04 DEPURACIÓN CORPORAL

Salud Natural en Línea

(CUARTA PARTE) EL PAQUETE DEPURADOR

PLANIFICAR LA COCINA

Tras haber visto los alimentos que debemos evitar y la organización de nuestra despensa, pasaremos revista a una serie de recomendaciones que ayudan a planificar eficientemente nuestras comidas y organizarnos en el trabajo culinario.
Algo de cada grupo todos los días

Dado que la química corpórea es demasiado compleja e interactiva (de no ser así, ya habríamos desaparecido como especie), lo mejor es diversificar y rotar alimentos. Para evitar depender de nuestra limitada capacidad de racionalización y garantizar el equilibrio nutricional y terapéutico, debemos intentar incorporar diariamente algo de cada grupo de alimentos en que organizamos nuestra despensa: cereales, legumbres, semillas, vegetales, frutas, proteínas, algas, aceites, condimentos, endulzantes, infusiones y suplementos. Estos elementos pueden formar parte de las distintas ingestas diarias y luego veremos algunas sugerencias para su combinación.

Regularizar las ingestas y evitar los vacíos:

La distribución equilibrada del alimento durante la jornada es otra arma que disponemos para estabilizar él azúcar en sangre y optimizar el funcionamiento hormonal. Por ello es importante no dejar pasar más de tres horas sin ingerir raciones equilibradas de alimentos. Esto permite componer un menú basado en un almuerzo fuerte, una cena liviana, un desayuno y dos meriendas (matutina y vespertina). De ese modo evitaremos descompensar el funcionamiento orgánico durante las horas de mayor actividad.

Demorar el desayuno

Dado que las primeras horas del día están reservadas a procesos de eliminación (consecuencia del trabajo metabólico nocturno), conviene favorecer dicha tarea y no interrumpirla. Es normal levantarnos sin sentir apetito. Por ello la recomendación de iniciar la jornada con la ingesta de un jugo natural depurativo (ejemplo: apio, zanahoria, manzana y unas gotas de sal rosada), seguida por una caminata de una hora a buen ritmo (esto garantiza la oxigenación necesaria para los procesos de eliminación). Recién entonces proceder al desayuno convencional.

Comida fuerte al mediodía

Esta recomendación tiene que ver con nuestra capacidad digestiva (el “agni” o fuego digestivo de los orientales), que se encuentra íntimamente relacionada al ciclo solar. Por ello conviene concentrar los alimentos más difíciles de digerir en el almuerzo. En la cena deberíamos evitar la proteína animal y las combinaciones fuertes, tratando de cenar lo más temprano posible (lo ideal sería a la puesta del sol), dejando transcurrir un par de horas antes de acostarnos y en lo posible habiendo realizado una caminata previa.

Evitar líquidos y frutas después de comer

La ingesta de líquidos diluye los jugos gástricos y aumenta la exigencia de secreciones digestivas. Por ello se recomienda beber antes de comer. El hecho de iniciar la comida con frutas o ensaladas crudas, es una buena práctica.

digestiva que ayuda a disminuir el posterior deseo de líquidos. Si aún así sentimos necesidad de beber en las comidas, utilizar bebidas sin aditivos químicos que inhiben los procesos enzimáticos claves de la digestión. En el caso de las frutas, y dado su veloz tránsito intestinal, no resulta conveniente que sean “frenadas” por alimentos más lentos de digerir, con lo cual fermentarían y provocarían gases. Por eso no conviene consumirlas como postre; comerlas antes o bien entre las comidas principales a modo de merienda.

Los tres macronutrientes en cada ingesta

Para lograr un correcto equilibrio hormonal, es importante asegurar la presencia de hidratos,  proteínas y grasas en cada comida. Sugerimos profundizar el tema en la publicación “Nutrición consciente”. Sintéticamente podemos indicar que los hidratos están en cereales, vegetales, frutas y endulzantes. Las proteínas están en productos cárnicos, legumbres (las cuales también tienen hidratos), semillas y cereales. Por su parte las grasas están en aceites y semillas. Respecto a la proporción entre macronutrientes, no pueden darse reglas generales. Generalmente deberá existir preeminencia de hidratos, algo de proteína y un toque de grasas.

Las relaciones dependerán de la época del año, la actividad de la persona, la edad, el sexo y la zona geográfica de residencia. O sea que no se trata de andar contando gramos o porcentajes, sino de aprender a detectarlos a ojo, lo cual es muy práctico incluso cuando comemos fuera de casa. El consumo equilibrado de estos macronutrientes permite estabilizar el ciclo de la glucosa en sangre y el equilibrio hormonal; además garantiza la ingesta adecuada, brindando rápida saciedad y evitando excesos o carencias.

Incluir algo crudo en cada comida

A fin de aportar las imprescindibles enzimas y evitar el fenómeno de leucocitosis (producción excesiva de glóbulos blancos frente al ingreso de alimentos cocidos) es importante iniciar nuestras ingestas con elementos crudos y vitales. Luego los distintos platos deben beneficiarse del aporte de elementos ricos en enzimas. Podemos optar por ensaladas, jugos de verduras, chucrut sin pasteurizar, kéfir de agua, fermentos de soja (salsa de soja o miso) naturales, semillas, frutas frescas o germinados.

Preferir la cocción conjunta

Las ancestrales técnicas del guisado, el estofado o la cazuela, tienen un sentido práctico y sabio. Al cocer los alimentos en un solo recipiente, logramos homogeneizar los nutrientes, generando un único “jugo” nutricio. Esto facilita el proceso digestivo al reclamar menos diversidad de jugos gástricos. Estas técnicas son igualmente efectivas aún si partimos de elementos (cereales, legumbres) previamente cocidos.

Cocción prolongada de cereales y legumbres

A efectos de lograr una buena transformación y digestión de los almidones presentes en cereales y legumbres, se recomienda extremar los cuidados en la cocción y ante la duda, “pasarse” en los tiempos. El almidón en estado natural no es soluble en líquidos y esto se consigue sólo a través de una buena cocción. La masticación insuficiente es otra causa de mala digestión amilácea. Los almidones mal digeridos pasan al flujo sanguíneo y dado que no son solubles en la sangre, generan una peligrosa y difundida forma de toxemia que afecta entre otros, el sistema linfático, el hígado y las paredes de los capilares.

Preservar los nutrientes

Aún los alimentos de mejor calidad pueden sufrir degradaciones si no manejamos bien los procesos de cocción y conservación. Es importante consumir lo máximo posible en crudo o levemente cocido (sobre todo a nivel de vegetales), ya que así aprovechamos las valiosas y delicadas enzimas. Estas sustancias son responsables de las reacciones bioquímicas que nos permiten metabolizar correctamente los alimentos ingeridos. 

Si bien el organismo produce sus propias enzimas, aprovechar las que aportan los alimentos hace que ahorremos energía y mejoremos los procesos de asimilación. Las enzimas se destruyen con la cocción y de allí el consejo de cocinar lo menos posible. Por el contrario, ciertos procesos naturales (fermentación, germinación, encurtidos) aumentan el contenido enzimático de los alimentos. Por ello son recomendables los germinados, el chucrut, el kéfir, el miso, la salsa de soja, las conservas en sal, etc.

Al cocinar, conviene usar los métodos que provocan las menores pérdidas. Es el caso del saltado rápido de la cocina oriental (alta temperatura pero escaso tiempo) que genera vegetales crujientes. También la cocción al vapor es un sistema que evita pérdidas, al reducir el tiempo de exposición al calor (mitad con respecto al hervor) e impedir que las sales minerales se diluyan en el agua de cocción. Preferir las preparaciones que retienen el jugo de los nutrientes (guisados, estofados). 

Cuando nos vemos obligados a hervir, debemos recuperar el agua remanente porque allí hay gran concentración de nutrientes (sales alcalinas), algo conocido por nuestras abuelas habituadas al diario uso de las sopas. En lo que respecta a cereales y legumbres, conviene dosificar correctamente el agua de cocción, a fin de evitar desechos que arrastran minerales.

Por último la recomendación de cocinar con ingredientes frescos. Esto apunta a evitar reciclados de comida y el consecuente riesgo de presencia de hongos y fermentaciones. En caso de guardar elementos cocinados, utilizar la heladera para pocas horas o el freezer para varios días. Evitar el uso del microondas, ya que su principio de acción consiste en una explosión molecular que altera las características del alimento. También debemos abolir el uso de recipientes y contenedores de aluminio por las consecuencias de su indeseable absorción a través del alimento.

ASIMILAR LOS ALIMENTOS

Tras haber visto aspectos de la eficiencia culinaria, nos ocuparemos de otros consejos para  lograr una eficiente metabolización de los alimentos que ingerimos. El hecho que nuestro organismo pueda asimilar fácilmente los nutrientes, favorecerá los procesos depurativos y el funcionamiento corporal en su conjunto.

Reverenciar lo que nos nutre

Alimentarnos no debe ser un acto mecánico y rutinario. Debemos involucrar nuestra consciencia en el momento de ingerir alimentos, ya que estamos nutriendo nuestro bien más preciado: el cuerpo físico. El sistema de vida moderno nos hizo olvidar un hábito ancestral y universal: agradecer el alimento que vamos a ingerir. 

Dado que todo es una cuestión energética y vibratoria, es muy importante perder unos segundos antes de empezar a comer, tomar el plato entre las manos, cerrar un momento los ojos y, más allá de nuestras creencias personales, agradecer por el alimento que ha llegado a nosotros, merced a la fecundidad de la madre tierra, a la energía del sol y a las manos que le dieron forma. En ese acto impregnamos energéticamente el alimento y nos predisponemos vibratoriamente para el correcto proceso de asimilación, aquietando la mente y el sistema nervioso.

Comer en buen ambiente

También es importante el ámbito en el cual comemos y con quiénes lo hacemos. Lo ideal es un lugar tranquilo, con personas afines, manteniendo silencio durante los primeros minutos (concentrándonos en lo que estamos ingiriendo) y disfrutando de un ambiente alegre y distendido. La antítesis es un almuerzo de negocio. Allí estamos más atentos a los temas de conversación que a la comida, bajo tensión, en compañía de gente desconocida y en ambientes ruidosos. Por cierto no siempre puede darse lo ideal, pero intentemos aproximarnos, pues bien vale la pena. Nuestro organismo lo agradecerá y podremos apreciar la diferencia.

No comer cansados y sin hambre

Es nefasto el hábito de sentarse a la mesa fatigados, luego de una fuerte exigencia laboral. De ese modo la mala digestión está garantizada. En este caso es recomendable tomar una ducha previa y si no es posible, al menos recostarse unos minutos antes de comer (la popularmente llamada “siesta del burro”).

Tampoco es bueno comer sin suficiente apetito. Este es un sabio mecanismo de regulación interna que responde a muchos factores: necesidades orgánicas, ciclo lunar, condiciones climáticas, etc. Debemos entender este mensaje corporal, adecuarnos al momento estacional y eventualmente reducir el volumen de nuestras ingestas.

Al pasar a una alimentación integral y vital, las necesidades corporales se satisfacen con cantidades sensiblemente menores y al principio cuesta habituarse a los nuevos patrones de saciedad.

Buena masticación

Este hábito saludable se encuentra prácticamente ausente de nuestras modernas costumbres. Dado que el proceso digestivo se inicia con la insalivación, sobre todo a nivel de los almidones que dependen de las enzimas salivares para su desdoblamiento, es fundamental la masticación lenta y pausada. A mayor tiempo de masticación, mejor asimilación de nutrientes y mayor ahorro de energía digestiva. 

Esto aumenta además la toma de consciencia respecto del alimento que estamos disfrutando. Una técnica sencilla para ayudar a extender la separación entre bocados, consiste en obligarnos a posar los cubiertos sobre el plato o la mesa, luego de ingerir un bocado. Puede padecer un detalle de escasa importancia, pero esos segundos que dejamos los cubiertos en reposo, implican una importante mejora en los tiempos de masticación y posterior digestión.

Reposo postprandial

Aunque la persona se encuentre bien y crea no necesitarlo, esta sencilla práctica permite que el estómago funcione con la mayor eficiencia, a fin de iniciar correctamente la digestión gástrica. Se recomienda tomar unos minutos de reposo luego de comer, especialmente después del almuerzo, en posición fetal sobre el costado izquierdo. Con apenas diez minutos favoreceremos una mejor digestión, asimilación y desasimilación de los nutrientes. Esto explica la importancia de la tradicional siesta, presente en las más variadas culturas del planeta.

Incrementar la actividad física

El proceso depurativo incrementa la necesidad de oxigenación. Por ello es importante intensificar el movimiento corporal. Todo aumento de actividad favorecerá los procesos oxidativos y el movimiento de los fluidos internos, sobre todo a nivel linfático. Se recomienda hacer como mínimo una caminata diaria de al menos una hora a paso vivaz. Además es saludable realizar una práctica que nos permita mover las energías estancadas en el organismo. Es importante que se trate de una disciplina con la cual podamos sintonizar bien: puede tratarse de yoga, tai chi, ritos tibetanos, etc.

Menos excitantes y más reposo

Hemos visto que el estrés es uno de los elementos perjudiciales para la correcta depuración corporal, debido a la generación de sustancias tóxicas. Si bien no podemos suprimir totalmente las situaciones estresantes, sería conveniente acotar nuestra exigencia, privilegiando los momentos de relax y reposo. Esto nos permitirá desarrollar una cualidad aplicable al resto de nuestra vida: detectar las exigencias superfluas y concentrar nuestro esfuerzo sólo en aquellas cosas realmente importantes. En este aspecto será de ayuda limitar el uso de sustancias excitantes (café, té negro, mate), reemplazándolas por infusiones de agradable sabor y efecto relajante: hierbas, té verde, café de semillas, cascarilla de cacao, etc.

                                   APÉNDICE

MASAJE DE ZONAS REFLEJAS

Dada la conexión con los meridianos energéticos que recorren todo el cuerpo, en las plantas de los pies tenemos puntos reflejos de todos los órganos. Mediante el masaje de dichas zonas reflejas, se mejora la irrigación del órgano correspondiente y se logra una sencilla estimulación. El masaje se realiza con el dedo pulgar, en la zona previamente untada con algún aceite vegetal, a fin de facilitar la tarea. En los dibujos se indican solamente los órganos que tienen relación con el proceso de desintoxicación. La zona precisa es fácil de localizar, por ser generalmente dolorosa a la presión. 

Comenzar con un minuto y presión suave. Poco a poco ir aumentando la presión y la duración hasta llegar a cinco minutos en cada punto a estimular. Es importante hacerlo todos los días en forma regular. Pueden trabajarse todas las zonas indicadas en los dibujos, pero se recomienda hacerlo en forma progresiva para evitar una liberación masiva de toxinas a los fluidos. Los primeros efectos no tardan en percibirse. A veces pueden observarse reacciones pasajeras. En ocasiones pueden ser necesarios varios días para obtener resultados duraderos. También es útil friccionar diariamente los pies sobre rodillos de madera específicos para este uso.

Información extraída del libro “Las toxinas, cómo eliminarlas del organismo” de
Christopher Vasey - Editorial Urano

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Autor: Néstor Palmetti
Fina cortesía de: Salud Natural en Línea

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