LOS EMUNTORIOS
EL HÍGADO
Si hubiese que optar por un único emuntorio para estimular, sin dudas habría que ocuparse de él. Del correcto funcionamiento hepático depende el organismo todo. Situado bajo el diafragma, en la parte superior derecha de la cavidad abdominal, el hígado es el órgano de la vitalidad, la asimilación y la desintoxicación. Tiene gran cantidad de tareas (digestivas, depurativas, hormonales, etc.), habiéndosele inventariado casi seiscientas funciones orgánicas.
El hígado cumple un papel primordial en todas las funciones vitales, a tal punto que es el productor de la albúmina. Esta sustancia es la base de nuestra materia viva y sobre todo de la inmunología. Ahora se comienza comprender que las células cancerígenas son degeneraciones que tienen que ver con albúmina defectuosa, consecuencia directa del mal funcionamiento hepático.Pero dado el contexto de este trabajo, nos ocuparemos principalmente de sus funciones depurativas.
El hígado no sólo filtra y elimina desechos, sino que también se ocupa de neutralizar venenos, toxinas, microbios y sustancias cancerígenas. Mata virus y microbios, desactiva y evacúa las sustancias tóxicas que ingresan al organismo por diferentes vías, purifica la sangre de residuos del metabolismo celular y elimina desechos de fermentaciones y putrefacciones intestinales. O sea que debe lidiar con todas las problemáticas del modernismo... ¡¡¡y al mismo tiempo!!!
A nivel farmacológico, es bien conocida la importante función del hígado en los procesos que tienen que ver con el mecanismo de acción de las drogas. La mayoría de ellas deben pasar por el hígado: algunas se activan allí y otras son desactivadas por él, pues le resultan tóxicas. Por esta razón se prescriben dosis elevadas de ciertos fármacos, a fin de compensar este mecanismo de desactivación.
Sabiendo esto, es sencillo imaginar qué sucede en un paciente medicado, cuya función hepática está comprometida (algo bastante frecuente y hasta lógico, considerando que este órgano es generalmente el primero en acusar los desórdenes corporales): algunos fármacos no le surten efecto (aún en altas dosis) y otros lo intoxican gravemente (aún en bajas dosis).
El hígado posee una temperatura de funcionamiento más alta que el resto del organismo (entre 39 y 41°C), por lo cual siempre le resulta benéfico el aporte de calor, elemento que facilita su trabajo. Aplicar una bolsa de agua caliente en la zona hepática apenas después de una comida copiosa, es un procedimiento que por simple, no deja de ser tremendamente efectivo e inocuo.
Otra de las tareas hepáticas es la secreción continua de bilis. Esta sustancia, luego almacenada y dosificada oportunamente por la vesícula biliar, tiene múltiples funciones: digestión de grasas, estimulación del peristaltismo intestinal (ciertos estreñimientos se deben a su carencia), evacuación de toxinas y excesos (entre ellos, el colesterol) desde el hígado hacia los intestinos, etc.
El funcionamiento de la vesícula biliar se ve afectado por varios factores: la relentización del funcionamiento hepático por agotamiento, el espesamiento de la bilis por sobrecarga de desechos y los espasmos por tensión nerviosa. Esto, más allá de dificultar el proceso digestivo, genera un estancamiento y espesamiento de la bilis; los desechos presentes en ella comienzan a formar arenillas y luego se convierten en cálculos.
La habitual práctica de extirpar la vesícula, además de generar problemas digestivos por la ausencia de dosificación en los momentos de necesidad, no resuelve la causa que ha generado la pérdida de tonicidad (consecuencia). Como de costumbre, estamos confundiendo causa con efecto.
SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN HEPATOBILIAR
Si todo anda bien, no tenemos motivo para darnos cuenta de su trabajo y la digestión se realiza sin problemas. Por el contrario, los inconvenientes digestivos en general, nos advierten que algo anda mal en el sistema hepatobiliar. La medicina oriental clasifica a hígado y vesícula como órganos pares, es decir que se afectan mutuamente: si está mal uno, también está mal el otro y viceversa.
Dado que el hígado interviene en gran cantidad de funciones corporales, los síntomas de malfunción son muy variados. Dificultades para asimilar alimentos (sobre todo grasas, huevos, fritos, lácteos, salsas, etc.), inapetencia, dolores de cabeza luego de comer, boca pastosa, lengua blancuzca o amarillenta, sabor amargo en la boca, hinchazón de vientre, acumulación de gases, nauseas, vértigo, piel amarillenta, cutis graso, granos, catarro.
estreñimiento, heces en forma de confites o poco consistentes y de color amarillento, insomnio en las primeras horas de la noche y dificultades para despertar por la mañana, picazón de piel, caspa, caída del cabello, migrañas, dolor en la nuca, fatiga muscular, edemas, calambres, mala circulación venosa, fobia a la luz, problemas de visión; he aquí un repertorio parcial de síntomas que anuncian la necesidad de ocuparse del hígado.
A nivel emocional, el hígado desempeña un gran papel. Ya vimos su importancia en el manejo de la energía vital. Los antiguos griegos lo consideraban la base de las emociones. Su mal funcionamiento genera una característica muy marcada: la ira, acompañada con ganas de gritar o pegar. En general una perturbación funcional del hígado aporta una sensación de agobio y depresión; incluso la alternancia de euforia con depresión.
Dado que el hígado es responsable de la formación de la albúmina y las hormonas, su malfunción repercute directamente en los sistemas inmunológico y hormonal. Una alergia está indicando que algo no marcha bien a nivel hepático. Ya nos referimos a la relación albúmina defectuosa células tumorales, por lo cual un cáncer no es más que el reflejo de un hígado en mal estado. En general puede afirmarse que todas las enfermedades crónicas reflejan el mal estado hepático o bien son su consecuencia directa.
LAS HIERBAS
Si bien se habla de plantas hepáticas y plantas biliares, no hay en la práctica una línea que divida ambas funciones, o mejor dicho, es muy difícil acertar qué es más importante favorecer. Por ello pueden usarse indistintamente, con la certeza que la mejora de uno repercutirá en el otro ámbito. Esto no hace más que confirmar la validez del concepto oriental que los considera como un único órgano. En general todos los sabores amargos son benéficos para el funcionamiento hepatobiliar.
Las hierbas más habituales y efectivas son: diente de león, cardo mariano (reconstruye las células hepáticas y desinflama los tejidos de sostén), carqueja, canchalagua, genciana, nencia, boldo, achicoria, romero, alcaucil, pájaro bobo, áloe vera, etc. De la medicina oriental surge una infusión muy efectiva: té banchá, una ciruela umeboshi disuelta en la infusión y unas gotas de jengibre rallado (se obtienen exprimiendo la ralladura).
Tres componentes del Tónico Herbario son claves para el buen funcionamiento hepático: bardana, acedera y ruibarbo. A nivel del Botiquín Homeopático podemos auxiliarnos con Baccharis y Chelidonium.
LOS ALIMENTOS
Como órgano de la vitalidad corporal, los alimentos vivos favorecen el trabajo del hígado; por el contrario, los alimentos muertos son una carga tóxica. Por alimentos vivos entendemos frutas y verduras frescas, semillas germinadas (brotes) o fermentaciones (chucrut, miso, salsa de soja, kéfir, pickles en salmuera). En las fermentaciones, es fundamental que no se encuentren alteradas por conservantes o procesos de pasteurización, en cuyo caso pasan al bando opuesto: alimentos muertos.
En este grupo están los refinados de todo tipo (azúcar blanca, sal refinada, harina blanca, aceites industriales), el alcohol y las sustancias sintéticas (margarinas o aceites hidrogenados, vitaminas, saborizantes, colorantes, conservantes). No resulta difícil imaginar el daño que genera, sobre todo en los niños, la abundante y periódica ingesta de gaseosas y jugos industriales, compuestos totalmente por sustancias muertas (azúcar, edulcorantes, acidificantes, colorantes, conservantes, etc.).
El tema de los conservantes es gravísimo en la función hepática, pues precisamente el poder inhibitorio que los hace útiles para la preservación de los alimentos, interfiere seriamente en los numerosos y vitales procesos enzimáticos que debe realizar el hígado. Además, los conservantes son ingeridos en cantidades elevadas y con gran regularidad, pues están presentes en todos los alimentos industriales de consumo masivo. Por lo tanto es muy importante el efecto benéfico de las enzimas, localizadas en vegetales crudos, fermentaciones y germinados.
Una sustancia útil para el hígado es el ácido láctico, elemento resultante de muchos procesos ancestrales en la elaboración de alimentos. Los encurtidos en sal son un ejemplo. Un gran generador de ácido láctico es el repollo blanco y su forma más conocida es el tradicional chucrut de la Europa fría. Sin embargo hay una forma más sencilla de generar ácido láctico a partir del repollo: el llamado yogurt de repollo. Se pica finamente el repollo blanco, se lo coloca en un recipiente de vidrio cubierto de agua y se lo deja macerar durante tres noches. Al cabo de ese período, se licúa y se bebe, pudiéndoselo mezclar con jugo de frutas para mejorar su sabor.
Además del repollo, las mejores hortalizas para el hígado son: zanahoria, alcaucil, escarola, endivia, apio, rabanito, bardana, nabo, remolacha y las hojas verde oscuras (diente de león, achicoria, perejil, berro, espinaca). Como vimos en las hierbas, preferir siempre los sabores amargos que benefician al hígado. Entre las frutas favorables a la función hepática podemos citar: uva, ciruela, manzana (sobre todo las verdes), palta, cítricos (limón, lima, naranja, pomelo) y frutos de bosque (frutilla, arándano, frambuesa, mora, cereza). El azúcar de las frutas, la fructuosa, se metaboliza y depura la función hepática.
Otro alimento benéfico para el hígado es la miel de abejas, por su poder depurativo sobre este órgano. La miel se utiliza en la recuperación de cirróticos y alcohólicos; asimismo se aconseja luego de haber consumido mucho alcohol, para mitigar la resaca. Para el hígado también son importantes los alimentos ricos en cromo (levadura de cerveza, azúcar integral de caña), por ser un mineral clave en la función hepática y carente en la moderna alimentación refinada.
El rubro grasas es clave en la función hepática, por ser el órgano que comanda su metabolismo. Si bien el tema lo profundizamos en otra publicación, digamos aquí que el hígado depende de la provisión externa de los ácidos grasos esenciales, así llamados por no poder ser sintetizados en el organismo. Estos ácidos grasos (omega 3 y 6) están presentes en los pescados de agua fría, en las semillas de girasol, lino, soja, sésamo y chía, y en los aceites de ellas obtenidos por simple presión en frío y sin proceso de refinación. Párrafo aparte para las aceitunas y el aceite de oliva de primera presión en frío, base de un antiguo tratamiento purificador del hígado.
Siguiendo con las grasas, veamos aquellas inconvenientes para su normal funcionamiento y decididamente desaconsejables en el proceso depurativo. Ya nos referimos a las nefastas margarinas (aceites vegetales hidrogenados) como producto sintético, absolutamente privo de vitalidad e intoxicante del organismo todo.
Luego debemos citar a las grasas saturadas, sobre todo las provenientes de animales de cría industrial, que incluyen alto contenido de antibióticos, hormonas sintéticas y metales pesados. En este rubro se encuadran los lácteos y sus derivados, que además reciben el aporte de conservantes y aditivos químicos de síntesis. Por último debemos citar las frituras, generalmente realizadas con aceites de pésima calidad y escasa renovación.
Además de citar alimentos claves para el hígado, debemos tener en cuenta que este verdadero laboratorio central de la química corporal, depende de una adecuada y variada disponibilidad de nutrientes para poder llevar adelante su compleja alquimia: producción de hormonas, redistribución de nutrientes en el organismo, filtrado y eliminación de toxinas, etc. Precisamente, conocer el proceso de desintoxicación hepática, nos permite entender la importancia de una nutrición equilibrada.
Resumidamente, podemos decir que este procedimiento consta de dos fases: preparación y eliminación propiamente dicha. Inicialmente el hígado convierte las sustancias de desecho en compuestos muy tóxicos, a través de ciertos procesos que requieren entre otros nutrientes, la presencia de cinc, cobre, selenio, magnesio y vitaminas del grupo B. Inmediatamente viene la segunda fase, durante la cual otros procesos generan compuestos más inocuos, que así pueden ser evacuados sin problemas por otros órganos.
Esta última fase también depende de la presencia de nutrientes claves como azufre glicina, glutatión y vitaminas del grupo B. Por lógica, ante carencias de las citadas sustancias, o bien se genera dificultosamente la primer fase, o lo que es más grave, se malogra la segunda. En ambos casos el organismo se autointoxica por la incrementada presencia de sustancias venenosas. O sea que es fácil comprender cómo la carencia de nutrientes termina por incrementar la toxemia corporal.
Finalmente y visto que el hígado es un gran operador de toxinas, por sentido común es absolutamente aconsejable evitar el consumo de dicho órgano proveniente, tanto de animales de cría industrial (el popular paté de hígado), como de pescados de aguas contaminadas (aceite de hígado de bacalao).
OTRAS RECOMENDACIONES
La estimulación de la zona refleja de hígado y vesícula en la planta de los pies, es un mecanismo coadyuvante en todo tipo de problemática hepática, sin contraindicaciones y sinérgica con cualquier otra línea de acción que se adopte. Al final encontrará una ilustración para individualizar las zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica.
Como vimos, la bolsa de agua caliente, colocada a la derecha del estómago, 10 a 30 minutos, después de una comida copiosa, ofrece un significativo beneficio al funcionamiento hepático, sobre todo en caso de sobrecargas o mal funcionamiento. También ayuda la posición del descanso nocturno: recostados sobre el lado izquierdo, dejaremos sin comprimir el lateral derecho donde se aloja el hígado, facilitando su flujo circulatorio.
Otro factor positivo para el hígado, es atender sus necesidades depurativas, especialmente en primavera, época clave para este órgano, según los postulados de la antigua medicina china y de la simple observación de las crisis que todos sufrimos en dicho período. Transcurrido el invierno, el hígado intenta desembarazarse de todos los excesos acumulados en la época de los alimentos densos y calóricos.
Por ello la necesidad de estar atento y facilitar los mecanismos de evacuación. Una técnica que permite remover y expulsar los residuos grasos es la cura de aceite de oliva. Consiste en ingerir durante 15 días, dos cucharadas de aceite en ayunas (una sola cucharada en casos de cálculos vesiculares), pudiendo agregarse unas gotas de jugo de limón.
Otra técnica casera que ayuda a la desintoxicación hepática por su enérgica acción colerética, es el enema de café. Una sustancia presente en el café (el ácido palmítico) estimula espectacularmente la producción de una enzima (glutatión s-transferasa), lo cual se suma a otros principios activos del café. Resumidamente digamos que esta práctica:
- estimula la actividad y la regeneración celular
- mejora el equilibrio sodio/potasio en las células
- capta radicales libres
- incrementa el flujo biliar
- dilata los vasos sanguíneos y los conductos biliares
- relaja la musculatura
- elimina toxinas cerosas de la sangre
- alivia depresión, tensión nerviosa, alergias y dolores
El enema de café se prepara con 2 cucharadas soperas de café en grano recién molido y cuarto litro de agua. Se hace una infusión bien cargada, se cuela bien y se aplica con una cánula. Se retiene 10/15 minutos y luego se evacúa. Dado que en pocos minutos toda la sangre del cuerpo pasa por el hígado, esta práctica equivale a una diálisis de nuestro fluido sanguíneo. Es muy recomendable en enfermedades degenerativas.
LOS INTESTINOS
Son nuestros órganos de relación primaria con el alimento. Á través de estos conductos, los nutrientes que ingresaron al estómago (bolo alimenticio), sufren el necesario proceso de degradación y asimilación. Por esta misma vía se excretan los desechos resultantes de todo el acto digestivo. El recorrido se inicia en el intestino delgado (entre 5 y 6 metros de longitud y unos 3 centímetros de diámetro) y culmina en el intestino grueso o colon (1,5 metros de largo y hasta 8 centímetros de sección). Si bien se considera que el primero absorbe nutrientes y el segundo elimina desechos, en la práctica ambos cumplen las dos funciones, y ambos son importantes en términos de toxemia corporal; por ello los trataremos como un único órgano.
En primera instancia, debemos tomar conciencia que no se trata de metros de conducto inerte. Los intestinos de un organismo vital están formados por tres estructuras complejas e inteligentes: la mucosa, la red de capilares y la flora. Es importante detenernos un momento para comprender sus características principales, a fin de obrar de acuerdo a sus leyes y así cooperar con su tarea. Lamentablemente nuestro moderno estilo de vida olvida esta realidad y perjudica su actividad, sufriendo las consecuencias el organismo en su conjunto. No exageramos afirmando que la gran mayoría de los modernos problemas de salud, en el fondo se generan como consecuencia de los desórdenes intestinales.
LA MUCOSA INTESTINAL
Es el medio por el cual las sustancias nutritivas provenientes del bolo alimenticio, pasan a una compleja red de capilares sanguíneos para llegar al hígado, órgano encargado de transformar y redistribuir los nutrientes a través de la sangre. En estado normal, la mucosa, que ocupa unos 300 metros cuadrados de superficie, funciona como un filtro inteligente, dejando pasar sólo las sustancias bien digeridas. Los alimentos mal degradados y los residuos tóxicos se ven obligados a permanecer en el conducto intestinal, hasta ser finalmente evacuados como materia fecal.
Pero este principio de funcionamiento tan sencillo, en la práctica se ve obstaculizado por gran cantidad de factores que trataremos de resumir seguidamente.
En primer lugar, el delicado sistema de microfiltros que conforma la porosa pared intestinal, sujeto a constante agresión (alimentos mal digeridos, fermentaciones, putrefacciones, sustancias químicas de todo tipo, antibióticos, venenos, medicamentos, etc.), termina por sufrir cantidad de microlesiones y aumenta su porosidad. Debido a ello, el filtrado se hace defectuoso y logran pasar nutrientes mal degradados y sustancias tóxicas, que llegan rápidamente al hígado, con el consiguiente impacto nocivo para dicho órgano.
Originariamente, las mucosas están diseñadas para soportar sustancias indeseables, pero es la cantidad y la continuidad de agresiones, lo que termina irritando y dañando su estructura. Pensemos por un momento en las agresiones de todos los días: gaseosas (ricas en ácidos y colorantes), agroquímicos, azúcares industriales, refinados, pésimas combinaciones alimentarias, medicamentos... Un solo dato: se sabe que la aspirina destruye la mucosa estomacal y sin embargo nuestro país consume diariamente seis millones de unidades!!!
Otra cuestión que afecta a la mucosa intestinal es la relentización del bolo alimenticio, fenómeno conocido como estreñimiento o constipación. Esto se debe a tres causas principales: alimentación carente de fibra (y por tanto de capacidad estimuladora del peristaltismo), sedentarismo (que genera atrofia de los músculos peristálticos), y desórdenes del sistema nervioso (que provocan bloqueos energéticos).
Cuando el alimento se frena en el intestino, hay dos problemas principales: por un lado se generan mayores fenómenos de fermentación y putrefacción (con la consecuente producción de desechos tóxicos), y por otro se incrementa la reabsorción de sustancias nocivas (los desechos citados y los que deberían ser evacuados rápidamente).
Además se forman costras en los pliegues intestinales (causa de divertículos), lo cual provoca inflamaciones, falta de tono intestinal, incorrecta absorción de nutrientes y caldo de cultivo para el desarrollo tumoral. Otra consecuencia no menor del estreñimiento y el desarrollo de flora putrefactiva, es la proliferación de microorganismos nocivos, como la escherischia coli, causantes de infecciones urinarias a repetición.
Un aspecto poco conocido de la mucosa intestinal, es su función inmunológica. En la práctica es considerada la primera línea de acción del sistema defensivo, secretando inmunoglobulina A, frente a la presencia de antígenos y alérgenos en el bolo alimenticio. Dicha actividad es proporcional a la presencia de estos elementos en el alimento, razón por la cual podemos entender el agotamiento inmunológico que provocan alimentos cargados de alérgenos y antígenos (el caso de los productos lácteos), sobre todo en organismos débiles.
LA FLORA INTESTINAL
Pero llega el momento de hablar de la flora intestinal, ese magnífico conjunto de unos cien billones de individuos que puebla y vivifica nuestras mucosas. Sin este complejo mosaico de criaturas, pertenecientes a cuatrocientas especies distintas, los intestinos serían un tubo inerte y desde luego no podrían realizarse todos los fenómenos bioquímicos necesarios para la correcta asimilación y evacuación de lo ingerido. Muchos ignoran la existencia de este verdadero nicho ecológico que llevamos dentro y muchos más ignoran las reglas con las cuales funciona el equilibrio de esta simbiosis de microorganismos. En resumen: no sabemos que están, no sabemos qué necesitan y no sabemos qué los afecta.
La relación con estos imprescindibles “huéspedes”, debe ser de colaboración recíproca: debemos garantizarles la supervivencia, a fin que nos proporcionen una serie de funciones (esencialmente enzimáticas) que posibilitan la digestión de los alimentos. La simbiosis natural es perfecta: ellos obtienen energía y sustento de los procesos de desdoblamiento de hidratos, grasas y proteínas, procesos que sólo son posibles gracias a las enzimas que aportan.
Pocos saben que la degradación inicial de los alimentos (por ejemplo las fibras vegetales) la realiza, en muchos casos, la flora y no los jugos intestinales. Una parte importante de los nutrientes que ingerimos sirven para alimentar la flora, existiendo por ellos una cierta competencia entre los microorganismos y la mucosa.
Una función muy importante de la flora normal, es su capacidad para desdoblar cuerpos grasos, como los ácidos biliares y el colesterol. Al hablar del hígado, vimos que la bilis transporta toxinas y excedentes hacia el intestino. Entre dichos excedentes está el colesterol, con el objeto de ser luego evacuado
por los intestinos. Para que esta evacuación sea posible, es necesario el trabajo de ciertas bacterias intestinales que lo “digieren” (desdoblan). Si esa población de bacterias no existe o es muy reducida, el colesterol permanece íntegro; debido a ello es reabsorbido por la mucosa intestinal y va rápidamente al flujo sanguíneo.
Esto nos permite entender dos cosas: por qué hay vegetarianos con colesterol elevado y por qué es relativo el efecto de las medicaciones para el colesterol. Mucha gente gasta tiempo, dinero y esfuerzo en el inútil y obsesivo control del índice de colesterol, en lugar de atender las mínimas necesidades de la flora, que, gratuita y naturalmente se ocuparía de ello.
La flora genera un ecológico equilibrio dinámico, gracias al cual se evita el desarrollo de enfermedades en el organismo. Si se mantiene prevalente la población de microorganismos normales, éstos impiden que pobladores peligrosos (otras bacterias o levaduras) puedan afincarse en el medio y les roben su forma de sustento habitual. Además, la flora normal genera una especie de cobertura de la mucosa digestiva, cubriendo ciertas porosidades, en las cuales podrían depositarse microorganismos patógenos; con ello están cumpliendo otra importante tarea de defensa corporal.
Los fluidos digestivos (saliva, jugos gástricos e intestinales) determinan las condiciones para el desarrollo de la flora benéfica e impiden el crecimiento de la flora nociva. Desde hábitos nefastos del modernismo nutricional conspiran en gran forma contra la calidad de dichos fluidos: la mala masticación y el uso de antiácidos. Es de fundamental importancia la lenta masticación y buena ensalivación de los alimentos, al generarse allí sustancias (como la lisozima) con cierto efecto antibiótico contra microorganismos perjudiciales.
Por otra parte, el uso y abuso de antiácidos estomacales, al disminuir la acidez estomacal, anula esta verdadera barrera contra bacterias indeseables, que luego colonizan los intestinos, convirtiéndose en huéspedes crónicos. Los antiácidos son otra demostración de cómo atacamos efectos y no resolvemos las causas que generan el problema.
El tipo de alimentación que hagamos, determinará la calidad de flora que tengamos. Si bien el tema nutricional lo tratamos aparte, aportaremos aquí algunos conceptos básicos en función a las necesidades de una flora benéfica. Si bien los microorganismos intestinales se benefician de la presencia de fibra, hay tipos y tipos de fibra. Frente a la carencia absoluta de este elemento en la moderna dieta refinada (el proceso industrial la elimina por completo de los alimentos.), se recurre habitualmente a la adición de salvado de trigo, en el intento por compensar la escasez.
Esta sustancia aislada (similar a la viruta de madera) resulta agresiva (irrita) y desequilibrada (aporta mucho fósforo, mineral peligrosamente abundante en la actualidad y antagonista del calcio). En contraposición a esta fibra insoluble (no se disuelve en agua), nuestra flora benéfica requiere fibra soluble; mucílagos, pectina, alginatos. Fuentes de fibra soluble son frutas (cáscaras), verduras y específicamente ciertos alimentos como el lino, las algas y la algarroba.
Otro factor que condiciona la flora benéfica es el exceso proteico, algo tan habitual en la opulencia occidental. Esta abundancia tiene dos aspectos: cantidad y calidad. Mucha gente no toma consciencia de la suma proteica a lo largo de la jornada: carne, pollo, pescado, lácteos, fiambres, picadillos, semillas, legumbres... todo suma a la hora del conteo. Por otra parte, poco se piensa en la digestibilidad de las mismas, existiendo gran diferencia entre las de origen animal (las de pescados resultan las más fácilmente asimilables) y las que provienen de vegetales (cereales, legumbres y semillas).
La consecuencia del exceso proteico es el anormal desarrollo de microorganismos de putrefacción, que se nutren básicamente de este tipo de sustancias. Más allá de otros mecanismos de detección del problema, el olor de las deposiciones, como veremos luego, es el mejor termómetro diario para conocer cómo estamos al respecto: una dieta y, por consiguiente, una flora equilibrada, deben generar evacuaciones sin olor.
Si los nutrientes inciden en gran medida sobre el balance ecológico de nuestra flora, no menor es la influencia de las sustancias químicas (la mayoría, sintéticas) que por distintas vías ingresan al tubo digestivo y afectan su equilibrio. Por un lado están los agroquímicos presentes en los alimentos que ingerimos y los aditivos que se utilizan para conservarlos.
El caso del exceso de fósforo, tema que abordaremos al hablar de los riñones, es un buen ejemplo de la sumatoria de cantidades de un elemento que, en dosis elevadas altera muchos equilibrios, como el de la flora intestinal. Estas sustancias, además de intoxicar la sangre, por su acción inhibidora de los procesos enzimáticos básicos de la flora, impiden su normal desarrollo.
Pero sin dudas la influencia más grave sobre la flora la ejercen los antibióticos, que nos llegan por variadas vías y en altísimos concentraciones, dada nuestra posición en la cadena alimentaria... y nuestra dependencia de medicamentos.
Obviamente, y como se desprende de su mismo nombre (anti-vida) no hay nada más incompatible y agresivo para los billones de microorganismos que pueblan nuestros intestinos, que la diaria ingesta “goteo” de antibióticos.
Principalmente encontramos antibióticos en los productos animales de cría industrial. Inicialmente se inyectan para prevenir y curar infecciones, causadas por el sistema antinatural de crianza. Residuos de antibióticos pueden permanecer en tejidos animales hasta 47 días en la zona de inyección y hasta 75 días en ciertos órganos depuradores como los riñones.
Otra dosis importante de antibióticos se usa a titulo preventivo en el alimento balanceado de los animales: en estos casos los tejidos se saturan de antibióticos y es más difícil su eliminación orgánica. Finalmente están los antibióticos que se adictivan a los alimentos, sobre todo en la industria láctea. En diferentes análisis de leches se han llegado a detectar... hasta 29 antibióticos diferentes!!!
Otro gran aporte de antibióticos proviene del exagerado consumo de medicamentos, prescriptos o auto recetados. Gran parte de ellos (no sólo antibióticos, sino también antiácidos, laxantes o drogas inmunosupresoras) se consumen por vía digestiva (superior o inferior) y provocan graves alteraciones en la flora intestinal.
La más importante es la disbacteriosis (mortandad bacteriana), que además de generar una severa intoxicación hepática (sencillo de comprobar cuando nos recetan un antibiótico), provoca un vacío en el nicho ecológico de nuestra flora. Ese lugar es rápidamente ocupado por gérmenes resistentes y microbios oportunistas. Si bien la medicación nos afecta visiblemente por las altas dosis, se cree que es mucho más nocivo el efecto de las pequeñas pero continuas cantidades que ingerimos con los alimentos.
LA CANDIDIASIS CRÓNICA
Los antibióticos son también responsables de un problema mucho más grave y casi inadvertido en la medicina actual: la candidiasis crónica. Del tema nos ocupamos en otra publicación que analiza detalladamente causas y soluciones; aquí nos referiremos sólo a sus consecuencias sobre la toxemia corporal.
En estado de equilibrio, la misma flora intestinal se ocupa de controlar el desarrollo de una levadura integrante de la misma, la cándida Albicans, útil por cierto en condiciones normales: mantiene el PH intestinal, alimenta la flora, absorbe materiales pesados, degrada carbohidratos no digeridos, etc. Pero el ingreso cotidiano de antibióticos a los intestinos, elimina los microorganismos encargados de controlar su desarrollo y como consecuencia de su anormal proliferación, la levadura muta forma y se convierte en un hongo que se adhiere por medio de rizoides a las vellosidades intestinales.
Estos pliegues, encargados de absorber los nutrientes, se ven cubiertos por cándidas enraizadas; por ello se hacen difíciles de eliminar y provocan gran cantidad de problemas a todo el organismo. Para ayudar a entender la magnitud del problema, reproducimos a continuación un listado de síntomas y enfermedades generadas por la candidiasis crónica.
SÍNTOMAS
• Deseos de carbohidratos (pan, azúcares, gaseosas).
• Intolerancia al humo, perfumes y químicos inhalantes.
• Fatiga o somnolencia.
• Depresión.
• Mala memoria.
• Sensación de “irrealidad” o de “flotar”.
• Incapacidad de concentrarse y/o tomar decisiones.
• Sensación de quemazón, hormigueo o entumecimiento.
• Dolor de cabeza o migraña.
• Dolor muscular y/o abdominal.
• Debilidad muscular o parálisis.
• Dolor o inflamación de las articulaciones.
• Estreñimiento y/o diarrea.
• Distensión abdominal o gas intestinal.
• Quemazón, picor o flujo vaginal.
• Falta de deseo sexual.
• Irregularidades y/o calambres menstruales.
• Tensión premenstrual.
• Ataques de ansiedad o llanto.
• Manos y pies fríos y/o sensación de frío.
• Irritabilidad y frecuentes cambios de humor.
• Insomnio.
• Mareo o pérdida del equilibrio.
• Sensación de presión en los oídos.
• Sensación de resaca por la mañana.
• Picores o sarpullidos crónicos.
• Entumecimiento u hormigueo.
• Indigestión.
• Acidez estomacal.
• Intolerancia (alergia) a ciertos alimentos.
• Mucosidad en las heces.
• Picor anal.
• Boca o garganta seca.
• Ronchas o costras en la boca.
• Mal aliento.
• Persistente mal olor corporal que no elimina el lavado.
• Congestión y picor nasal.
• Afonía y/o dolor de garganta.
• Laringitis, tos o bronquitis recurrente.
• Dolor o presión en el pecho.
• Ahogo o dificultad al respirar.
• Necesidad frecuente de orinar.
• Retención de líquidos.
• Infecciones crónicas.
• Puntos en la visión o visión errática.
• Picor, lagrimeo o sensación de quemazón en los ojos.
• Frecuentes infecciones de oído o supuración de oídos.
• Problemas de uñas.
ENFERMEDADES ASOCIADAS
• Celiaquía.
• Enfermedad de Crohn.
• Colitis.
• Diabetes.
• Síndrome del intestino irritable (colon irritable).
• Artritis reumatoide.
• Lupus.
• Asma.
• Soriasis y eccema.
• Sinusitis.
• Esclerosis múltiple.
• Fibromialgia (dolores artríticos y reumáticos).
• Síndrome de la fatiga crónica.
• Hiperactividad - Déficit de atención (DDA).
• Hipotiroidismo.
• Hipoglucemia y diabetes.
• Depresión y estados de ansiedad.
• Anemia.
• Alergias.
• Inmunodepresión.
• Parasitosis.
En el contexto de la toxemia corporal, importa puntualizar los efectos tóxicos que la excesiva proliferación de cándidas genera. En primer lugar inflama la mucosa intestinal y disminuye su capacidad de filtrado. Esto provoca, como vimos antes, el pasaje al flujo sanguíneo de sustancias tóxicas y alimentos mal digeridos, lo que repercute en la sobrecarga hepática.
En segundo lugar, las cándidas en estado micótico producen 79 tóxicos distintos como resultado de su actividad metabólica. Entre ellos, el temible acetaldehído, muy estudiado por el efecto contaminante que genera como producto de uso industrial (aglomerados, adhesivos, pinturas, etc.). A modo ilustrativo, citamos sus efectos más conocidos:
produce sustancias vasoactivas (irritación, pánico, miedo, taquicardia, sofocos), interfiere con receptores de la acetilcolina (trastornos de memoria y transmisión nerviosa), produce histamina (inflamaciones y supresión de glóbulos blancos), bloquea enzimas claves para el sistema hormonal, destruye la vitamina B6 (problemas inmunológicos, calambres, retención de líquidos, desequilibrio hormonal), destruye sustancias desintoxicantes (glutatión y cisteína), inhibe la dopamina (depresión, insomnio, estrés)...
Por cierto que no solo los antibióticos generan este grave desorden en la flora intestinal. Son causa de candidiasis crónica: el exceso de carbohidratos refinados (suministran glucosa, principal alimento de las cándidas y causa de la apetencia de dulces por parte de la persona afectada) y levaduras, la mala calidad del agua de red (presencia de cloro, flúor, metales pesados, herbicidas, nitratos), el uso excesivo de fármacos (antibióticos, corticoides, hormonas), el estrés (producción de Cortisol), la baja inmunología, la reducida secreción digestiva (enzimas, ácido clorhídrico) y las carencias nutricionales (cinc, vitamina B6).
Como bien señalan los investigadores M. Cottrell, M. Mead y M. Kushi, “en un futuro cercano, el problema de la candidiasis podría convertirse en una crisis planetaria de magnitud similar al sida y al cáncer, a pesar de ser muy factible de evitar”.
SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN INTESTINAL
Cuando los intestinos funcionan correctamente, las evacuaciones deben ser normales. Dado que existe mucha confusión al respecto, conviene detenerse en la definición de normalidad, pues representa una de las herramientas sencillas y periódicas para controlar nuestro estado interno, sin necesidad de estudios sofisticados.
En primer lugar veamos el tema frecuencia. Fisiológicamente y respondiendo al reflejo gastrocólico, que funciona naturalmente en los niños, deberíamos evacuar tantas veces al día, como comidas importantes hayamos realizado. Pero también debemos tener en cuenta la velocidad del tránsito intestinal. Mucha gente se califica de regular por el sólo hecho de evacuar diariamente, pero la supuesta regularidad puede encubrir retrasos de dos o tres días, lo cual también significa constipación.
Los desechos deberían ser expulsados aproximadamente 24 horas después de haber sido ingeridos. O sea que, normalmente debemos evacuar a las 24 horas de cada ingesta voluminosa que realicemos. Por cierto que el tipo de alimentación y por tanto de flora condicionarán este período. Los vegetarianos, con flora más fermentativa, tendrán tendencia a un lapso más corto; en tanto una dieta carnívora, con predominio de flora putrefactiva, provocará tiempos más largos.
Podemos comprobar la velocidad de tránsito intestinal con una técnica muy sencilla: en la comida más importante del día (el almuerzo) debemos incluir una buena porción de remolachas o espinacas, controlando luego el tiempo transcurrido hasta la aparición de heces teñidas de rojo o verde. Si bien estas verduras pueden resultar ligeramente laxantes, son de todos modos eficaces en la detección de estreñimiento.
Otra cuestión que brinda mucha información sobre nuestro estado intestinal, es el aspecto de la evacuación. Las heces normales se deben eliminar fácilmente; deben tener: consistencia firme, sección uniforme y reducida, estructura continua (forma de banana), color pardo, capacidad de flotar, ausencia de olor y no ensuciar el inodoro. El gran uso de papel higiénico es un síntoma de los problemas intestinales de la sociedad moderna.
Muchas indicaciones pueden extraerse de su aspecto anormal. El color amarillento o verdoso indica problemas biliares; el color oscuro, alto consumo de proteína animal y estreñimiento; la falta de forma, mucho consumo de lácteos y azúcares; heces contraídas, mucha sal, poco agua y falta de fibra; si se hunden, falta de fibra y/o mala masticación; sección abultada, excesiva dilatación del colon; color amarillento y consistencia pegajosa, dificultades en el páncreas y por ende en los niveles de glucosa en sangre.
Los gases intestinales también representan una señal sobre el funcionamiento intestinal. En buen estado de equilibrio, deberían existir sólo ocasionalmente. La frecuente presencia de ventosidades, o peor aún, la habitual manifestación de este síntoma, indica excesiva fermentación o putrefacción de los alimentos en los intestinos, por tránsito demasiado lento y/o flora desequilibrada.
Otro indicador inequívoco de problemas intestinales es el vientre prominente (panza). La lentificación del tránsito y la acumulación de escorias en las paredes del colon, provoca dilatación de su sección transversal y consiguiente presión sobre la pared abdominal. Este fenómeno se ve agravado por carencias orgánicas (sobre todo de silicio, mineral responsable de la contracción del tubo intestinal) y también por falta de tono en la musculatura abdominal.
La relación de órganos pares que plantea la milenaria medicina china, también brinda indicadores válidos sobre la malfunción intestinal. El intestino delgado está íntimamente conectado al corazón. O sea que los problemas cardíacos indican desorden intestinal y viceversa. Por su parte el intestino grueso está ligado a los pulmones, razón por lo cual las problemáticas se influencian mutuamente. Finalmente digamos que a nivel emocional, el mal funcionamiento intestinal genera una difusa sensación de tristeza.
TÉCNICAS DE LIMPIEZA INTESTINAL
Frente a una evidente acumulación anormal de desechos en los intestinos, siempre resultará beneficioso practicar un drenaje. Si bien es necesario modificar contemporáneamente las causas que generaron dicha acumulación (carencia de fibra, desequilibrio de flora, excesos proteicos, etc.), es prioritario deshacerse urgentemente de las costras acumuladas. En casos leves puede bastar con incorporar fibras vegetales (solubles e insolubles) para normalizar el tránsito, pero difícilmente esta estrategia logre remover materia adherida a las paredes desde hace mucho tiempo.
Es conocido el uso de hierbas purgantes, como así también el empleo de enemas y últimamente del lavaje colónico. Todos estos recursos deben ser utilizados con mucho cuidado por sus posibles efectos irritantes y violentos, pero son siempre preferibles a un estancamiento prolongado. De todos modos, no es aconsejable hacerse dependientes de estos métodos para regularizar la función intestinal. Mientras que hierbas y enemas pueden administrarse en forma casera, el lavaje colónico, por su complejidad, requiere la supervisión de un especialista y elementos específicos.
Existe sin embargo una antigua técnica hindú que cualquiera puede realizar en casa, sin costo alguno y en pocas horas; nos referimos a la limpieza intestinal con agua salada. Si bien el tema esta desarrollado en una publicación específica que incluye todas las recomendaciones del caso, conviene citar aquí que se trata de un método totalmente fisiológico de hacer correr agua a través de todo el tubo intestinal (no solo por el colon), hasta evacuarla con el mismo color que se ha ingerido, señal que el proceso ha concluido.
Se utiliza agua salada para que no sea absorbida por las paredes intestinales y tibia para incrementar su poder desincrustante. Es una inocua técnica depurativa para realizar no más de una vez al año. Permite remover escorias acumuladas en ambos intestinos y su frecuencia dependerá del grado de toxemia y los hábitos nutricionales que desarrolle la persona.
En cuanto a los enemas, que introducen agua en sentido contrario al flujo intestinal normal, son procedimientos caseros aconsejables para movilizar estancamientos repentinos o disolver acumulaciones en el colon. La más suave y sencilla es la ducha rectal, cuya función es estimular el peristaltismo. Consiste en introducir unos 300cc de agua tibia en el recto, por medio de una pera de goma específica para tal fin.
Esto se hace de pie, lubricando la cánula con aceite para evitar irritación y cuidando que la pera esté llena para no introducir aire. No es ecesario retener el agua, dejándola salir inmediatamente. De no lograrse resultado, se puede repetir el procedimiento, no existiendo riesgo de acostumbramiento.
Otra técnica casera aconsejable es el lavaje con un litro de agua. A diferencia de la ducha rectal, aquí se retiene el agua introducida para dar tiempo a disolver el material estancado. Con este volumen se irriga solo la porción de colon descendente por simple gravedad. Es una técnica para utilizar ocasionalmente.
Requiere colgar el recipiente a cierta altura para favorecer el ingreso de agua al intestino y mantenerse acostado sobre el lado izquierdo. El agua debe tener la temperatura del organismo (37°), puede usarse una infusión bien filtrada de hierbas antiinflamatorias (malva, manzanilla, llantén, etc.) y/o adicionarse una cucharada de aceite de oliva. Lo ideal es retener el agua entre 5 y 10 minutos, antes de evacuarla.
LAS HIERBAS
A nivel de plantas medicinales, hay algunas clásicas para favorecer la función intestinal. Muchos conocen el uso del sen o la cáscara sagrada, pero por tratarse de purgantes enérgicos e irritantes, sugerimos reemplazarlos por otros métodos laxantes que hemos detallado, o bien usarlos solo ocasionalmente. En cambio es aconsejable el uso de llantén, diente de león o malva (laxantes suaves, no irritantes, recomendados en estreñimiento crónico e inflamación intestinal).
Entre las infusiones laxantes orientales disponibles localmente, podemos citar el uso de la semilla de habú. Todos los componentes del Tónico Herbario aportan efectos benéficos a la depuración intestinal: bardana, acedera, olmo y ruibarbo. A nivel del Botiquín Homeopático podemos auxiliarnos con Baccharis, Berberis, Cina y Nux Carbo.
LOS ALIMENTOS
Este rubro es clave para lograr equilibrio y regularidad intestinal. Hay elementos muy útiles para combatir el estreñimiento y ayudar a la evacuación de acumulaciones tóxicas. Es el caso de frutas, semillas y algas. Higos y ciruelas pueden utilizarse tras 12 horas de remojo, comiendo las pasas y tomando el líquido resultante, bien por la mañana en ayunas o bien por la noche antes de acostarse.
Mismo procedimiento puede realizarse con un par de cucharadas de semillas de lino o zaragatona, siendo la primera nacional y esta última importada. En todos los casos, el agua es depositaria de la fibra soluble (mucílagos) que estos elementos contienen en gran cantidad.
Si bien todas las algas contienen gran cantidad de mucílagos (por eso la recomendación de incorporarlas regularmente en nuestra alimentación), a nivel laxante se destaca la efectividad del agar-agar (extracto de algas rosadas). Se la puede utilizar en forma de gelatina, disolviendo 10 gramos en un litro de agua, hirviendo y removiendo durante 7 minutos. Puede mezclarse con frutas y verduras, dejándose luego enfriar hasta su completa coagulación.
Otros tipos de algas deberían incorporarse en la rutina diaria pues, además de aportar fibra soluble (el ácido algínico protege la mucosa intestinal, estimula el peristaltismo y nutre la flora), tienen efecto antitumoral. Esto se ha estudiado sobre todo en tumores intestinales, donde controlan las bacterias que producen sustancias cancerígenas. Las algas también poseen un marcado efecto depurativo, evitando la fijación de sustancias tóxicas en el intestino, al convertirlas en sales insolubles que se descargan a través de las heces.
La mejor forma de consumirlas, es incorporándolas en trozos, al remojo y/o cocción de legumbres y cereales. También pueden hidratarse por separado, en agua o en salsa de soja, para agregar luego a guisos, rehogados, sepas o salsas. El remojo previo al consumo, evita que la necesaria hidratación de estos vegetales marinos disecados, se realice a expensas de nuestras secreciones digestivas. Hay gran variedad de estos sabrosos vegetales acuáticos (kombu, wakame, kelp, hiziki, nori, espirulina), muchos de los cuales se recolectan en nuestras costas patagónicas. Recomendamos consultar otra publicación que analiza pormenorizada e individualmente sus virtudes y aplicaciones.
Otras fuentes de fibra soluble son las cáscaras de las frutas, ricas en pectina. Esta sustancia, conocida como espesante industrial, tiene otras propiedades más importantes: es laxante, coagulante, bactericida, previene el cáncer, reduce el colesterol, ayuda a la formación de membranas celulares, protege la mucosa intestinal y elimina metales pesados y sustancias radioactivas del organismo. De allí la antigua indicación de jaleas a los convalecientes, sobre todo de membrillo, uva, manzana y durazno.
Pero para que resulten efectivas y no tóxicas, debemos tener en cuenta su forma de elaboración, ya que industrialmente queda poco y nada del artesanal proceso de hervir cáscaras y semillas; generalmente son gelatinas químicas con colorantes, azúcar blanca, edulcorantes, aditivos y conservantes, que poco favor le hacen a los intestinos.
El consumo de cáscaras de frutas es rechazado con justificación por el amplio uso de productos químicos en los cultivos. Si no disponemos de frutas caseras u orgánicas, puede atemperarse el efecto tóxico de eventuales químicos presentes, con el lavado en agua bicarbonatada. Se disuelve una cucharadita de bicarbonato de sodio en un litro de agua, se remoja unos minutos la fruta a consumir y luego se la lava enérgicamente para remover los residuos superficiales. Las personas con problemas digestivos (divertículos, dispepsias, etc.) deberían abstenerse de cáscaras duras y mal masticadas, al menos hasta corregir su afección.
También la algarroba es óptima fuente de fibra soluble, pues posee pectina y lignina en apreciable cantidad. Su uso aporta benéficos efectos a la flora intestinal, disminuyendo las bacterias e incrementando la flora de lactobacilos. Recientes estudios demuestran la gran efectividad de la harina de algarroba contra úlceras, diarreas infantiles e infecciones intestinales. Sus fibras cumplen un triple efecto: convierten el líquido en gel coloidal, distienden las paredes intestinales y estimulan un correcto peristaltismo que elimina las contracciones dolorosas.
Además del patay (especie de turrón), puede consumirse la harina, como reemplazo natural del chocolate, tanto en panificados como disuelta en líquidos. Junto a la fécula de mandioca y el azúcar mascabo, permite la preparación de un riquísimo y saludable flan, similar al de chocolate.
Un elemento clave para mantener la tonicidad intestinal es el silicio. Entre otras cosas, este mineral es responsable de la adecuada elasticidad de la sección transversal de los intestinos. Lo hallamos en alimentos como mijo, avena, cebada, perejil, ortiga, arvejas, ajo, etc.
Otra recomendación útil para problemas intestinales (estreñimiento, úlceras, divertículos, colon irritable, etc.] es el puchero celulósico. Esta sencilla receta sólo requiere una buena cocción de verduras de estación, en poca cantidad de agua y con el agregado de hierbas aromáticas (perejil, ajo, romero, tomillo, comino, apio, etc.) y trozos de algas. Puede licuarse para mejorar la tolerancia de intestinos irritados, usándose a discreción como primer plato o como mono dieta durante algunos días.
Pero el aspecto más importante de la alimentación, en relación a la función intestinal, es evitar el elevado consumo de refinados y proteínas, elementos que ya hemos visto cómo perjudican el equilibrio de estos órganos. Los refinados (azúcar, harina y arroz blancos, sal y aceites refinados, y todos los productos industriales que los contienen: gaseosas, panificados, golosinas, etc.) son alimentos preponderantes en nuestra ingesta diaria, privándonos de fibras y otras sustancias claves para la química corporal, y atiborrándonos de los productos sintéticos utilizados en los procesos industriales.
Es el caso de los conservantes, que por su función específicamente inhibidora, generan ese mismo efecto en el vital equilibrio enzimático de la flora, bloqueando las actividades metabólicas. Mismo discurso para el diario exceso proteico, que se suma al de los refinados, agrediendo lenta pero implacablemente esta zona clave del organismo, sobre todo por la masiva presencia de antibióticos, los cuales destruyen la vida en nuestra flora. En contraposición es recomendable el aporte de alimentos vitales y enzimáticos, para estimular los fenómenos naturales del ecosistema intestinal.
OTRAS RECOMENDACIONES
La estimulación de la zona refleja de intestino delgado y colon en la planta de los pies, es un mecanismo coadyuvante en todo tipo de problemática intestinal, sin contraindicaciones y sinérgica con cualquier otra línea de acción que se adopte. Al final encontrará una ilustración para individualizar las zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica.
Muchas personas también encuentran ayuda a la función intestinal con el consumo del cloruro de magnesio, que además de moderar los desórdenes digestivos e intestinales y tener efecto laxante, nutre, disminuye el agotamiento intelectual, elastiza las arterias, cura la artrosis, elimina la atrofia muscular, remedia el desequilibrio mineral, alivia la fatiga, previene problemas de próstata y tonifica.
Si bien el tema se desarrolla en una publicación específica, citamos aquí sus indicaciones de consumo. Se diluyen 50 gramos de cristales en un litro y medio de agua, bebiéndose una copita de licor al día. Aunque resulta inocuo y hoy día necesario por la carencia de magnesio se sugieren períodos alternos en su consumo, a fin de evitar posibles excesos.
Finalmente un par de consejos que tienen que ver con la tonicidad muscular y la estimulación natural del peristaltismo intestinal. En primer lugar la actividad física. El movimiento, y sobre todo la tonificación de la musculatura abdominal (mecanismo voluntario), resulta absolutamente necesario para evitar la falta de tono en la delicada musculatura lisa, responsable del peristaltismo (mecanismo autónomo).
En segundo lugar deberíamos corregir nuestra postura para evacuar los intestinos. La más natural y fisiológica resulta la posición en cuclillas (retrete
turco), por la natural estimulación que ejerce sobre abdomen y colon. Dado que no es práctico modificar el baño de casa, podemos remediar en parte el inconveniente de los inodoros modernos, elevando las rodillas. Para esto podemos utilizar un pequeño suplemento de unos 30 centímetros de altura (lo ideal es un cajoncito de madera), que nos permita apoyar cómodamente los pies mientras estamos sentados en el inodoro.
LOS RIÑONES
La función básica de los riñones es filtrar la sangre proveniente del hígado, eliminando los excesos por medio de la orina. A través de una densa red de un millón de minúsculos glomérulos, filtran 150 litros diarios de sangre; el 99% retorna al flujo sanguíneo y solo el 1% (un litro y medio) se evacúa por la vejiga.
Muchos factores influyen en el correcto funcionamiento renal. Uno es la calidad de la membrana filtrante (glomérulos), que se degrada en presencia de sustancias demasiado irritantes. Otro factor es la concentración de toxinas presentes en la sangre; cuando se sobrepasa la capacidad de filtrado, la tarea no se realiza eficazmente y se obstruye el filtro renal. También influye el tipo de desechos a filtrar; hoy día estamos expuestos a muchas sustancias sintéticas no previstas en los ciclos biológicos, las cuales generan microlesiones y/o atascamientos en los glomérulos.
Siguiendo con factores que influyen en el trabajo renal, es importante la tensión sanguínea, ya que alteraciones de la presión con la cual la sangre atraviesa el filtro, disminuyen la calidad del proceso. Esto depende del volumen sanguíneo y la velocidad de circulación. El primer factor está directamente relacionado con la ingesta de líquidos; si hay carencias, la tarea será dificultosa y facilitará la formación de cálculos; si hay excesos, se eliminarán demasiados nutrientes útiles y habrá desmineralización.
El segundo factor tiene que ver con la actividad física; el movimiento incrementa la presión y facilita la depuración; el sedentarismo lentifica la circulación y por insuficiente oxidación, dificulta la eliminación de los desechos.
Un párrafo para un problema generalizado y poco advertido: el exceso de fósforo en el organismo, sobreabundancia que debe ser corregida por los riñones. Los trastornos relacionados con este desequilibrio son, entre otros, fibromialgia (reuma), artritis, problemas de columna, hiperactividad y atención dispersa. El fósforo es un mineral imprescindible en nuestra química corporal, pero si abunda, se convierte en una sustancia altamente tóxica: perjudica el funcionamiento renal, la flora intestinal, el sistema nervioso y los ciclos del calcio y el magnesio.
La superabundancia de fósforo en la dieta moderna se debe a: fuerte consumo de lácteos (la leche posee una inadecuada relación calcio/fósforo, desaprovechándose el calcio en el infructuoso intento de neutralizar el exceso de fósforo), agricultura basada en abonos y plaguicidas fosforados, cría animal dependiente de dicha agricultura, masivo uso de aditivos alimentarios fosforados (leudantes, conservantes, emulsionantes, acidificantes como el ácido fosfórico de las gaseosas, etc.).
El órgano específico para evacuar los excesos de fósforo, es el riñón y por ello recibe una sobrecarga de exigencia funcional. Esto obliga a “mimar” mucho a nuestros riñones, procurando estimular su eficiencia y su capacidad operativa, valiéndose de las técnicas y recursos señalados.
Por último digamos que los riñones comparten con el hígado la singularidad de tener una temperatura de funcionamiento superior a la corporal: unos 40°C. O sea que su funcionalidad se beneficia del calor, y obviamente se perjudica con la exposición al frío.
SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN RENAL
Definiendo la normalidad de la evacuación renal, podemos entender las señales de un trabajo incorrecto. Dado que la vejiga almacena unos 300cc de orina, lo normal es generar unas cinco micciones diarias, cifra que varía en función a la ingesta de líquidos que realice la persona. La micción debe ser de color ámbar, sabor neutro, no irritante y carente de olor. Estas características son bien conocidas por aquellas personas que retoman la antiquísima práctica de la orinoterapia, tema que se aborda en otra publicación específica.
Como sucede con las evacuaciones intestinales, la observación de la orina nos brinda diariamente mucha información útil para controlar el funcionamiento del organismo. La cantidad de micciones diarias es un buen dato para controlar el mecanismo de evacuación. La sensación de ardor al orinar es también una señal de alerta para alcalinizar nuestra alimentación y para eliminar factores irritantes (sustancias químicas, refinados, excesos proteicos, etc.).
El color nos permitirá controlar, tanto el volumen de toxinas del cuerpo como el nivel de ingesta de líquidos. La orina oscura, que no es necesariamente una mala señal, nos está indicando sobrecarga de desechos, carencia de líquidos, o ambas cosas a la vez. Frente a dicho síntoma, habrá que trabajar sobre ambos aspectos. En cambio, un color demasiado claro, refleja un exceso de líquidos y representa una señal para evitar un proceso de desmineralización.
Estas observaciones nos permiten comprender lo absurdo que significan las recomendaciones genéricas de ingesta de agua (tantos litros de agua por día), más aún si no se toma en cuenta el agua ingerida con el alimento. Es cierto que cada organismo tiene una necesidad mínima de líquidos para reponer lo excretado diariamente (orina, respiración, sudoración, etc.), pero habitualmente se habla de tomar cantidad genérica de agua, sin considerar el aporte, por ejemplo, de una dieta abundante en vegetales y frutas.
Si bien la retención de líquidos (edemas) está indicando un colapso de la capacidad de eliminación renal, este síntoma de la toxemia generada por el abundante consumo de sustancias refinadas (sal, azúcar, harinas, etc.) muestra que hay otras áreas en crisis: la piel y el sistema linfático. Al ocuparnos de dichos órganos de eliminación volveremos a referirnos al tema.
La medicina oriental considera que ciertos problemas de la piel (soriasis, eccemas, acné, etc.) son indicadores de la malfunción renal. Desde lo emocional, la inadecuada función renal repercute en la generación del miedo. Por su parte, la relación de órganos pares de la medicina china establece que riñón y vejiga se afectan mutuamente y los problemas de uno se reflejan en el otro.
LAS HIERBAS
Debemos ser prudentes con el uso de diuréticos, descartando obviamente los productos de síntesis química y prefiriendo los de origen vegetal. Pese a que la mayoría de las infusiones resultan ser diuréticas, las hierbas más seguras y efectivas son: barba de choclo, cola de caballo (aporta silicio orgánico), diente de león (aporta potasio), ortiga (es alcalinizante), ulmaria (es analgésica), uva ursi (combate infecciones urinarias y problemas prostáticos), rosa mosqueta, coriandro, enebro, espina colorada, cepa caballo, rompe piedras y yerba meona (estas últimas cinco muy usadas en cálculos y arenillas). La bardana, componente básico del Tónico Herbario, es muy útil para la buena función renal. A nivel del Botiquín Homeopático podemos auxiliarnos con Apis, Berberis y Cantharis.
LOS ALIMENTOS
Numerosos alimentos benefician el trabajo renal. Entre las frutas, todas son benéficas (única precaución con la pera, por su poder enfriante de los riñones), especialmente: arándanos (combate infecciones), cereza, manzana, durazno, pomelo, melón y sandía. Mismo concepto para las verduras, resaltando: repollo (crudo), hinojo, berenjena, perejil, alcaucil, apio, achicoria, berro, espárrago, zapallo, puerro, cebolla (disuelve cálculos), chauchas, nabo, verdolaga, etc. Otros alimentos recomendables son los porotos aduki, el trigo sarraceno, la semilla de zapallo (próstata) y el maíz en todas sus formas.
Dada la proliferación de litiasis renal (formación de arenillas y cálculos), conviene señalar que este fenómeno (muy emparentado con la osteoporosis) se genera básicamente por exceso de proteína animal, abundancia de ácido oxálico (evitar chocolate, acelga, té negro, ciruelas, frutillas y espinaca) y problemas en el ciclo del calcio (relacionado a su vez con la carencia de magnesio y el exceso de fósforo).
Respecto al consumo de agua, además de atender al normal mecanismo reflejo de la sed, vimos antes la forma de controlar fisiológicamente su ingesta, observando la orina. De todos modos, en una crisis depurativa, el control de la coloración de la orina se hace relativo, pues el organismo incrementa su necesidad de filtrado y por tanto de ingerir líquidos.
Una forma de controlar el correcto nivel de líquidos corporales, es el test del brazo alzado. Se deja el brazo colgado por un momento, hasta visualizar como se llenan las venas ubicadas en el dorso de la mano. Luego se alza el brazo lentamente, extendiéndolo hacia delante hasta alcanzar la posición horizontal. El vaciado de las venas debe ser total; si se mantienen abultadas, significa carencia de líquidos. Otro sistema consiste en pellizcar la piel en el dorso de la mano, comprobando que el pliegue se deshaga rápidamente; si demora, significa que falta agua en el cuerpo.
OTRAS RECOMENDACIONES
La estimulación de la zona refleja de riñones y vejiga en la planta de los pies, es un mecanismo coadyuvante en todo tipo de problemática renal, sin contraindicaciones y sinérgica con cualquier otra línea de acción que se adopte. Al final encontrará una ilustración para individualizar las zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica.
Como vimos, los riñones también se benefician de la aplicación de calor, cosa sencilla de hacer colocando una bolsa de agua caliente en la base de la columna. En dicha zona también son útiles cataplasmas de arcilla o de hojas de repollo (previamente machacadas para aplanarlas), ya que absorben toxinas con gran efectividad.
LA PIEL
Aquello que el organismo no logra eliminar por intestinos y riñones, intenta evacuarlo por su órgano depurativo más extenso: la piel. Compuesta por tres capas que también cumplen otras funciones orgánicas, resulta ser el órgano más sensible a las carencias, dada su continua y rápida renovación celular, que demanda el consumo de gran cantidad de nutrientes. Además, por su función protectora del organismo, está muy expuesto a las agresiones externas que genera nuestro moderno estilo de vida: contaminación ambiental, cosméticos, desodorantes, etc.
La capa más profunda (hipodermis) está compuesta por las células adiposas, que normalmente reciben y almacenan las reservas grasas del organismo. Cuando el cuerpo ve rebasada su capacidad de eliminación de desechos tóxicos, no tiene más alternativa que sacarlos de circulación y aislarlos en tejidos de menor importancia. Este encapsulamiento de toxinas, a la espera de mejor ocasión para evacuarlas, es lo que genera obesidad y celulitis a través de un proceso llamado captura lipógena.
En la capa intermedia de la piel (dermis) están las glándulas sudoríparas, de neta función excretora y fisiológicamente muy similares a los filtros renales (nefronas). La piel es irrigada por un veinte por ciento del flujo sanguíneo y hace un trabajo parecido al de los riñones: filtra la sangre y evacúa los desechos solubles por los poros. Por ello, podemos comparar al sudor con una orina algo diluida. En ciertas crisis depurativas con fiebre, se llegan a excretar más desechos por el sudor que por la orina (2 a 3 litros en un día). Un funcionamiento normal de la piel debería generar unos 800cc diarios de sudor (comparable al litro y medio de orina), aunque la lenta evaporación no permita muchas veces visualizar este volumen.
A nivel superficial (epidermis) encontramos la presencia de las glándulas sebáceas, ubicadas en la raíz de los pelos. Su función, entre otras cosas, es secretar una mezcla de cuerpos grasos y desechos proteicos de las células secretoras, llamada sebo. Esta sustancia cumple varias funciones: servir de primera barrera inmunológica, lubricar la piel y protegerla de una excesiva deshidratación.
En primera instancia, esto nos permite comprender cuán nocivo resulta el uso continuo y exagerado de sustancias detergentes sobre la piel. La epidermis tiene mecanismos de reciclado, capaces de digerir y transformar parte de los desechos evacuados, convirtiéndolos en sustancias útiles que se reabsorben. Aquellos desechos que no logran ser reciclados, se desprenden (descamación), fenómeno especialmente visible en el cuero cabelludo (caspa).
Teniendo la piel funciones termorreguladoras (mantener estable la temperatura corporal) y sensoriales (detectar cambios en las condiciones externas), es muy sensible a las alteraciones térmicas. Estos mecanismos, como veremos luego, resultarán útiles a la hora de estimular su funcionamiento, valiéndonos de sus reacciones al frío y al calor.
SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN DÉRMICA
A nivel de hipodermis, es bastante sencillo advertir que las cosas no van bien cuando hay obesidad o celulitis, problema este último no sólo privativo del sexo femenino. La retención de líquidos es otro indicador de colapso tóxico que nos obliga a trabajar en la depuración cutánea, aunque en estrecha colaboración de las funciones renal y circulatoria (ver Sistema linfático).
Un buen funcionamiento de la dermis debería visualizarse a través de la rápida sudoración frente al esfuerzo físico o al calor; dicho sudor debería ser inodoro. Si la persona no suda, o lo hace solo en sectores limitados (axilas), significa que la piel no está trabajando correctamente y por tanto no está eliminando desechos como debiera. Obviamente que estas indicaciones de máxima están influidas por las condiciones climáticas en las cuales se vive: clima seco o húmedo, invierno o verano, etc.
Otro síntoma a tener en cuenta es el olor del sudor, que indica presencia abundante de toxinas. En sí mismo no es malo que exista, siempre que atendamos dicha señal, que nos está advirtiendo la presencia de una sobrecarga que debemos aliviar. Ya nos referimos al tema antitranspirantes en el apartado “Represión de síntomas”. Cuando las glándulas sudoríparas se irritan y se obstruyen por excesos tóxicos, aparecen señales como picazones y eccemas.
La malfunción de la epidermis es la mas fácil de visualizar, dada su importancia estética. Si las secreciones sebáceas son insuficientes, la piel se seca y se agrieta; viceversa, secreciones excesivas generan piel grasa. La caspa en el cuero cabelludo es otro indicador de problemas funcionales: generalmente excesos de toxinas y/o incapacidad de reciclar y reabsorber los desechos. Las obstrucciones de las glándulas sebáceas generan puntos negros; si se suma inflamación, advertiremos acné o forúnculos; espinillas y eccemas húmedos también denuncian un mal funcionamiento de las glándulas sebáceas.
En la medicina oriental, a la piel se la define como un órgano al cual denominan el Triple Calentador. Son síntomas de su malfunción la sensación de calor en la cabeza y de frío en las extremidades. Esto coincide con la máxima griega sobre el estado de salud: cabeza fría y pies calientes.
LA DEPURACIÓN DE LA PIEL
Como estamos viendo en otros órganos, si bien es importante corregir las causas que generan los problemas (exceso de toxinas, carencia de nutrientes), contemporáneamente debemos estimular el drenaje. Muchas veces el propio organismo se basta a sí mismo y haciendo uso de su fuerza vital, genera procesos de hipertermia (fiebre) que evacúan gran cantidad de toxinas a través de la sudoración. No está demás insistir en la importancia de favorecer estos procesos y no reprimir. Incluso veremos la conveniencia de inducirlos artificialmente, si es que no hay suficiente fuerza vital en el organismo.
Un método sencillo para estimular el buen funcionamiento de la piel, es la fricción seca. Esta técnica sirve para estimular genuinamente su metabolismo y facilitar la descamación sin uso de sustancias detergentes. Se puede realizar fácilmente y no demanda gran tiempo. Solo basta una esponja vegetal o un trapo áspero de algodón. Una a una se frotan todas las zonas del organismo, iniciando con sesiones cortas y suaves, e incrementando diariamente la intensidad, sin sobrepasar nunca el umbral de la tolerancia personal. Es mejor hacer esta práctica por la mañana al levantarse, dada la sensación de euforia y bienestar que se genera al concluir el proceso.
Otro estimulador genuino, sencillo y además benéfico para otras funciones desintoxicantes, es la actividad física. Como consecuencia del movimiento, la piel ve estimulado su metabolismo y los intercambios, generándose mayor evacuación de desechos. Toda ejercitación o trabajo físico es siempre recomendable desde el punto de vista depurativo; mejor aún si se realiza expuesto al sol y con ropa oscura, a fin de retener calor y aumentar la sudoración. Es importante culminar la actividad con una ducha que elimine los desechos y limpie la piel.
El baño de vapor (sauna finlandés, baño turco, temascal mejicano, inipi norteamericano, etc.), representa otra forma natural e inocua de eliminar toxinas aprovechando la reacción fisiológica de la piel frente al calor: dilatación de los poros para evitar acumular calor en exceso. Dado que los sistemas antes nombrados suelen requerir ciertas instalaciones y controles específicos, sugeriremos aquí un método hogareño de la vieja escuela naturista.
Para tomar un baño de vapor casero, la persona se sienta desnuda en un banco, bajo el cual coloca un fuentón de agua hirviendo y se cubre completamente con una manta plástica que, a modo de poncho, le permita dejar fuera la cabeza. Si la manta cumple bien su cometido, rápidamente se obtiene el calor suficiente para comenzar a sudar.
Se puede ir adicionando más agua caliente para mantener la temperatura y también se puede agregar al agua, hierbas o aceites esenciales naturales que aumenten el efecto depurativo (romero, tomillo, salvia, etc.). Además de la sencillez, este método evita la sensación sofocante de los métodos arriba citados, en los cuales la cabeza queda expuesta al calor, pudiendo manifestarse síntomas desagradables, descompensaciones circulatorias y hasta desmayos.
Por último citaremos otro recurso naturista de estimulación: el baño hipertérmico. Único requisito: contar con una bañera. Se inicia el baño con agua a temperatura corporal (37°) y luego se va incrementando la temperatura con agua caliente, hasta alcanzar el límite de tolerancia personal (nunca sobrepasarlo, sobre todo en caso de problemas cardíacos). Este gradualismo térmico permite una correcta dilatación de los poros. Al salir del baño, hay que cubrirse rápidamente y acostarse media hora bien abrigado, a fin de intensificar la sudoración y la consiguiente estimulación metabólica. Luego es conveniente tomar una ducha ligera, concluida con un tonificante golpe de agua fría.
Algunos consejos complementarios:
- Las personas con várices deberían mantener las piernas fuera de la bañera.
- Previo al baño, es conveniente beber una infusión de alguna hierba sudorífica (borraja, manzanilla, etc.).
- En el agua de la bañera puede colocarse un kilogramo de sal de roca (sal rosada). Hacerlo una hora antes del baño, a fin de permitir su correcta disolución.
- Este baño es recomendable por la noche, a causa del efecto relajante que genera.
- Dada nuestra conexión con los ciclos lunares y a fin de aprovechar el máximo potencial depurativo, es aconsejable tomar estos baños en fase de luna nueva. Entonces el baño removerá mejor las toxinas acumuladas y provocará un efecto exfoliante de la piel.
Otra práctica recomendable para estimular la depuración orgánica a través de la piel, son las cataplasmas o emplastos. Pueden hacerse con muchas sustancias, pero aquí recomendaremos dos sencillas y económicas: la arcilla y la hoja de repollo.
Es antiquísimo el conocimiento sobre la capacidad de capturar desechos que tiene la arcilla, demostrado por el uso intuitivo que siempre hicieron animales y seres humanos. Además de aspirar los desechos superficiales, la arcilla tiene además la capacidad de absorber desechos más profundos. Sobre su utilización, puede consultarse el fascículo “Uso y propiedades de la arcilla”. Sintéticamente diremos aquí que se trata de aplicar sobre la zona afectada (previamente cubierta con una tela de algodón) una capa de arcilla diluida en agua (hasta formar una pasta espesa). Luego se cubre con otro paño de algodón y se mantiene ente media y una hora. En inflamaciones se usa a temperatura ambiente, en cambio cuando falta vitalidad conviene calentar la pasta antes de aplicar.
A la cualidad de aspirar desechos acumulados que tiene la arcilla, la hoja de repollo suma la característica de aportar principios activos a través de la piel. El procedimiento es similar al explicado precedentemente. Utilizar hojas con buena vitalidad. Remojar un momento en agua caliente para ablandarlas y luego con un rodillo aplastarla bien para que resulte una superficie suave y uniforme. Se aplican directamente sobre la piel y en capas, cubriendo luego con un paño. Puede renovarse la aplicación cada hora.
Finalmente unas palabras sobre la vieja recomendación naturista de curtir el organismo para estimular su reacción frente a cambios de temperatura. El curtido era algo natural en la antigüedad, pero hoy se convierte en una necesidad, debido al desarrollo en materia de confort térmico (viviendas, vehículos, indumentaria) y al incremento del sedentarismo.
Como hemos visto, las reacciones orgánicas frente a las variantes térmicas del exterior, estimulan el metabolismo celular e incrementan los intercambios, con lo cual aumenta la capacidad de evacuar desechos tóxicos. Una técnica sencilla consiste en caminar descalzo sobre el césped con rocío, temprano en la mañana y sobre todo en invierno. Luego se secan enérgicamente los pies y se colocan medias abrigadas. Hay muchas otras técnicas de curtido, como los baños de aire o de sol, las fricciones secas o húmedas, la ducha escocesa con alternancia de agua fría y caliente, etc.
LAS HIERBAS
Entre las plantas medicinales que favorecen la depuración de piel, podemos citar: borraja, manzanilla, áloe, cola de caballo (aporta silicio, mineral clave para la piel), zarzaparrilla, enebro, tomillo, romero, etc. Dos componentes del Tónico Herbario son sumamente útiles en la limpieza de la piel: la bardana y la acedera. A nivel del Botiquín Homeopático podemos auxiliarnos con Apis, Sulphur y Urtica.
LOS ALIMENTOS
La nutrición tiene mucho que ver con el estado de la piel y hasta puede afirmarse que la piel es su directo reflejo. Ya citamos la voracidad de nutrientes que genera la intensa renovación de este órgano y su gran exposición a los agentes agresivos. Resultan benéficas todas las frutas y verduras, en especial alcaucil, zanahoria, pepino, palta y tuna. Además hay muchos alimentos claves por el aporte de sustancias vitales para la correcta regeneración celular de la piel. Nos referimos, entre otros, a: girasol, maní, sésamo, porotos (especialmente los blancos), polen de abejas, ácidos grasos esenciales, trigo sarraceno, mijo, azúcar mascabo, levadura de cerveza, etc.
Enemigos directos de la piel son los productos lácteos en general, los productos refinados de todo tipo (sal, aceites, harinas, margarinas) y los productos cárnicos de cría industrial. Para comprobar esto basta con experimentar unas semanas, eliminando éstos de la dieta e intensificando el consumo de aquellos. Tras pocos días y superada alguna que otra crisis depurativa, comenzará a advertirse el cambio profundo y genuino en la epidermis.
LOS PULMONES
La función básica de los pulmones es el manejo del material gaseoso que entra y sale del organismo, absorbiendo nutrientes y excretando desechos. Para dicha tarea existe una vasta red de alvéolos, que permite la intercomunicación entre el material gaseoso y la sangre. A través de estas sutiles membranas, el fluido sanguíneo absorbe oxígeno y elimina anhídrido carbónico.
Los únicos residuos sólidos que deberían eliminar los pulmones, serían aquellas finas partículas de polvo que la nariz no consigue neutralizar en sus vellosidades protectoras, y que los cilios vibrátiles se encargan de retornar hacia la salida. Sin embargo, frente al exceso de material tóxico que debe manejar hoy día el organismo, y que supera ampliamente la capacidad evacuativa de los emuntorios principales, los pulmones son reclamados a colaborar en la tarea de drenaje, sirviendo como “salida de emergencia” de la sobrecarga.
Las mucosas alveolares sólo deberían dejar pasar deseches gaseosos provenientes de la sangre, pero el volumen tóxico e irritante de las toxinas que circulan por el flujo sanguíneo, logra dañar estas delicadas membranas. A medida que las mucosas se van haciendo más porosas, comienza a pasar otro tipo de desechos. El resultado es la acumulación progresiva de desechos sólidos en los canales alveolares, bajo forma de flema y mucosidad.
Los pulmones no están preparados para manejar este tipo de material. Los desechos se desplazan lentamente, pues tienen que vencer la gravedad para ascender hasta los bronquios y luego ser expulsados por las vías respiratorias en forma de catarro y mucosidad. Para ello, el organismo debe usar mecanismos estimuladores de este movimiento, que demandan gran energía: la tos y la expectoración, dos reacciones defensivas erróneamente reprimidas.
Mas allá de poder evacuar estos desechos tras una crisis depurativa (gripe, bronquitis, etc.), el daño que se genera en los alvéolos es una puerta abierta para la instalación de virus y bacterias, que provocarán luego afecciones respiratorias a repetición, confirmando nuevamente que “el virus no es nada, el terreno lo es todo”. Solo basta observar el estado general de aquellas personas con sinusitis y resfríos crónicos, para comprender esta natural relación de causa y efecto.
SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN PULMONAR
El buen funcionamiento pulmonar se aprecia en las fosas nasales despejadas, y la respiración libre y cómoda. Inspiraciones y expiaciones deben ser normalmente profundas, adecuándose rápidamente a los cambios de ritmo frente a solicitaciones intensas. La persona se suena la nariz sólo ocasionalmente, sobre todo por la mañana, puesto que las horas de descanso en posición horizontal facilitan el movimiento ascendente del escaso residuo sólido que debería encontrarse en la cavidad pulmonar.
En contrapartida, la sobrecarga del emuntorio pulmonar es fácil de advertir. El individuo tiene las fosas nasales congestionadas, su respiración es dificultosa, el aire penetra con dificultad, hay necesidad de sonarse la nariz continuamente, fluye mucosidad cuando se inclina hacia delante con la cabeza hacia abajo, a menudo la boca permanece abierta para ayudar en la respiración, hay tos y catarro. Ante el menor esfuerzo, la persona queda “sin aire” y comienza a escupir.
Por lo visto a nivel intestinal y de acuerdo al concepto de órganos pares de la medicina china, los pulmones se influencian mutuamente con el colon o intestino grueso. La malfunción de uno repercute directamente sobre el otro órgano.
LAS HIERBAS
Hay un variado repertorio de hierbas que sirven para aliviar el trabajo pulmonar. Generalmente son expectorantes, dilatan los alvéolos, fluidifican la mucosidad, facilitan su expulsión y tienen poder antiséptico. Entre ellas podemos citar: eucalipto, llantén, ambay, orégano, salvia de la puna, chachacoma, tomillo, borraja, tusílago, regaliz, pulmonaria, consuelda, jengibre, etc. Estas hierbas pueden utilizarse en infusiones, en inhalaciones de vapor (fáciles de realizar con el auxilio de una toalla y una olla de agua hirviendo) y en baños de inmersión.
En el caso del eucalipto, planta tradicionalmente asociada a las vías respiratorias y a las inhalaciones, se recomienda evitar su ingesta directa (infusiones), dado su alto contenido en arsénico (es uno de los vegetales que más lo concentra). Tres componentes del Tónico Herbario son básicos para la buena función pulmonar: bardana, acedera y olmo. A nivel del Botiquín Homeopático podemos auxiliarnos con Antimonium, Arsenicum, Geoffroea, Ipecacuanha y Kali.
LOS ALIMENTOS
Siendo el alimento la principal fuente generadora de desechos, su adecuada selección puede hacer mucho para mejorar el estado del emuntorio pulmonar. Como primera medida se deben eliminar (o reducir al máximo) los alimentos comprobadamente productores de mucosidad: los lácteos, el gluten (el trigo es su fuente principal) y los procesados cárnicos. Al mismo tiempo deben incorporarse alimentos que estimulan la expectoración y fluidifican la mucosidad: jengibre, cebolla, dátiles, higos, rabanitos, limón, berro, miel de abejas, etc.
OTRAS RECOMENDACIONES
No siendo hierba ni alimento, párrafo aparte para el propóleo, magnífico producto apícola que protege las vías respiratorias. Entre las veinte propiedades científicamente demostradas que posee, se destaca su capacidad como antiséptico, antibacteriano, antiinflamatorio, antioxidante, antituberculoso, antiviral y estimulador de la inmunología.
Aunque por su efectividad puntual se lo emplea popularmente para combatir tos, asma y gripes, su uso más recomendable es a través del aporte periódico y sostenido de pequeñas dosis (20 gotas diarias de solución al 10% por las mañanas en ayunas) que refuerzan el trabajo del sistema inmunológico en su conjunto.
Invertir la posición vertical del cuerpo, es de gran ayuda en las crisis de acumulación de las vías respiratorias. Por gravedad, los desechos sólidos tienen tendencia a acumularse en la base de los pulmones. Como dijimos, la posición horizontal durante el sueño, ayuda a su evacuación, pero podemos colaborar aún más si adoptamos durante algunos minutos la posición vertical invertida.
Según la capacidad de la persona, pueden adoptarse distintas técnicas. La más sencilla es el colgado de cabeza. Temprano por la mañana, acostarse en la cama boca abajo con la cabeza colgando hasta que casi toque el suelo. De ese modo el tórax también adopta la posición descendente que favorece el deslizamiento de la mucosidad. Los más ágiles pueden colgarse de una barra o soga, o incluso practicar la posición yóguica de la vela.
Otro mecanismo que estimula el drenaje pulmonar, es el jadeo, cuya acción mecánica dilata los bronquios. Lo ideal es alguna práctica física enérgica que lo genere: trotar, pedalear, hacer gimnasia, etc. Para las personas menos vitales, sugerimos un método casero y sencillo para reeducar la respiración y estimular la circulación. Requiere una botella de litro y una manguerita de 5 mm de diámetro interno.
Se llena con agua un tercio de la botella e introduciendo la manguera en el fondo, se realizan respiraciones profundas, soplando a través de ella, para vencer la resistencia del agua. Gradualmente se puede llegar a tres sesiones diarias de hasta 20 espiraciones. Mucho más divertido y relajante puede resultar el consejo de hacer prácticas de canto. Esta actividad recreativa estimula magníficamente la función pulmonar y colabora en buena forma con la apertura de este emuntorio.
La estimulación de la zona refleja de los pulmones en la planta de los pies, es un mecanismo coadyuvante en todo tipo de problemática pulmonar, sin contraindicaciones y sinérgica con cualquier otra línea de acción que se adopte. Al final encontrará una ilustración para individualizar las zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica.
SISTEMA LINFÁTICO
Si bien no es considerado un órgano depurador propiamente dicho, el sistema linfático cumple una función importante en la tarea de eliminación y sufre las consecuencias de la sobrecarga tóxica del cuerpo. Por ello la necesidad de tenerlo muy en cuenta en este contexto depurativo. Aunque el sistema linfático sea el eje de la inmunología corporal, también se ocupa de la limpieza, extrayendo los excesos tóxicos, tanto de la linfa como de la sangre. Creemos que a esta altura del libro, resulta bastante obvia la interconexión entre inmunología y depuración.
El sistema linfático especie de réplica del sistema circulatorio es el motor principal de la inmunología (produce los glóbulos blancos y los linfocitos), pero interactúa y se complementa con el circuito sanguíneo en la tarea de evacuar toxinas. Mientras la sangre se difunde desde el corazón hacia la periferia, la linfa fluye en sentido contrario, es decir desde la periferia al centro, a través de una densa red de capilares y vasos.
Los dos litros de linfa que circulan por los vasos linfáticos están en constante proceso de formación a partir del suero extracelular que atraviesa las paredes de los capilares y permite de ese modo que los desechos abandonen los tejidos. Las redes sanguínea y linfática trabajan en conjunto para la evacuación de toxinas; cuando alguna de las redes tiene dificultades, la otra intensifica su propio trabajo para preservar la eficiencia depurativa.
A diferencia de la sangre, que dispone de un sistema de bombeo (el corazón), la linfa (llamada también sangre blanca) no dispone de tal recurso mecánico. Por tanto la velocidad de circulación es muy lenta y depende mucho del movimiento y la actividad física que realiza la persona (contracción muscular). La circulación linfática se perjudica seriamente con el sedentarismo y se beneficia con el descanso horizontal.
El flujo linfático que circula por los capilares, se descarga en los ganglios, verdaderas estaciones de filtrado diseminadas en puntos claves del organismo y también productores de glóbulos blancos. Cuando el cuerpo sufre una agresión (ejemplo, una infección), los ganglios más cercanos intensifican su tarea y por ello se inflaman. Si hay exceso de sustancias toxicas circulantes en la linfa, esta función de los ganglios puede verse comprometida y por ello el organismo pierde eficiencia defensiva frente a las agresiones microbianas.
Además de los ganglios, cuya palpación dolorosa es un reflejo muy conocido de la exigencia del sistema linfático, hay otros órganos poco conocidos pero fundamentales en su operativa: timo, bazo, médula ósea, amígdalas y apéndice. Conviene detenernos un momento en estos órganos tan importantes y tan poco conocidos.
El bazo es simétrico del hígado, o sea que ocupa el sector izquierdo de la cavidad abdominal; por él circulan sangre y linfa. Entre otras cosas, en el bazo se generan glóbulos blancos y anticuerpos, se reciclan los glóbulos rojos, se deposita el hierro orgánico, se produce la bilis y se filtran los cuerpos extraños (células dañadas, bacterias y productos de desecho) de sangre y linfa. Por su parte el timo es una pequeña glándula ubicada tras el esternón, a la altura del corazón, entre los pulmones.
Si bien se encarga de producir anticuerpos altamente especializados (linfocitos T), su tarea más importante es ejercer una especie de comando del sistema inmunológico. Otros centros generadores de anticuerpos son: la médula ósea, los ganglios, las amígdalas y el apéndice.
Una reflexión: pensemos en la gran cantidad de personas que han sufrido la extirpación de amígdalas faríngeas (adenoides) y/o el apéndice. La inflamación de estos órganos era consecuencia de un colapso tóxico; en lugar de remediar el trastorno, se los operaba alegre y rutinariamente para “resolver los problemas de raíz”. Estas prácticas salvajes, que atrofiaron definitivamente la eficiencia inmunológica de dichos individuos, ayudan a entender por qué existe tanta debilidad inmunológica en la población.
SÍNTOMAS DE MALFUNCIÓN LINFÁTICA
Hay muchos indicios de la incorrecta función linfática. Dada su íntima relación con la inmunología, la inflamación de los ganglios a veces puede confundir. Esta reacción es normal y hasta saludable frente a una agresión externa, pero la cronicidad de dichas manifestaciones es un indicador claro de colapso tóxico en el organismo. Es más, suele ser éste el indicio de la presencia de linfomas (tumores en el sistema linfático).
La retención de líquidos es otro síntoma de problemas en el torrente circulatorio, que repercute sobre el sistema linfático. Las personas con edemas pueden notar que los anillos les quedan más apretados que antes, o pueden tener dificultad para ponerse los zapatos, en especial al anochecer. Es posible que noten también cierta hinchazón alrededor de los ojos o en los pies, tobillos y piernas. Cuando hay edemas, una presión sobre la piel, como la del elástico de las medias, puede dejar una marca que tarda en desaparecer. Como hemos visto, esta problemática se trabaja en asociación con los riñones y la piel, pero principalmente a través de la depuración linfática.
Si bien hay varios órganos del sistema linfático, el bazo resulta fundamental para diagnosticar problemas funcionales. Según la medicina china, cuando el bazo esta colapsado, a nivel físico también se resiente el estómago, mientras que a nivel emocional perdemos la fuerza de voluntad, parecemos atontados, somos olvidadizos y puede haber exceso de ansiedad.
Otro de los reflejos de la malfunción linfática, además de las enfermedades autoinmunes, son las alergias. Convertidas en una verdadera epidemia del siglo XXI, las reacciones alérgicas no son otra cosa que una especie de “tilde” del sistema inmunológico. Si lo comparamos con una computadora, la sobre exigencia de nuestro estilo de vida y la consecuente toxemia, equivale a querer operar muchos programas al mismo tiempo en una PC; a la larga la máquina se “cuelga” y no responde o responde incorrectamente frente a tal nivel de solicitación.
LAS HIERBAS
Muchos vegetales ayudan al trabajo linfático e inmunológico. Entre ellas podemos destacar: centella asiática, ajo, equinácea, rosa mosqueta, tomillo, hipérico, regaliz, cardo mariano, diente de león, uña de gato, milenrama, muérdago, crataegus, congorosa, cola de caballo, enebro, llantén, carqueja, ruda, maca peruana, etc. El hecho que algunas figuren como alimento, no hace más que reforzar la importancia de su consumo. Tres componentes del Tónico Herbario son fundamentales en la depuración linfática: bardana, olmo y acedera. A nivel del Botiquín Homeopático podemos auxiliarnos con Apis e
Hydrocotile.
Proveniente de los vegetales, pero recolectado y enriquecido por las abejas, el propóleo es un complemento ideal para el buen funcionamiento del sistema linfático y de la inmunología en general. Esto se debe a varias razones: aporta 47 flavonoides (antioxidantes), tiene una rápida y efectiva difusión linfática, estimula la inmunogénesis, activa la circulación en general, etc.
LOS ALIMENTOS
Los alimentos son la principal causa de congestión del sistema linfático y por tanto responsables de la depresión inmunológica. Los principales acusados son: grasas hidrogenadas (margarinas) y/o calentadas, productos lácteos, refinados en general (azúcar, sal, harinas, aceites, etc.), pesticidas, hormonas y antibióticos presentes en los alimentos, exceso de alimentos cocidos y desvitalizados, alcohol, tabaco, etc.
Por otra parte, los alimentos correctos generan un efecto reparador y potenciador del sistema linfático. Es el caso de los productos integrales (azúcar, sal, cereales, harinas), los aceites prensados en frío, los alimentos orgánicos, el regular consumo de vegetales crudos, frescos y de variados colores, etc. Entre los cereales se destaca el mijo como especialmente benéfico para el funcionamiento del bazo, órgano que también se beneficia del uso de la cúrcuma como condimento. Otros alimentos destacables en este ámbito son la alfalfa (brotes tiernos de la planta o germinados de la semilla) y los hongos shiitake.
Si bien todos los nutrientes son importantes, hay algunos particularmente claves para la función linfática: las vitaminas A (zanahoria, zapallo, mango, nabo, algas, diente de león), C (cítricos, kiwi, rosa mosqueta, fenogreco, berro, diente de león) y E (girasol, germen de trigo, ortiga, repollo), el ácido fólico (levadura, germen de trigo, nueces, legumbres), el zinc (semillas, legumbres, levadura, cereales integrales), el selenio (semillas, levadura, germen de trigo, brócoli, ajo, cebolla, repollo) y los flavonoides (frutas, propóleo, cúrcuma).
OTRAS RECOMENDACIONES
Existen técnicas manuales, mediante las cuales el masajista puede ayudar eficazmente a despejar congestiones en ganglios y vasos linfáticos, manipulando las zonas claves del sistema. Esto se conoce como drenaje linfático manual, técnica creada por el médico danés Emil Vodder. También es muy efectivo el ayuno seco (sin ingesta de líquidos), que privando de agua a la sangre, estimula el intercambio entre ambos fluidos, con la consiguiente purificación de la linfa.
Pero es un tipo de ayuno con algunas contraindicaciones, que requiere entrenamiento o supervisión de un especialista. Otra actividad que ayuda al drenaje linfático es el yoga. Este sistema de posturas físicas actúa profundamente sobre la buena circulación linfática. En todos estos casos se depende de alguien que enseñe, supervise o manipule.
También hay técnicas sencillas que la mayoría puede practicar en soledad, obteniendo notables beneficios. Una de ellas es la tabla inclinada. Consiste en elevar la cama en la zona de los pies (suplementando las patas), para que el tórax quede por debajo de la altura de las piernas. Esto puede realizarse como práctica de poco tiempo (20/30 minutos diarios), utilizando un gran desnivel (40/50 centímetros).
O bien por varias horas (el caso del reposo nocturno) con menor desnivel (unos 10/20 centímetros, valor que sería aconsejable ir probando progresivamente hasta encontrar el adecuado a cada uno). Mayor es la edad de la persona, mayor la necesidad de esta práctica, no sólo por la linfa sino también por el retorno vascular.
Al utilizar la tabla inclinada para el reposo nocturno, tener en cuenta el uso de la almohada, a fin de evitar congestión sanguínea a nivel cerebral. Lo ideal, aunque mas costoso, sería la cama “partida” y regulable (utilizadas en hospitales), que permite modificar rápidamente los desniveles para adecuarlos a la situación particular de cada persona. La tabla inclinada resulta obviamente contraindicada para aquellas personas que padezcan hernia de hiato y reflujos ácidos.
Dado que la actividad pulmonar y del diafragma (músculo que separa la cavidad pulmonar de la abdominal) opera como succionadora del flujo linfático, todo aquello relacionado con el ejercicio respiratorio tendrá una repercusión benéfica sobre la circulación de la linfa. En este sentido, cualquier actividad física resultará positiva, siendo muy interesante la práctica de la respiración profunda.
Para familiarizarse con el trabajo del diafragma, basta tomar consciencia de las cuatro fases de la respiración: inhalación, retención, exhalación y pausa. Inicialmente alcanza con inhalar, dirigiendo el flujo de aire primeramente a la cavidad abdominal y luego a los pulmones. Tras retener unos segundos, se exhala siguiendo el mismo recorrido:
vaciar el abdomen y luego los pulmones. Luego de una breve pausa, se recomienza el ciclo. Al comienzo, es útil colocar una mano sobre el abdomen y otra sobre los pulmones, a fin de sentir la expansión y contracción de cada zona. Se puede iniciar con series de 10 respiraciones para luego incrementarlas gradualmente. Esta práctica no requiere posición especial.
Para estimular el funcionamiento del timo, existe una sencilla técnica de frotación que puede practicarse en cualquier momento del día y todas las veces que se desee. Con los puños cerrados, se hace un dinámico y rítmico movimiento de frotación a lo largo del esternón, desde el corazón hasta la base de la garganta. Esta práctica puede hacerse de pié o acostado.
La estimulación de la zona refleja de ganglios linfáticos, bazo y colector torácico en la planta de los pies, es un mecanismo coadyuvante en todo tipo de congestión linfática, sin contraindicaciones y sinérgica con cualquier otra línea de acción que se adopte. Al final encontrará como apéndice una ilustración para individualizar las zonas indicadas y también las recomendaciones para realizar esta práctica.
OTRAS VÍAS DE ELIMINACIÓN
Para la medicina oriental, la lengua es un indicador fundamental sobre el estado de salud de una persona. Según el Ayurveda, la lengua refleja las cinco cavidades humanas (cráneo, garganta, tórax, abdomen y pelvis) y durante la noche, la toxicidad de esas cavidades viaja por el organismo, depositándose en la lengua.
De allí la recomendación de limpiarla todas las mañanas, raspando su cara superior; esto puede hacerse con una cuchara o con el “banta”, una fina varilla con borde recto que usan los hindúes y que se consigue en nuestro medio. La limpieza de la lengua reduce placa bacteriana, tártaro, formación de caries, inflamaciones de encías e infecciones de garganta, promoviendo el aliento fresco y el aumento de la sensación gustativa.
Aunque no es un órgano eliminador de toxinas, el oído se comporta como tal frente al colapso de los emuntorios principales. Irrigado por capilares sanguíneos y linfáticos, soporta el drenaje de sustancias tóxicas cuando son abundantes en dichos fluidos, lo cual genera la formación excesiva de cerumen. Los clásicos tapones que exigen un lavaje terapéutico, son una evidencia del estado de toxemia generalizada. Por tanto la práctica del lavaje de oídos es recomendable, aunque trabajando preventivamente en depuración corporal, sería evitable.
Autor: Néstor Palmetti
Fina cortesía de: Salud Natural en Línea
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