome del intestino irritable (colon irritable).
• Artritis reumatoide.
• Lupus.
• Asma.
• Soriasis y eccema.
• Sinusitis.
• Esclerosis múltiple.
• Fibromialgia (dolores artríticos y reumáticos).
• Síndrome de la fatiga crónica.
• Hiperactividad - Déficit de atención (DDA).
• Hipotiroidismo.
• Hipoglucemia y diabetes.
• Depresión y estados de ansiedad.
• Anemia.
• Alergias.
• Inmunodepresión.
• Parasitosis.

En el contexto de la toxemia corporal, importa puntualizar los efectos tóxicos que la excesiva proliferación de cándidas genera. En primer lugar inflama la mucosa intestinal y disminuye su capacidad de filtrado. Esto provoca, como vimos antes, el pasaje al flujo sanguíneo de sustancias tóxicas y alimentos mal digeridos, lo que repercute en la sobrecarga hepática.

En segundo  lugar,  las  cándidas  en  estado  micótico  producen  79  tóxicos distintos como resultado de su actividad metabólica. Entre ellos, el temible acetaldehído, muy estudiado por el efecto contaminante que genera como producto de uso industrial (aglomerados, adhesivos, pinturas, etc.). A modo ilustrativo, citamos sus efectos más conocidos: 

produce sustancias vasoactivas  (irritación,  pánico,  miedo,  taquicardia, sofocos),  interfiere con receptores de la acetilcolina (trastornos de memoria y transmisión nerviosa), produce histamina (inflamaciones y supresión de glóbulos blancos), bloquea enzimas claves para el sistema hormonal, destruye la vitamina B6 (problemas inmunológicos,  calambres,  retención de  líquidos, desequilibrio  hormonal), destruye sustancias desintoxicantes (glutatión y cisteína), inhibe la dopamina (depresión, insomnio, estrés)...

Por cierto que no solo los antibióticos generan este grave desorden en la flora intestinal.  Son causa  de  candidiasis  crónica:  el  exceso  de  carbohidratos refinados (suministran glucosa, principal alimento de las cándidas y causa de la apetencia de dulces por parte de la persona afectada) y levaduras, la mala calidad del agua de red (presencia de cloro, flúor, metales pesados, herbicidas, nitratos), el uso excesivo de fármacos (antibióticos, corticoides, hormonas), el estrés (producción  de Cortisol), la baja inmunología, la reducida secreción digestiva  (enzimas,  ácido  clorhídrico)  y  las  carencias nutricionales  (cinc, vitamina B6).

Como bien señalan los investigadores M. Cottrell, M. Mead y M. Kushi, “en un futuro cercano, el problema de la candidiasis podría convertirse en una crisis planetaria de magnitud similar al sida y al cáncer, a pesar de ser muy factible de evitar”.

SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN INTESTINAL

Cuando los intestinos funcionan correctamente, las evacuaciones deben ser normales. Dado que existe mucha confusión al respecto, conviene detenerse en la  definición de normalidad, pues representa una de las herramientas sencillas y periódicas para controlar nuestro estado interno, sin necesidad de estudios sofisticados.

En primer lugar veamos el tema frecuencia. Fisiológicamente y respondiendo al  reflejo gastrocólico, que funciona naturalmente en los niños, deberíamos evacuar  tantas veces al día, como comidas importantes hayamos realizado. Pero también  debemos tener en cuenta la velocidad del tránsito intestinal. Mucha gente se califica de regular por el sólo hecho de evacuar diariamente, pero la supuesta  regularidad puede encubrir retrasos de dos o tres días, lo cual también significa  constipación. 

Los desechos deberían ser expulsados aproximadamente  24  horas  después de  haber sido ingeridos. O  sea  que, normalmente debemos evacuar a las 24 horas de cada ingesta voluminosa que realicemos.  Por  cierto  que  el  tipo de  alimentación  y  por  tanto  de  flora condicionarán  este  período. Los vegetarianos,  con  flora  más  fermentativa, tendrán tendencia a un lapso más corto; en tanto una  dieta carnívora, con predominio de flora putrefactiva, provocará tiempos más largos.

Podemos comprobar la velocidad de tránsito intestinal con una técnica muy sencilla: en la comida más importante del día (el almuerzo) debemos incluir una  buena porción de remolachas o espinacas, controlando luego el tiempo transcurrido hasta la aparición de heces teñidas de rojo o verde. Si bien estas verduras pueden resultar ligeramente laxantes, son de todos modos eficaces en la detección de estreñimiento.

Otra cuestión que brinda mucha información sobre nuestro estado intestinal, es  el  aspecto de la  evacuación.  Las  heces  normales  se  deben  eliminar fácilmente;  deben  tener: consistencia  firme,  sección  uniforme  y reducida, estructura  continua  (forma  de  banana), color  pardo,  capacidad  de  flotar, ausencia de olor y no ensuciar el inodoro. El gran uso de papel higiénico es un síntoma de los problemas intestinales de la sociedad moderna.

Muchas  indicaciones  pueden  extraerse  de  su  aspecto  anormal.  El  color amarillento o verdoso indica problemas biliares; el color oscuro, alto consumo de  proteína animal y estreñimiento; la falta de forma, mucho consumo de lácteos y azúcares; heces contraídas, mucha sal, poco agua y falta de fibra; si se hunden, falta  de fibra y/o mala masticación; sección abultada, excesiva dilatación del colon; color amarillento y consistencia pegajosa, dificultades en el páncreas y por ende en los niveles de glucosa en sangre.

Los gases intestinales también representan una señal sobre el funcionamiento intestinal. En buen estado de equilibrio, deberían existir sólo ocasionalmente. La frecuente presencia de ventosidades, o peor aún, la habitual manifestación de este síntoma, indica excesiva fermentación o putrefacción de los alimentos en los intestinos, por tránsito demasiado lento y/o flora desequilibrada.

Otro indicador inequívoco de problemas intestinales es el vientre prominente (panza). La lentificación del tránsito y la acumulación de escorias en las paredes del colon, provoca dilatación de su sección transversal y consiguiente presión sobre la pared abdominal. Este fenómeno se ve agravado por carencias orgánicas (sobre todo de silicio, mineral responsable de la contracción del tubo intestinal) y también por falta de tono en la musculatura abdominal.

La relación de órganos pares que plantea la milenaria medicina china, también brinda indicadores válidos sobre la malfunción intestinal. El intestino delgado está  íntimamente conectado al corazón. O sea que los problemas cardíacos indican desorden intestinal y viceversa. Por su parte el intestino grueso está ligado a los  pulmones, razón por lo cual las problemáticas se influencian mutuamente. Finalmente digamos que a nivel emocional, el mal funcionamiento intestinal genera una difusa sensación de tristeza.

TÉCNICAS DE LIMPIEZA INTESTINAL

Frente a una evidente acumulación anormal de desechos en los intestinos, siempre  resultará beneficioso  practicar  un  drenaje.  Si  bien  es  necesario modificar contemporáneamente las causas que generaron dicha acumulación (carencia de fibra, desequilibrio de flora, excesos proteicos, etc.), es prioritario deshacerse urgentemente de las costras acumuladas. En casos leves puede bastar con incorporar fibras vegetales (solubles e insolubles) para normalizar el tránsito, pero difícilmente esta estrategia logre remover materia adherida a las paredes desde hace mucho tiempo.

Es conocido el uso de hierbas purgantes, como así también el empleo de enemas  y últimamente del lavaje colónico. Todos estos recursos deben ser utilizados con mucho cuidado por sus posibles efectos irritantes y violentos, pero son siempre preferibles a un estancamiento prolongado. De todos modos, no es aconsejable hacerse dependientes de estos métodos para regularizar la función intestinal.  Mientras que hierbas y enemas pueden administrarse en forma casera, el lavaje colónico, por su complejidad, requiere la supervisión de un especialista y elementos específicos.

Existe sin embargo una antigua técnica hindú que cualquiera puede realizar en casa, sin costo alguno y en pocas horas; nos referimos a la limpieza intestinal con  agua  salada.  Si  bien  el tema  esta  desarrollado  en  una publicación   específica  que  incluye  todas  las recomendaciones  del  caso, conviene citar aquí que se trata de un método totalmente fisiológico de hacer correr agua a través de  todo el tubo intestinal (no solo por el colon), hasta evacuarla con el mismo color  que se ha ingerido, señal que el proceso ha concluido. 

Se utiliza agua salada para que no sea absorbida por las paredes intestinales y tibia para incrementar su poder desincrustante. Es una inocua técnica depurativa para realizar no más de una vez al año. Permite remover escorias acumuladas en ambos intestinos y su frecuencia dependerá del grado de toxemia y los hábitos nutricionales que desarrolle la persona.

En cuanto a los enemas, que introducen agua en sentido contrario al flujo intestinal  normal, son  procedimientos caseros  aconsejables  para movilizar estancamientos  repentinos  o disolver  acumulaciones  en  el  colon.  La más suave y sencilla es la ducha rectal, cuya función es estimular el peristaltismo. Consiste en introducir unos 300cc de agua tibia en el recto, por medio de una pera de goma específica para tal fin. 

Esto se hace de pie, lubricando la cánula con aceite para  evitar  irritación y cuidando que la pera esté llena para no introducir aire. No es ecesario retener el agua, dejándola salir inmediatamente. De no lograrse resultado, se puede repetir el procedimiento, no existiendo riesgo de acostumbramiento.

Otra técnica casera aconsejable es el lavaje con un litro de agua. A diferencia de la  ducha rectal, aquí se retiene el agua introducida para dar tiempo a disolver el material estancado. Con este volumen se irriga solo la porción de colon  descendente  por  simple  gravedad.  Es una  técnica  para  utilizar ocasionalmente. 

Requiere colgar el recipiente a cierta altura para favorecer el ingreso de agua al intestino y mantenerse acostado sobre el lado izquierdo. El agua  debe tener  la  temperatura  del organismo  (37°),  puede  usarse  una infusión bien filtrada de hierbas antiinflamatorias (malva, manzanilla, llantén, etc.) y/o adicionarse una cucharada de aceite de oliva. Lo ideal es retener el agua entre 5 y 10 minutos, antes de evacuarla.

LAS HIERBAS

A nivel de plantas medicinales, hay algunas clásicas para favorecer la función intestinal. Muchos conocen el uso del sen o la cáscara sagrada, pero por tratarse de purgantes enérgicos e irritantes, sugerimos reemplazarlos por otros métodos laxantes que hemos detallado, o bien usarlos solo ocasionalmente. En cambio es  aconsejable el uso de llantén, diente de león o malva (laxantes suaves, no  irritantes, recomendados en estreñimiento crónico e inflamación intestinal). 

Entre  las infusiones laxantes orientales disponibles localmente, podemos citar el uso de la semilla de habú. Todos los componentes del Tónico Herbario aportan  efectos   benéficos  a la depuración  intestinal:  bardana, acedera, olmo  y  ruibarbo.  A   nivel  del Botiquín Homeopático  podemos auxiliarnos con Baccharis, Berberis, Cina y Nux Carbo.

LOS ALIMENTOS

Este  rubro  es  clave  para  lograr  equilibrio  y  regularidad  intestinal.  Hay elementos muy útiles para combatir el estreñimiento y ayudar a la evacuación de  acumulaciones tóxicas. Es el caso de frutas, semillas y algas. Higos y ciruelas  pueden utilizarse tras 12 horas de remojo, comiendo las pasas y tomando el  líquido resultante, bien por la mañana en ayunas o bien por la noche antes de acostarse. 

Mismo procedimiento puede realizarse con un par de cucharadas de semillas de lino o zaragatona, siendo la primera nacional y esta última importada. En todos los casos, el agua es depositaria de la fibra soluble (mucílagos) que estos elementos contienen en gran cantidad.

Si bien todas las algas contienen gran cantidad de mucílagos (por eso la recomendación  de incorporarlas  regularmente en  nuestra  alimentación), a nivel  laxante  se  destaca  la efectividad  del  agar-agar  (extracto  de  algas rosadas). Se la puede utilizar en forma de gelatina, disolviendo 10 gramos en un litro de agua, hirviendo y removiendo durante 7 minutos. Puede mezclarse con frutas y verduras, dejándose luego enfriar hasta su completa coagulación.

Otros tipos de algas deberían incorporarse en la rutina diaria pues, además de aportar fibra soluble (el ácido algínico protege la mucosa intestinal, estimula el peristaltismo y nutre la flora), tienen efecto antitumoral. Esto se ha estudiado sobre  todo  en   tumores  intestinales,  donde controlan  las bacterias  que producen sustancias  cancerígenas. Las algas también poseen un marcado efecto depurativo, evitando la fijación de sustancias tóxicas en el intestino, al convertirlas en sales insolubles que se descargan a través de las heces.

La mejor forma de consumirlas, es incorporándolas en trozos, al remojo y/o cocción de legumbres y cereales. También pueden hidratarse por separado, en agua o en  salsa  de soja, para agregar luego a guisos, rehogados, sepas o salsas. El remojo  previo al consumo, evita que la necesaria hidratación de estos  vegetales  marinos   disecados,  se  realice  a expensas  de  nuestras secreciones digestivas. Hay gran variedad de estos sabrosos vegetales acuáticos  (kombu,  wakame,  kelp, hiziki, nori, espirulina),  muchos  de  los cuales se recolectan en nuestras costas patagónicas. Recomendamos consultar otra publicación que analiza pormenorizada e individualmente sus virtudes y aplicaciones.

Otras fuentes de fibra soluble son las cáscaras de las frutas, ricas en pectina. Esta sustancia, conocida como espesante industrial, tiene otras propiedades más  importantes:  es  laxante, coagulante,  bactericida,  previene  el cáncer, reduce el colesterol, ayuda a la formación de membranas celulares, protege la mucosa  intestinal  y elimina metales pesados y sustancias radioactivas del organismo. De allí la antigua indicación de jaleas a los convalecientes, sobre todo de membrillo, uva, manzana y durazno. 

Pero para que resulten efectivas y  no tóxicas, debemos  tener en  cuenta su forma  de elaboración,  ya que industrialmente queda poco y nada del artesanal proceso de hervir cáscaras y semillas; generalmente son gelatinas químicas con colorantes, azúcar blanca, edulcorantes, aditivos y conservantes, que poco favor le hacen a los intestinos.

El consumo de cáscaras de frutas es rechazado con justificación por el amplio uso de productos químicos en los cultivos. Si no disponemos de frutas caseras u  orgánicas,  puede atemperarse  el  efecto  tóxico  de  eventuales  químicos presentes, con el lavado en agua bicarbonatada. Se disuelve una cucharadita de bicarbonato de sodio en un litro de agua, se remoja unos minutos la fruta a consumir  y  luego  se  la  lava  enérgicamente  para remover los residuos superficiales. Las personas con problemas digestivos (divertículos, dispepsias, etc.) deberían abstenerse de cáscaras duras y mal masticadas, al menos hasta corregir su afección.

También la algarroba es óptima fuente de fibra soluble, pues posee pectina y lignina  en apreciable cantidad. Su uso aporta benéficos efectos a la flora intestinal, disminuyendo las bacterias e incrementando la flora de lactobacilos. Recientes estudios demuestran la gran efectividad de la harina de algarroba contra úlceras, diarreas infantiles e infecciones intestinales. Sus fibras cumplen un triple efecto: convierten el líquido en gel coloidal, distienden las paredes intestinales y estimulan un correcto peristaltismo que elimina las contracciones   dolorosas.  

Además del patay  (especie de  turrón),  puede consumirse   la   harina, como  reemplazo natural  del  chocolate,  tanto  en panificados como disuelta en líquidos. Junto a la fécula de mandioca y el azúcar mascabo, permite  la preparación de un riquísimo y saludable flan, similar al de chocolate.

Un elemento clave para mantener la tonicidad intestinal es el silicio. Entre otras  cosas, este mineral es responsable de la adecuada elasticidad de la sección  transversal de los intestinos. Lo hallamos en alimentos como mijo, avena, cebada, perejil, ortiga, arvejas, ajo, etc.

Otra recomendación útil para problemas intestinales (estreñimiento, úlceras, divertículos, colon irritable, etc.] es el puchero celulósico. Esta sencilla receta sólo requiere una buena cocción de verduras de estación, en poca cantidad de agua y con  el agregado de hierbas aromáticas (perejil, ajo, romero, tomillo, comino, apio, etc.) y trozos de algas. Puede licuarse para mejorar la tolerancia de  intestinos irritados,  usándose  a  discreción  como  primer  plato  o como mono dieta durante algunos días.

Pero el aspecto más importante de la alimentación, en relación a la función intestinal, es evitar el elevado consumo de refinados y proteínas, elementos que  ya  hemos  visto  cómo perjudican  el  equilibrio  de  estos  órganos. Los refinados (azúcar, harina y arroz blancos, sal y aceites refinados, y todos los productos  industriales que los contienen: gaseosas, panificados, golosinas, etc.) son alimentos preponderantes en nuestra ingesta diaria, privándonos de fibras y otras sustancias claves para la química corporal, y atiborrándonos de los productos sintéticos utilizados en los procesos industriales. 

Es el caso de los conservantes, que por su función específicamente inhibidora, generan ese mismo  efecto en el  vital equilibrio enzimático de la flora, bloqueando las actividades metabólicas. Mismo discurso para el diario exceso proteico, que se suma al de los  refinados, agrediendo lenta pero implacablemente esta zona clave del organismo,  sobre todo por la masiva presencia de antibióticos, los cuales destruyen la vida en nuestra flora. En contraposición es recomendable el aporte de alimentos vitales y  enzimáticos, para estimular los fenómenos naturales del ecosistema intestinal.

OTRAS RECOMENDACIONES

La estimulación de la zona refleja de intestino delgado y colon en la planta de los   pies,   es un mecanismo  coadyuvante  en  todo  tipo  de  problemática intestinal, sin contraindicaciones y sinérgica con cualquier otra línea de acción que se adopte.  Al  final encontrará una ilustración para individualizar las zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica.

Muchas personas también encuentran ayuda a la función intestinal con el consumo del cloruro de magnesio, que además de moderar los desórdenes digestivos e intestinales y tener efecto laxante, nutre, disminuye el agotamiento intelectual, elastiza las arterias, cura la artrosis, elimina la atrofia muscular, remedia el desequilibrio mineral, alivia la fatiga, previene problemas de  próstata  y  tonifica. 

Si  bien  el  tema  se  desarrolla  en  una publicación específica, citamos aquí sus indicaciones de consumo. Se diluyen 50 gramos de cristales en un litro y medio de agua, bebiéndose una copita de licor al día. Aunque resulta inocuo y hoy día necesario por la carencia de magnesio se sugieren períodos alternos en su consumo, a fin de evitar posibles excesos.

Finalmente un par de consejos que tienen que ver con la tonicidad muscular y la  estimulación natural  del  peristaltismo  intestinal.  En  primer  lugar  la actividad física. El movimiento, y sobre todo la tonificación de la musculatura abdominal  (mecanismo  voluntario),  resulta absolutamente  necesario  para evitar  la  falta  de  tono  en  la  delicada  musculatura  lisa, responsable  del peristaltismo (mecanismo autónomo).

En segundo  lugar  deberíamos  corregir  nuestra  postura  para  evacuar  los intestinos. La más natural y fisiológica resulta la posición en cuclillas (retrete
turco), por la natural estimulación que ejerce sobre abdomen y colon. Dado que no es práctico modificar el baño de casa, podemos remediar en parte el inconveniente  de  los  inodoros modernos,  elevando  las  rodillas.  Para esto podemos utilizar un pequeño suplemento de unos 30 centímetros de altura (lo ideal es un cajoncito de  madera), que nos permita apoyar cómodamente los pies mientras estamos sentados en el inodoro.

LOS RIÑONES

La función básica de los riñones es filtrar la sangre proveniente del hígado, eliminando los excesos por medio de la orina. A través de una densa red de un millón de minúsculos glomérulos, filtran 150 litros diarios de sangre; el 99% retorna al  flujo  sanguíneo y solo el 1% (un litro y medio) se evacúa por la vejiga.

Muchos factores  influyen  en  el  correcto  funcionamiento renal.  Uno  es  la calidad de la membrana filtrante (glomérulos), que se degrada en presencia de sustancias demasiado irritantes. Otro factor es la concentración de toxinas presentes en la sangre; cuando se sobrepasa la capacidad de filtrado, la tarea no se realiza eficazmente y se obstruye el filtro renal. También influye el tipo de  desechos  a  filtrar;  hoy  día  estamos  expuestos  a  muchas sustancias sintéticas no previstas en los ciclos biológicos, las cuales generan microlesiones y/o atascamientos en los glomérulos.

Siguiendo con factores que influyen en el trabajo renal, es importante la tensión  sanguínea, ya que alteraciones de la presión con la cual la sangre atraviesa  el  filtro,  disminuyen  la  calidad del  proceso.  Esto  depende  del volumen  sanguíneo  y  la  velocidad  de  circulación.  El primer  factor  está directamente relacionado con la ingesta de líquidos; si hay carencias, la tarea será  dificultosa  y  facilitará  la  formación  de  cálculos;  si  hay  excesos,  se eliminarán demasiados  nutrientes   útiles  y  habrá  desmineralización.  

El segundo factor tiene que ver con la actividad física; el movimiento incrementa la presión y facilita la depuración; el sedentarismo lentifica la circulación y por insuficiente oxidación, dificulta la eliminación de los desechos.

Un párrafo para un problema generalizado y poco advertido: el exceso de fósforo  en  el organismo, sobreabundancia que  debe  ser corregida  por los riñones. Los trastornos relacionados con este desequilibrio son, entre otros, fibromialgia (reuma), artritis, problemas de columna, hiperactividad y atención dispersa. El fósforo es un mineral imprescindible en nuestra química corporal, pero si abunda, se convierte en una sustancia altamente tóxica: perjudica el funcionamiento  renal, la flora intestinal, el sistema nervioso y los ciclos del calcio y el magnesio.

La superabundancia de fósforo en la dieta moderna se debe a: fuerte consumo de lácteos (la leche posee una inadecuada relación calcio/fósforo, desaprovechándose el calcio en el infructuoso intento de neutralizar el exceso de fósforo), agricultura basada en abonos y plaguicidas fosforados, cría animal dependiente  de  dicha  agricultura,  masivo  uso de  aditivos  alimentarios fosforados  (leudantes,  conservantes,  emulsionantes,  acidificantes como  el ácido fosfórico de las gaseosas, etc.).

El órgano específico para evacuar los excesos de fósforo, es el riñón y por ello recibe una sobrecarga de exigencia funcional. Esto obliga a “mimar” mucho a nuestros riñones, procurando estimular su eficiencia y su capacidad operativa, valiéndose de las técnicas y recursos señalados.

Por último digamos que los riñones comparten con el hígado la singularidad de tener una temperatura de funcionamiento superior a la corporal: unos 40°C. O sea que su funcionalidad se beneficia del calor, y obviamente se perjudica con la exposición al frío.

SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN RENAL

Definiendo  la  normalidad  de  la  evacuación  renal,  podemos  entender  las señales de un trabajo incorrecto. Dado que la vejiga almacena unos 300cc de orina, lo normal es generar unas cinco micciones diarias, cifra que varía en función a la ingesta de líquidos que realice la persona. La micción debe ser de color ámbar, sabor neutro, no irritante y carente de olor. Estas características son bien conocidas por aquellas personas que retoman la antiquísima práctica de la orinoterapia, tema que se aborda en otra publicación específica.

Como sucede con las evacuaciones intestinales, la observación de la orina nos brinda diariamente mucha información útil para controlar el funcionamiento del organismo.  La cantidad  de  micciones  diarias  es  un  buen  dato para controlar el mecanismo de evacuación. La sensación de ardor al orinar es también una señal de alerta para alcalinizar nuestra alimentación y para eliminar factores irritantes (sustancias químicas, refinados, excesos proteicos, etc.).

El color nos permitirá controlar, tanto el volumen de toxinas del cuerpo como el nivel de ingesta de líquidos. La orina oscura, que no es necesariamente una mala señal, nos está indicando sobrecarga de desechos, carencia de líquidos, o ambas cosas a la vez. Frente a dicho síntoma, habrá que trabajar sobre ambos aspectos. En cambio, un color demasiado claro, refleja un exceso de líquidos y representa una señal para evitar un proceso de desmineralización.

Estas observaciones nos permiten comprender lo absurdo que significan las recomendaciones genéricas de ingesta de agua (tantos litros de agua por día), más aún si no se toma en cuenta el agua ingerida con el alimento. Es cierto que cada organismo tiene una necesidad mínima de líquidos para reponer lo excretado diariamente (orina, respiración, sudoración, etc.), pero habitualmente se habla de tomar cantidad genérica de agua, sin considerar el aporte, por ejemplo, de una dieta abundante en vegetales y frutas.

Si bien la retención de líquidos (edemas) está indicando un colapso de la capacidad de eliminación renal, este síntoma de la toxemia generada por el abundante  consumo  de sustancias  refinadas  (sal,  azúcar,  harinas,  etc.) muestra  que  hay  otras  áreas  en  crisis: la piel  y  el  sistema  linfático. Al ocuparnos de dichos órganos de eliminación volveremos a referirnos al tema.

La medicina oriental considera que ciertos problemas de la piel (soriasis, eccemas,  acné, etc.)  son  indicadores  de  la  malfunción  renal.  Desde  lo emocional, la inadecuada función renal repercute en la generación del miedo. Por su parte, la relación de órganos pares de la medicina china establece que riñón y vejiga se afectan mutuamente y los problemas de uno se reflejan en el otro.

LAS HIERBAS

Debemos ser prudentes con el uso de diuréticos, descartando obviamente los productos de síntesis química y prefiriendo los de origen vegetal. Pese a que la mayoría de las infusiones resultan ser diuréticas, las hierbas más seguras y efectivas son: barba de choclo, cola de caballo (aporta silicio orgánico), diente de león (aporta potasio), ortiga (es alcalinizante), ulmaria (es analgésica), uva ursi (combate infecciones urinarias y problemas prostáticos), rosa mosqueta, coriandro, enebro, espina colorada, cepa caballo, rompe piedras y yerba meona (estas  últimas  cinco  muy  usadas  en  cálculos  y  arenillas). La  bardana, componente básico del  Tónico Herbario, es muy útil para la buena función renal.  A  nivel  del  Botiquín Homeopático  podemos auxiliarnos  con  Apis, Berberis y Cantharis.

LOS ALIMENTOS

Numerosos alimentos benefician el trabajo renal. Entre las frutas, todas son benéficas  (única precaución  con  la  pera,  por  su  poder  enfriante  de  los riñones), especialmente: arándanos (combate infecciones), cereza, manzana, durazno,  pomelo,  melón  y  sandía.  Mismo concepto  para  las  verduras, resaltando: repollo (crudo), hinojo, berenjena, perejil, alcaucil, apio, achicoria, berro, espárrago, zapallo, puerro, cebolla (disuelve cálculos), chauchas, nabo, verdolaga, etc. Otros alimentos recomendables son los porotos aduki, el trigo sarraceno, la semilla de zapallo (próstata) y el maíz en todas sus formas.

Dada la  proliferación de  litiasis  renal  (formación de  arenillas y  cálculos), conviene señalar que este fenómeno (muy emparentado con la osteoporosis) se genera  básicamente  por exceso  de  proteína  animal,  abundancia  de ácido oxálico (evitar  chocolate, acelga, té negro, ciruelas, frutillas y espinaca) y problemas en el ciclo  del calcio (relacionado a su vez con la carencia de magnesio y el exceso de fósforo).

Respecto al consumo de agua, además de atender al normal mecanismo reflejo de la  sed, vimos antes la forma de controlar fisiológicamente su ingesta, observando la orina. De todos modos, en una crisis depurativa, el control de la coloración de la orina  se hace relativo, pues el organismo incrementa su necesidad de filtrado y por tanto de ingerir líquidos.

Una forma de controlar el correcto nivel de líquidos corporales, es el test del brazo alzado. Se deja el brazo colgado por un momento, hasta visualizar como se llenan las venas ubicadas en el dorso de la mano. Luego se alza el brazo lentamente, extendiéndolo hacia delante hasta alcanzar la posición horizontal. El vaciado de las  venas debe ser total; si se mantienen abultadas, significa carencia de líquidos. Otro sistema consiste en pellizcar la piel en el dorso de la mano,  comprobando  que  el  pliegue  se  deshaga  rápidamente; si  demora, significa que falta agua en el cuerpo.

OTRAS RECOMENDACIONES

La estimulación de la zona refleja de riñones y vejiga en la planta de los pies, es  un mecanismo  coadyuvante  en  todo  tipo  de  problemática  renal,  sin contraindicaciones  y sinérgica  con  cualquier  otra  línea  de  acción  que  se adopte.  Al  final  encontrará  una ilustración  para  individualizar  las  zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica.

Como vimos, los riñones también se benefician de la aplicación de calor, cosa sencilla  de hacer colocando una bolsa de agua caliente en la base de la columna. En dicha zona también son útiles cataplasmas de arcilla o de hojas de   repollo  (previamente  machacadas  para aplanarlas),  ya  que  absorben toxinas con gran efectividad.

LA PIEL

Aquello que el organismo no logra eliminar por intestinos y riñones, intenta evacuarlo por su órgano depurativo más extenso: la piel. Compuesta por tres capas que también cumplen otras funciones orgánicas, resulta ser el órgano más sensible a las carencias, dada su continua y rápida renovación celular, que demanda el  consumo de gran cantidad de nutrientes. Además, por su función protectora del organismo, está muy expuesto a las agresiones externas que genera  nuestro   moderno   estilo  de  vida:  contaminación ambiental, cosméticos, desodorantes, etc.

La capa más profunda (hipodermis) está compuesta por las células adiposas, que normalmente reciben y almacenan las reservas grasas del organismo. Cuando  el  cuerpo ve rebasada  su  capacidad  de  eliminación de  desechos tóxicos, no tiene  más alternativa que sacarlos de circulación y aislarlos en tejidos de menor importancia. Este encapsulamiento de toxinas, a la espera de mejor ocasión para evacuarlas, es lo que genera obesidad y celulitis a través de un proceso llamado captura lipógena.

En la capa intermedia de la piel (dermis) están las glándulas sudoríparas, de neta  función excretora y fisiológicamente muy similares a los filtros renales (nefronas).  La piel es irrigada por un veinte por ciento del flujo sanguíneo y hace un trabajo  parecido al de los riñones: filtra la sangre y evacúa los desechos solubles por los poros. Por ello, podemos comparar al sudor con una orina algo diluida. En ciertas crisis depurativas con fiebre, se llegan a excretar más desechos por el sudor que  por  la orina (2 a 3 litros en un día). Un funcionamiento normal de la piel debería generar unos 800cc diarios de sudor (comparable al litro y medio de orina), aunque la lenta evaporación no permita muchas veces visualizar este volumen.

A nivel  superficial (epidermis)  encontramos la  presencia  de  las  glándulas sebáceas, ubicadas en la raíz de los pelos. Su función, entre otras cosas, es secretar  una mezcla de cuerpos grasos y desechos proteicos de las células secretoras, llamada sebo. Esta sustancia cumple varias funciones: servir de primera  barrera inmunológica, lubricar la piel y protegerla de una excesiva deshidratación.  

En  primera instancia,  esto  nos  permite  comprender  cuán nocivo resulta el uso continuo y exagerado de sustancias detergentes sobre la piel.  La epidermis  tiene  mecanismos  de reciclado,  capaces  de  digerir  y transformar parte de los  desechos  evacuados, convirtiéndolos en sustancias útiles que se reabsorben. Aquellos desechos que no logran ser reciclados, se desprenden  (descamación),   fenómeno  especialmente  visible  en  el  cuero cabelludo (caspa).

Teniendo la piel funciones termorreguladoras (mantener estable la temperatura  corporal)  y sensoriales  (detectar  cambios  en  las  condiciones externas), es muy sensible a las alteraciones térmicas. Estos mecanismos, como veremos luego, resultarán útiles a la hora de estimular su funcionamiento, valiéndonos de sus reacciones al frío y al calor.

SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN DÉRMICA

A nivel de hipodermis, es bastante sencillo advertir que las cosas no van bien cuando  hay obesidad o celulitis, problema este último no sólo privativo del sexo femenino. La retención de líquidos es otro indicador de colapso tóxico que nos  obliga  a   trabajar   en  la  depuración cutánea,  aunque  en  estrecha colaboración de las funciones renal y circulatoria (ver Sistema linfático).

Un buen funcionamiento de la dermis debería visualizarse a través de la rápida sudoración frente al esfuerzo físico o al calor; dicho sudor debería ser inodoro. Si la persona no suda, o lo hace solo en sectores limitados (axilas), significa que la piel  no está trabajando correctamente y por tanto no está eliminando desechos como  debiera. Obviamente que estas indicaciones de máxima están influidas por las  condiciones climáticas en las cuales se vive: clima seco o húmedo, invierno o verano, etc.

Otro síntoma a tener en cuenta es el olor del sudor, que indica presencia abundante  de toxinas. En sí mismo no es malo que exista, siempre que atendamos  dicha  señal,  que  nos está  advirtiendo  la  presencia  de  una sobrecarga que debemos aliviar. Ya nos referimos al tema antitranspirantes en el  apartado “Represión de síntomas”. Cuando las glándulas sudoríparas se irritan y se obstruyen por excesos tóxicos, aparecen señales como picazones y eccemas.

La  malfunción  de  la  epidermis  es  la  mas  fácil  de  visualizar,  dada  su importancia estética. Si las secreciones sebáceas son insuficientes, la piel se seca y se agrieta; viceversa, secreciones excesivas generan piel grasa. La caspa en el cuero cabelludo es otro indicador de problemas funcionales: generalmente excesos de toxinas y/o incapacidad de reciclar y reabsorber los desechos. Las obstrucciones de las glándulas sebáceas generan puntos negros; si se suma inflamación, advertiremos acné o forúnculos; espinillas y eccemas húmedos también denuncian un mal funcionamiento de las glándulas sebáceas.

En la  medicina  oriental,  a  la  piel  se  la  define  como  un  órgano  al  cual denominan el Triple Calentador. Son síntomas de su malfunción la sensación de  calor  en la cabeza y de frío en las extremidades. Esto coincide con la máxima griega sobre el estado de salud: cabeza fría y pies calientes.

LA DEPURACIÓN DE LA PIEL

Como estamos viendo en otros órganos, si bien es importante corregir las causas que generan los problemas (exceso de toxinas, carencia de nutrientes), contemporáneamente debemos estimular el drenaje. Muchas veces el propio organismo se basta a sí mismo y haciendo uso de su fuerza vital, genera procesos de hipertermia (fiebre) que evacúan gran cantidad de toxinas a través de la  sudoración. No está demás insistir en la importancia de favorecer estos procesos  y   no   reprimir.  Incluso  veremos  la  conveniencia de  inducirlos artificialmente, si es que no hay suficiente fuerza vital en el organismo.

Un método sencillo para estimular el buen funcionamiento de la piel, es la fricción seca. Esta técnica sirve para estimular genuinamente su metabolismo y facilitar la descamación sin uso de sustancias detergentes. Se puede realizar fácilmente y no  demanda gran tiempo. Solo basta una esponja vegetal o un trapo áspero de algodón. Una a una se frotan todas las zonas del organismo, iniciando  con  sesiones  cortas  y  suaves,  e  incrementando  diariamente  la intensidad, sin sobrepasar  nunca el umbral de la tolerancia personal. Es mejor hacer esta práctica por la mañana al levantarse, dada la sensación de euforia y bienestar que se genera al concluir el proceso.

Otro estimulador genuino, sencillo y además benéfico para otras funciones desintoxicantes, es la actividad física. Como consecuencia del movimiento, la piel ve  estimulado su metabolismo y los intercambios, generándose mayor evacuación  de   desechos.  Toda  ejercitación  o trabajo  físico  es  siempre recomendable desde el  punto de vista depurativo; mejor aún si se realiza expuesto al sol y con ropa  oscura, a fin de retener calor y aumentar la sudoración. Es importante culminar la actividad con una ducha que elimine los desechos y limpie la piel.

El baño  de  vapor  (sauna  finlandés,  baño  turco,  temascal mejicano,  inipi norteamericano, etc.), representa otra forma natural e inocua de eliminar toxinas   aprovechando  la  reacción fisiológica  de  la  piel  frente  al  calor: dilatación de  los  poros para evitar acumular calor en exceso. Dado que los sistemas antes  nombrados suelen requerir ciertas instalaciones y controles específicos,   sugeriremos   aquí  un  método  hogareño  de  la  vieja  escuela naturista.

Para tomar un baño de vapor casero, la persona se sienta desnuda en un banco,   bajo  el cual coloca  un  fuentón  de  agua  hirviendo  y  se  cubre completamente  con una manta plástica que, a modo de poncho, le permita dejar fuera la cabeza. Si la manta cumple bien su cometido, rápidamente se obtiene el calor suficiente  para comenzar a sudar. 

Se puede ir adicionando más agua caliente para mantener la temperatura y también se puede agregar al  agua,  hierbas  o  aceites  esenciales  naturales que  aumenten  el efecto depurativo (romero, tomillo, salvia, etc.). Además de la sencillez, este método evita  la sensación sofocante de los métodos arriba citados, en los cuales la cabeza queda expuesta al calor, pudiendo manifestarse síntomas desagradables, descompensaciones circulatorias y hasta desmayos.

Por  último  citaremos  otro  recurso  naturista  de  estimulación:  el  baño hipertérmico. Único requisito: contar con una bañera. Se inicia el baño con agua a temperatura corporal (37°) y luego se va incrementando la temperatura con  agua  caliente, hasta alcanzar el límite de tolerancia personal (nunca sobrepasarlo, sobre todo en caso de problemas cardíacos). Este gradualismo térmico permite una correcta dilatación de los poros. Al salir del baño, hay que cubrirse  rápidamente  y   acostarse  media  hora  bien abrigado,  a  fin  de intensificar la sudoración y la consiguiente estimulación metabólica. Luego es conveniente tomar una ducha ligera,  concluida con un tonificante golpe de agua fría.

Algunos consejos complementarios:
  • Las personas con várices deberían mantener las piernas fuera de la bañera. 
  • Previo  al  baño,  es  conveniente  beber  una  infusión  de  alguna  hierba sudorífica (borraja, manzanilla, etc.).
  • En el agua de la bañera puede colocarse un kilogramo de sal de roca (sal rosada).  Hacerlo una  hora  antes  del  baño,  a  fin  de  permitir su  correcta disolución.
  • Este baño es recomendable por la noche, a causa del efecto relajante que genera.
  • Dada nuestra conexión con los ciclos lunares y a  fin de aprovechar el máximo  potencial depurativo, es aconsejable tomar estos baños en fase de luna  nueva.  Entonces  el  baño  removerá  mejor  las  toxinas acumuladas  y provocará un efecto exfoliante de la piel.
Otra práctica recomendable para estimular la depuración orgánica a través de la  piel,  son las cataplasmas  o  emplastos.  Pueden  hacerse  con  muchas sustancias, pero aquí recomendaremos dos sencillas y económicas: la arcilla y la hoja de repollo.

Es antiquísimo el conocimiento sobre la capacidad de capturar desechos que tiene la arcilla, demostrado por el uso intuitivo que siempre hicieron animales y seres humanos. Además de aspirar los desechos superficiales, la arcilla tiene además  la   capacidad  de  absorber desechos  más  profundos.  Sobre su utilización, puede consultarse el fascículo “Uso y propiedades de la arcilla”. Sintéticamente diremos aquí que se trata de aplicar sobre la zona afectada (previamente cubierta con una tela de algodón) una capa de arcilla diluida en agua (hasta formar una pasta espesa). Luego se cubre con otro paño de algodón y se  mantiene ente media y una hora. En inflamaciones se usa a temperatura ambiente, en cambio cuando falta vitalidad conviene calentar la pasta antes de aplicar.

A la cualidad de aspirar desechos acumulados que tiene la arcilla, la hoja de repollo suma la característica de aportar principios activos a través de la piel. El procedimiento es similar al explicado precedentemente. Utilizar hojas con buena  vitalidad. Remojar un momento en agua caliente para ablandarlas y luego con un rodillo aplastarla bien para que resulte una superficie suave y uniforme. Se aplican directamente sobre la piel y en capas, cubriendo luego con un paño. Puede renovarse la aplicación cada hora.

Finalmente unas palabras sobre la vieja recomendación naturista de curtir el organismo para estimular su reacción frente a cambios de temperatura. El curtido  era algo natural en la antigüedad, pero hoy se convierte en una necesidad,  debido  al  desarrollo  en  materia  de confort  térmico (viviendas, vehículos, indumentaria) y al incremento del sedentarismo. 

Como hemos visto, las reacciones orgánicas frente a las variantes térmicas del exterior, estimulan el metabolismo celular e incrementan los intercambios, con lo cual aumenta la capacidad  de  evacuar  desechos  tóxicos.  Una técnica sencilla  consiste  en caminar descalzo sobre el césped con rocío, temprano en la mañana y sobre todo en invierno. Luego se secan enérgicamente los pies y se colocan medias abrigadas. Hay muchas otras técnicas de curtido, como los baños de aire o de sol, las fricciones secas o húmedas, la ducha escocesa con alternancia de agua fría y caliente, etc.

LAS HIERBAS

Entre las plantas medicinales que favorecen la depuración de piel, podemos citar:  borraja, manzanilla, áloe, cola de caballo (aporta silicio, mineral clave para la piel), zarzaparrilla, enebro, tomillo, romero, etc. Dos componentes del Tónico Herbario son sumamente útiles en la limpieza de la piel: la bardana y la acedera. A nivel del Botiquín Homeopático podemos auxiliarnos con Apis, Sulphur y Urtica.

LOS ALIMENTOS

La nutrición tiene mucho que ver con el estado de la piel y hasta puede afirmarse  que  la  piel es  su  directo  reflejo.  Ya  citamos  la  voracidad  de nutrientes  que  genera  la  intensa renovación  de  este  órgano  y  su  gran exposición  a  los  agentes  agresivos. Resultan benéficas todas  las  frutas y verduras, en especial alcaucil, zanahoria, pepino, palta y tuna. Además hay muchos alimentos claves por el aporte de sustancias vitales para la correcta regeneración  celular de la piel. Nos referimos, entre otros, a: girasol, maní, sésamo, porotos (especialmente los blancos), polen de abejas, ácidos grasos esenciales, trigo sarraceno, mijo, azúcar mascabo, levadura de cerveza, etc.

Enemigos  directos  de  la  piel  son  los  productos  lácteos  en  general,  los productos refinados de  todo  tipo  (sal,  aceites,  harinas, margarinas) y  los productos  cárnicos  de  cría industrial.  Para  comprobar  esto  basta  con experimentar unas semanas, eliminando éstos de la dieta e intensificando el consumo de aquellos. Tras pocos días y superada alguna que otra crisis depurativa,  comenzará  a  advertirse  el  cambio  profundo  y  genuino  en  la epidermis.

LOS PULMONES

La función básica de los pulmones es el manejo del material gaseoso que entra y sale  del organismo, absorbiendo nutrientes y excretando desechos. Para dicha tarea existe una vasta red de alvéolos, que permite la intercomunicación entre el material gaseoso y la sangre. A través de estas sutiles membranas, el fluido sanguíneo  absorbe  oxígeno y elimina anhídrido carbónico. 

Los únicos residuos sólidos que  deberían eliminar los pulmones, serían aquellas finas partículas de polvo que la  nariz no consigue neutralizar en sus vellosidades protectoras, y que los cilios vibrátiles se encargan de retornar hacia la salida. Sin embargo, frente al exceso de material tóxico que debe manejar hoy día el organismo,  y  que  supera   ampliamente la capacidad evacuativa  de  los emuntorios principales, los pulmones son reclamados a colaborar en la tarea de drenaje, sirviendo como “salida de emergencia” de la sobrecarga.

Las mucosas alveolares sólo deberían dejar pasar deseches gaseosos provenientes de la sangre, pero el volumen tóxico e irritante de las toxinas que circulan  por el flujo sanguíneo, logra dañar estas delicadas membranas. A medida que las mucosas se van haciendo más porosas, comienza a pasar otro tipo  de  desechos. El resultado es la acumulación  progresiva de desechos sólidos en los canales alveolares, bajo forma de flema y mucosidad.

Los pulmones no están preparados para manejar este tipo de material. Los desechos se desplazan lentamente, pues tienen que vencer la gravedad para ascender hasta los bronquios y luego ser expulsados por las vías respiratorias en   forma  de  catarro  y  mucosidad.  Para ello,  el  organismo  debe  usar mecanismos estimuladores de este movimiento, que demandan gran energía: la tos y la expectoración, dos reacciones defensivas erróneamente reprimidas.

Mas allá de poder evacuar estos desechos tras una crisis depurativa (gripe, bronquitis, etc.), el daño que se genera en los alvéolos es una puerta abierta para la  instalación  de virus y bacterias,  que provocarán luego afecciones respiratorias a repetición, confirmando nuevamente que “el virus no es nada, el  terreno lo  es  todo”.  Solo  basta  observar el  estado general  de aquellas personas  con  sinusitis  y  resfríos  crónicos,  para  comprender  esta natural relación de causa y efecto.

SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN PULMONAR

El buen funcionamiento pulmonar se aprecia en las fosas nasales despejadas, y  la respiración  libre  y  cómoda.  Inspiraciones  y  expiaciones  deben  ser normalmente profundas, adecuándose rápidamente a los cambios de ritmo frente a solicitaciones intensas. La persona se suena la nariz sólo ocasionalmente, sobre todo por la mañana, puesto que las horas de descanso en posición horizontal facilitan el movimiento ascendente del escaso residuo sólido que debería encontrarse en la cavidad pulmonar.

En contrapartida, la sobrecarga del emuntorio pulmonar es fácil de advertir. El individuo  tiene las  fosas  nasales  congestionadas,  su  respiración  es dificultosa,  el aire penetra con dificultad, hay necesidad de sonarse la nariz continuamente,  fluye  mucosidad  cuando  se inclina  hacia  delante  con  la cabeza hacia abajo, a menudo la boca permanece abierta para ayudar en la respiración, hay tos y catarro. Ante el menor esfuerzo, la persona queda “sin aire” y comienza a escupir.

Por lo visto a nivel intestinal y de acuerdo al concepto de órganos pares de la medicina  china, los  pulmones  se influencian mutuamente con  el  colon o intestino grueso. La malfunción de uno repercute directamente sobre el otro órgano.

LAS HIERBAS


Hay  un  variado  repertorio  de  hierbas  que  sirven  para  aliviar  el  trabajo pulmonar. Generalmente son expectorantes, dilatan los alvéolos, fluidifican la mucosidad,  facilitan  su expulsión  y  tienen  poder  antiséptico. Entre  ellas podemos  citar:  eucalipto, llantén, ambay, orégano, salvia de la puna, chachacoma, tomillo, borraja, tusílago, regaliz, pulmonaria, consuelda, jengibre, etc. Estas hierbas pueden utilizarse en infusiones, en inhalaciones de vapor  (fáciles de realizar con el auxilio de una toalla y una olla de agua hirviendo) y en baños de inmersión. 

En el caso del eucalipto,  planta tradicionalmente  asociada a las vías respiratorias y a las inhalaciones, se recomienda evitar su ingesta directa (infusiones), dado su alto contenido en arsénico (es uno de los vegetales que más lo concentra). Tres componentes del Tónico Herbario  son  básicos  para la  buena  función  pulmonar:  bardana, acedera y olmo. A nivel del Botiquín Homeopático podemos auxiliarnos con Antimonium, Arsenicum, Geoffroea, Ipecacuanha y Kali.

LOS ALIMENTOS

Siendo el alimento la principal fuente generadora de desechos, su adecuada selección puede hacer mucho para mejorar el estado del emuntorio pulmonar. Como primera medida se deben eliminar (o reducir al máximo) los alimentos comprobadamente productores de mucosidad: los lácteos, el gluten (el trigo es su  fuente  principal)  y  los  procesados  cárnicos.  Al  mismo tiempo deben incorporarse  alimentos  que  estimulan  la  expectoración  y  fluidifican la mucosidad: jengibre, cebolla, dátiles, higos, rabanitos, limón, berro, miel de abejas, etc.

OTRAS RECOMENDACIONES

No siendo  hierba ni  alimento, párrafo aparte para  el  propóleo,  magnífico producto apícola que protege las vías respiratorias. Entre las veinte propiedades científicamente demostradas que posee, se destaca su capacidad como antiséptico, antibacteriano, antiinflamatorio, antioxidante, antituberculoso,  antiviral y estimulador de la inmunología. 

Aunque por su efectividad puntual se  lo  emplea popularmente para combatir tos, asma y gripes, su uso más recomendable es a través del aporte periódico y sostenido de pequeñas dosis (20 gotas diarias de solución al 10% por las mañanas en ayunas) que refuerzan el trabajo del sistema inmunológico en su conjunto.

Invertir la posición vertical del cuerpo, es de gran ayuda en las crisis de acumulación  de las vías respiratorias. Por gravedad, los  desechos  sólidos tienen tendencia a acumularse en la base de los pulmones. Como dijimos, la posición horizontal durante el sueño, ayuda a su evacuación, pero podemos colaborar aún más si adoptamos durante algunos minutos la posición vertical invertida.  

Según  la  capacidad  de  la  persona,  pueden  adoptarse  distintas técnicas. La más sencilla es el colgado de cabeza. Temprano por la mañana, acostarse en la cama boca abajo con la cabeza colgando hasta que casi toque el suelo. De ese modo el tórax también  adopta la posición descendente que favorece el deslizamiento de la mucosidad. Los más ágiles pueden colgarse de una barra o soga, o incluso practicar la posición yóguica de la vela.

Otro mecanismo que estimula el drenaje pulmonar, es el jadeo, cuya acción mecánica dilata los bronquios. Lo ideal es alguna práctica física enérgica que lo  genere: trotar, pedalear, hacer gimnasia, etc. Para las personas menos vitales, sugerimos un método casero y sencillo para reeducar la respiración y estimular la circulación. Requiere una botella de litro y una manguerita de 5 mm  de  diámetro  interno.  

Se  llena  con  agua  un  tercio  de  la  botella  e introduciendo la manguera en el fondo, se realizan respiraciones profundas, soplando a través de ella, para vencer la resistencia del agua. Gradualmente se puede llegar a tres sesiones diarias de hasta 20 espiraciones. Mucho más divertido y relajante puede  resultar el consejo de hacer prácticas de canto. Esta actividad recreativa  estimula  magníficamente  la  función  pulmonar  y colabora en buena forma con la apertura de este emuntorio.

La estimulación de la zona refleja de los pulmones en la planta de los pies, es un  mecanismo coadyuvante  en  todo  tipo  de  problemática  pulmonar,  sin contraindicaciones y  sinérgica con  cualquier  otra  línea  de  acción  que  se adopte.  Al  final  encontrará  una  ilustración para  individualizar  las  zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica.

SISTEMA LINFÁTICO

Si bien no es considerado un órgano depurador propiamente dicho, el sistema linfático cumple una función importante en la tarea de eliminación y sufre las consecuencias de la sobrecarga tóxica del cuerpo. Por ello la necesidad de tenerlo  muy  en  cuenta  en  este contexto  depurativo.  Aunque  el  sistema linfático  sea  el  eje  de  la  inmunología  corporal, también se  ocupa  de  la limpieza, extrayendo los excesos tóxicos, tanto de la linfa como de la sangre. Creemos que a esta altura  del libro, resulta bastante obvia la interconexión entre inmunología y depuración.

El sistema linfático especie de réplica del sistema circulatorio es el motor principal de la inmunología (produce los glóbulos blancos y los linfocitos), pero interactúa y se complementa con el circuito sanguíneo en la tarea de evacuar toxinas. Mientras la sangre se difunde desde el corazón hacia la periferia, la linfa fluye en sentido contrario, es decir desde la periferia al centro, a través de una densa red de capilares y vasos. 

Los dos litros de linfa que circulan por los vasos linfáticos  están en constante proceso de formación a partir del suero extracelular que atraviesa las paredes de los capilares y permite de ese modo que  los  desechos  abandonen  los tejidos.  Las  redes  sanguínea  y  linfática trabajan en conjunto para  la evacuación de toxinas; cuando alguna de las redes tiene dificultades, la otra intensifica su propio trabajo para preservar la eficiencia depurativa.

A diferencia de la sangre, que dispone de un sistema de bombeo (el corazón), la linfa (llamada también sangre blanca) no dispone de tal recurso mecánico. Por tanto la  velocidad de circulación es muy lenta y depende mucho del movimiento y la actividad física que realiza la persona (contracción muscular). La circulación linfática  se perjudica seriamente con  el sedentarismo y  se beneficia con el descanso horizontal.

El flujo linfático que circula por los capilares, se descarga en los ganglios, verdaderas estaciones de filtrado diseminadas en puntos claves del organismo y también productores de glóbulos  blancos.  Cuando el  cuerpo  sufre  una agresión (ejemplo, una infección), los ganglios más cercanos intensifican su tarea y por ello se inflaman. Si hay exceso de sustancias toxicas circulantes en la linfa, esta función de los ganglios puede verse comprometida y por ello el organismo pierde eficiencia defensiva frente a las agresiones microbianas.

Además de los ganglios, cuya palpación dolorosa es un reflejo muy conocido de la  exigencia del sistema linfático, hay otros órganos poco conocidos pero fundamentales   en  su operativa: timo,  bazo,  médula  ósea,  amígdalas  y apéndice. Conviene detenernos un momento en estos órganos tan importantes y tan poco conocidos.

El bazo es simétrico del hígado, o sea que ocupa el sector izquierdo de la cavidad abdominal; por él circulan sangre y linfa. Entre otras cosas, en el bazo se generan glóbulos blancos y anticuerpos, se reciclan los glóbulos rojos, se deposita el hierro orgánico, se produce la bilis y se filtran los cuerpos extraños (células dañadas, bacterias y productos de desecho) de sangre y linfa. Por su parte el timo es una pequeña glándula ubicada tras el esternón, a la altura del corazón,  entre  los  pulmones.  

Si bien se encarga de  producir anticuerpos altamente especializados (linfocitos T), su tarea más importante es ejercer una especie de comando del sistema inmunológico. Otros centros generadores de anticuerpos son: la médula ósea, los ganglios, las amígdalas y el apéndice.

Una reflexión: pensemos en la gran cantidad de personas que han sufrido la extirpación de amígdalas faríngeas (adenoides) y/o el apéndice. La inflamación de estos órganos era consecuencia de un colapso tóxico; en lugar de remediar el   trastorno,  se  los  operaba alegre  y  rutinariamente  para “resolver  los problemas de raíz”. Estas prácticas salvajes, que atrofiaron definitivamente la eficiencia  inmunológica de  dichos individuos,  ayudan  a entender  por  qué existe tanta debilidad inmunológica en la población.

SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN LINFÁTICA

Hay  muchos  indicios  de  la  incorrecta  función  linfática.  Dada  su  íntima relación  con la inmunología, la inflamación de los ganglios a veces puede confundir. Esta reacción es normal y hasta saludable frente a una agresión externa, pero la cronicidad de dichas manifestaciones es un indicador claro de colapso  tóxico  en  el  organismo.  Es  más,  suele  ser  éste el indicio de la presencia de linfomas (tumores en el sistema linfático).

La  retención  de  líquidos  es  otro  síntoma  de  problemas  en  el  torrente circulatorio, que repercute sobre el sistema linfático. Las personas con edemas pueden notar que los anillos les quedan más apretados que antes, o pueden tener dificultad para ponerse los zapatos, en especial al anochecer. Es posible que noten también cierta hinchazón alrededor de los ojos o en los pies, tobillos y piernas. Cuando hay edemas, una presión sobre la piel, como la del elástico de las medias, puede dejar una marca que tarda en desaparecer. Como hemos visto, esta problemática se trabaja en asociación con los riñones y la piel, pero principalmente a través de la depuración linfática.

Si bien hay varios órganos del sistema linfático, el bazo resulta fundamental para diagnosticar problemas funcionales. Según la medicina china, cuando el bazo esta colapsado, a nivel físico también se resiente el estómago, mientras que a nivel emocional perdemos la fuerza de voluntad, parecemos atontados, somos olvidadizos y puede haber exceso de ansiedad.

Otro de los reflejos de la malfunción linfática, además de las enfermedades autoinmunes, son las alergias. Convertidas en una verdadera epidemia del siglo XXI, las reacciones alérgicas no son otra cosa que una especie de “tilde” del sistema inmunológico. Si lo comparamos con una computadora, la sobre exigencia de nuestro estilo de vida y la consecuente toxemia, equivale a querer operar muchos programas al mismo tiempo en una PC; a la larga la máquina se “cuelga” y no  responde o responde incorrectamente frente a tal nivel de solicitación.

LAS HIERBAS

Muchos vegetales  ayudan  al  trabajo  linfático  e  inmunológico.  Entre  ellas podemos destacar: centella asiática, ajo, equinácea, rosa mosqueta, tomillo, hipérico,  regaliz, cardo mariano, diente de león, uña de gato, milenrama, muérdago, crataegus, congorosa, cola de caballo, enebro, llantén, carqueja, ruda,  maca peruana, etc. El hecho que algunas figuren como alimento, no hace más que reforzar la importancia de su consumo. Tres componentes del Tónico Herbario son fundamentales en la depuración linfática: bardana, olmo y acedera. A nivel del Botiquín Homeopático podemos auxiliarnos con Apis e
Hydrocotile.

Proveniente de los vegetales, pero recolectado y enriquecido por las abejas, el propóleo es un complemento ideal para el buen funcionamiento del sistema linfático y de la inmunología en general. Esto se debe a varias razones: aporta 47 flavonoides (antioxidantes), tiene una rápida y efectiva difusión linfática, estimula la inmunogénesis, activa la circulación en general, etc.

LOS ALIMENTOS

Los alimentos son la principal causa de congestión del sistema linfático y por tanto responsables de la depresión inmunológica. Los principales acusados son:  grasas hidrogenadas  (margarinas)  y/o  calentadas,  productos lácteos, refinados en general (azúcar, sal, harinas, aceites, etc.), pesticidas, hormonas y  antibióticos  presentes  en  los  alimentos, exceso  de  alimentos  cocidos y desvitalizados, alcohol, tabaco, etc.

Por  otra  parte,  los  alimentos  correctos  generan  un  efecto  reparador  y potenciador  del sistema  linfático.  Es  el caso  de  los  productos  integrales (azúcar,  sal, cereales, harinas), los aceites prensados en frío, los alimentos orgánicos,  el  regular  consumo de  vegetales crudos,  frescos y  de  variados colores, etc. Entre los cereales se destaca el mijo como especialmente benéfico para el funcionamiento del bazo, órgano que también se beneficia del uso de la cúrcuma como condimento. Otros alimentos destacables en este ámbito son la alfalfa (brotes tiernos  de la planta o germinados de la semilla) y los hongos shiitake.

Si bien todos los nutrientes son importantes, hay algunos particularmente claves  para la función linfática: las vitaminas A (zanahoria, zapallo, mango, nabo, algas, diente de león), C (cítricos, kiwi, rosa mosqueta, fenogreco, berro, diente de león) y E  (girasol, germen de trigo, ortiga, repollo), el ácido fólico (levadura, germen de trigo,  nueces, legumbres), el zinc (semillas, legumbres, levadura, cereales integrales), el selenio (semillas, levadura, germen de trigo, brócoli, ajo, cebolla, repollo) y los flavonoides (frutas, propóleo, cúrcuma).

OTRAS RECOMENDACIONES

Existen técnicas manuales, mediante las cuales el masajista puede ayudar eficazmente a despejar congestiones en ganglios y vasos linfáticos, manipulando las zonas claves del sistema. Esto se conoce como drenaje linfático manual, técnica creada por el médico danés Emil Vodder. También es muy efectivo el ayuno seco (sin ingesta de líquidos), que privando de agua a la sangre, estimula el intercambio entre ambos fluidos, con la consiguiente purificación de la linfa. 

Pero es un tipo de ayuno con algunas contraindicaciones, que requiere entrenamiento o supervisión de un especialista. Otra actividad que ayuda al drenaje linfático es el yoga. Este sistema de posturas físicas actúa profundamente sobre la buena circulación linfática. En todos estos casos se depende de alguien que enseñe, supervise o manipule.

También hay técnicas sencillas que la mayoría puede practicar en soledad, obteniendo notables beneficios. Una de ellas es la tabla inclinada. Consiste en elevar la cama en la zona de los pies (suplementando las patas), para que el tórax quede por debajo de la altura de las piernas. Esto puede realizarse como práctica de poco tiempo (20/30 minutos diarios), utilizando un gran desnivel (40/50 centímetros). 

O bien por varias horas (el caso del reposo nocturno) con menor  desnivel (unos  10/20 centímetros,  valor  que  sería  aconsejable  ir probando progresivamente hasta encontrar el adecuado a cada uno). Mayor es la edad de la persona, mayor la necesidad de esta práctica, no sólo por la linfa sino también por el retorno vascular.

Al utilizar la tabla inclinada para el reposo nocturno, tener en cuenta el uso de la almohada, a fin de evitar congestión sanguínea a nivel cerebral. Lo ideal, aunque  mas  costoso,  sería  la cama  “partida”  y  regulable  (utilizadas  en hospitales), que permite modificar rápidamente los desniveles para adecuarlos a  la  situación   particular  de  cada  persona.  La  tabla  inclinada resulta obviamente  contraindicada para aquellas personas que padezcan hernia de hiato y reflujos ácidos.

Dado que la actividad pulmonar y del diafragma (músculo que separa la cavidad   pulmonar de la  abdominal)  opera  como  succionadora  del  flujo linfático,  todo  aquello relacionado con  el ejercicio respiratorio tendrá una repercusión benéfica sobre la circulación de la linfa. En este sentido, cualquier actividad física resultará  positiva, siendo muy interesante la práctica de la respiración profunda.

Para familiarizarse con el trabajo del diafragma, basta tomar consciencia de las cuatro fases de la respiración: inhalación, retención, exhalación y pausa. Inicialmente alcanza con inhalar, dirigiendo el flujo de aire primeramente a la cavidad  abdominal y luego a los pulmones. Tras retener unos segundos, se exhala siguiendo el mismo recorrido: 

vaciar el abdomen y luego los pulmones. Luego de una breve pausa, se recomienza el ciclo. Al comienzo, es útil colocar una mano sobre el  abdomen y otra sobre los pulmones, a fin de sentir la expansión y contracción de  cada zona. Se puede iniciar con series de 10 respiraciones  para  luego  incrementarlas  gradualmente.  Esta  práctica  no requiere posición especial.

Para estimular el funcionamiento del timo, existe una sencilla técnica de frotación que puede practicarse en cualquier momento del día y todas las veces  que se desee. Con los puños cerrados, se hace un dinámico y rítmico movimiento de frotación a lo largo del esternón, desde el corazón hasta la base de la garganta. Esta práctica puede hacerse de pié o acostado.

La estimulación  de  la  zona  refleja  de  ganglios  linfáticos,  bazo  y colector torácico en la planta de los pies, es un mecanismo coadyuvante en todo tipo de congestión linfática, sin contraindicaciones y sinérgica con cualquier otra línea  de  acción  que  se  adopte.  Al  final encontrará  como apéndice  una ilustración para individualizar las zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica.

OTRAS VÍAS DE ELIMINACIÓN

Para la medicina oriental, la lengua es un indicador fundamental sobre el estado de salud de una persona. Según el Ayurveda, la lengua refleja las cinco cavidades humanas (cráneo, garganta, tórax, abdomen y pelvis) y durante la noche, la toxicidad de esas cavidades viaja por el organismo, depositándose en la lengua. 

De allí la recomendación de limpiarla todas las mañanas, raspando su cara superior; esto puede hacerse con una cuchara o con el “banta”, una fina varilla con borde recto que usan los hindúes y que se consigue en nuestro medio. La limpieza de la lengua reduce placa bacteriana, tártaro, formación de caries, inflamaciones de encías e infecciones de garganta, promoviendo el aliento fresco y el aumento de la sensación gustativa.

Aunque no es un órgano eliminador de toxinas, el oído se comporta como tal frente   al colapso  de  los  emuntorios  principales.  Irrigado  por  capilares sanguíneos y linfáticos, soporta el drenaje de sustancias tóxicas cuando son abundantes  en  dichos  fluidos,  lo  cual genera  la  formación  excesiva  de cerumen. Los clásicos  tapones que exigen un lavaje terapéutico, son una evidencia del estado de toxemia generalizada. Por tanto la práctica del lavaje de oídos es recomendable, aunque trabajando preventivamente en depuración corporal, sería evitable.

Autor: Néstor Palmetti
Fina cortesía de: Salud Natural en Línea

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